Visto y oído

Francisco Andrés Gallardo

Mainat

Las patatas viejas se arrugan que dan pena, igual que todo Cristo nos volveremos así, cantaba Josep Maria Mainat en su revisión del darwinismo. No venimos del mono, sino de la patata. Puigdemont y los suyos vendrían a confirmar este canto de La Trinca, cuando los de Canet no tocaban el castellano porque era impuro. Después de aquello, y viendo que lo de las fronteras era una incomodidad, Mainat y sus compadres vieron que aunque cantar en español les causaba llagas en la garganta al final la cuenta en el banco les engordaba una barbaridad.

De hacer el ganso en el escenario, con esa pose entre progre, irreverente y malaje, los de La Trinca dieron el salto a lo show yanqui y en TV3 crearon No passa res que en TVE, en lengua opresora, convirtieron en Tariro, Tariro. “Quesquesé qué merdé”, cantaban en El barón de bidé. Aquellos programas desinhibieron al trío que sin miedo y sin vergüenza se dedicaron a fabricar formatos desenfadados, caros y, ciertamente, con éxito entre la audiencia española. Lo llamaron Gestmusic. Entre sus fichajes, Bertín Osborne para Lluvia de estrellas, tras descubrir a Ramontxu en No te rías que es peor. Lo mejor estaba por llegar, porque para eso estaba ahí el hermano listo, Joan Ramón Mainat. Con el cuñado Sardá crearon Crónicas Marcianas y evolucionando de Gran Hermano y con tufillo de espacio rancio de promesas dieron el pelotazo con Operación Triunfo. Para entonces Josep Maria y Toni Cruz apartaron al barbas, Miquel Àngel Pascual, por un puñado de cientos de millones de pesetas. No es una errata. Los de La Trinca nadaban entre billetes y billetes. Hasta que se enfadaron con el nuevo jefe, Paolo Vasile, y tuvieron que dejar la máquina de dinero que habían fundado.

Josep Maria Mainat se marchó con sus colmillos y es de lo peor en pro del catalanismo racista y mentiroso. Mucho veneno destila quien hizo fortuna a base de ensuciar la TV de todos los españoles. Ahora se dedica a los negocios de rejuvenecimiento. Ya lo sabía él. La patata. Qué tipo más cínico y rencoroso.

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