TV-Comunicación

Crónicas de por ahí

  • Los corresponsales históricos de TVE eran los portavoces de un extranjero que parecía muy lejano.

Paloma Gómez Borrero.

Paloma Gómez Borrero. / GJ

Nueva York estaba en otro planeta. O tal vez en la misma luna que describía Jesús Hermida. Todo estaba muy muy lejos en una España de la que casi nadie salía, en esa autarquía sentimental que apenas abarcaba la comarca de cada uno. Ir al pueblo de lado era una aventura e ir al de más allá despertaba recelos. Por la televisión, aparato recién nacido para los españoles, se asomaba el mundo, o las lonchas que la censura y los prejuicios dejaban ver. Se imponía el aperturismo para evitar la oxidación total de un país y su régimen y en TVE comenzaban a producirse reportajes de actualidad sobre el exterior, el extranjero, ese conjunto de personas que no eran como nosotros y que se convertían en turistas cuando aparecían por nuestra calle. A toda plana, emprendido por Enrique Meneses, reveló en 1964 las posibilidades de tomar una cámara y recorrer el mundo y los Telediarios, los partes con alma de parte de guerra, ganaban en interés con las noticias de las capitales europeas que se iban recopilando gracias al invento ese de Eurovisión. Hace medio siglo los corresponsales se convirtieron con sus crónicas en las notas más mordientes, e incluso coloristas, de los informativos de TVE, como ya hacían otros veteranos compañeros en los periódicos y en Radio Nacional, monopolio de la información en las ondas. Con los corresponsales ya teníamos un familar que nos contaba lo que pasaba por ahí lejos, tal como concebía el visionario director de Informativos, José de las Casas, Pepe Casas, alma de todo lo que fue nuevo en la TVE de los primeros pasos.

A los pocos meses de crearse las primeras corresponsalías en Europa (Bonn, Londres, Viena y Bruselas) se daba la zancada de destinar a un periodista de la tele en Nueva York, donde ya estaba Cirilo Rodríguez para la radio. Y ahí entraba la figura de Hermida, disertando sobre las veleidades de la primera potencia democrática para los espectadores de una dictadura que se antojaba inacabable. Los corresponsales hablaban de elecciones y modas; de nuevos sonidos y políticos diferentes. Pedro Wender, Federico Volpini o José Antonio Plaza relataban en piezas de noticias y en reportajes la actualidad de esos países donde también interesaba conocer la presencia española de los emigrantes y de las figuras artísticas que se exportaban, imaginándonos exagerados triunfos patrios, mientras que Manolo Alcalá o Miguel de la Quadra-Salcedo se acercaban a los conflictos bélicos de países aún más lejanos. Dentro del posterior Los reporteros también se encontraba un joven Diego Carcedo, quien en 1980 abrió la corresponsalía en Lisboa, a la que entrada la década se sumó José Antonio Gurriarán, que terminó recalando en Canal Sur. Entre esos reporteros de guerra y golpes de estado, nombres mediáticos como Javier Basilio, Jesús González Green o Arturo Pérez-Reverte.

Los corresponsales eran los rostros de mayor credibilidad del Telediario, lo que hace la distancia, y las prolongadas estancias en Estados Unidos o el Reino Unido, como fueron en los casos de Hemida y Plaza, les permitió regresar con muchas ideas para implantar en nuestro país, necesitado de cambios en el televisor.

En el caso de la llorada Paloma Gómez Borrero fue la primera mujer corresponsal de TVE, aportando su dulzura a las crónicas romanas y a los entresijos de San Pedro. La información vaticana la prosiguió en otros medios tras su precipitado despido. Su testigo en ese ente público tan dominado por los hombres lo tomó Rosa María Calaf, la más veterana en la labor de corresponsal, abriendo la sede en Moscú en los años del fin de la URSS y tras haber pasado por Nueva York. A Hermida le relevó en los rascacielos otro reconocido nombre de la casa como Pedro Erquicia, que un lustro antes había fundado un programa que se llamaría Informe Semanal, vivero del trabajo más creativo de los corresponsales.

Ana Cristina Navarro, en Sudamérica; Juan Carlos Azcue en París; Javier Pérez Pellón, en -Roma; o Manuel Piedrahita en Bonn (antes de la caída del muro), fueron algunos de esos nombres ilustres en la TVE del monopolio donde cualquier ventana exterior era bienvenida. También llegarían Javier Martín Domínguez, en Nueva York, o Ángela Rodicio en Oriente Medio, rostros para unos informativos que comenzaban a sentir fuerte la competencia de las autonómicas y de la llegada de las privadas, cadenas que nunca han contado con una costosa red de corresponsalías como la de TVE y RNE.

En estos momentos ronda la veintena de delegaciones, con Río de Janeiro (donde está Marcos López) como última incorporación, o la duplicación estadounidense de Nueva York y Washington, donde estuvo Lorenzo Milá antes de su actual destino, Roma, ciudad abierta en su momento por la recordada Paloma.

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