Rosa María Calaf

"Lo peor de ser periodista es no poder hacer nada ante el dolor"

  • Su pelo rojo con un mechón plateado es el sello de esta trabajadora de la noticia que, tras cuatro décadas de labor incansable, acaba de despedirse de las cámaras

Con 37 años de callada y anónima labor periodística a sus espaldas, cualquier profesional de la información no puede por menos que sentirse como un principiante a su lado. A pesar de su cercanía y su disposición, uno se queda perplejo ante la capacidad de desenvolverse y para explicarse de Rosa María Calaf, la veterana corresponsal de Televisión Española cuyo rostro muchos identifican por el pelo rojo con un inconfundible mechón plateado en el flequillo. A pesar de haberse prejubilado en enero pasado, su imagen no ha cambiado un ápice. Su modo de hablar tampoco. Viéndola se entiende cómo el periodismo puede convertirse a veces en una forma de vida.

-¿Cómo se siente tras recibir reconocimiento tras reconocimiento tras su retirada a principios de año?

-Pues la verdad es que estoy muy sorprendida porque estoy recibiendo una cantidad enorme de propuestas, invitaciones... mucho cariño, que no me imaginaba, pues una siempre piensa que haciendo información no lo va a recibir, que para eso hay que estar en la farándula, ser la protagonista. Psicológicamente está siendo un aterrizaje mucho más suave y cálido a esta situación. Como estoy ocupadísima no me he dado ni cuenta de que he dejado de trabajar.

-¿A qué dedica ahora su tiempo?

-No he parado de viajar. ¡Antes era trotamundos y ahora soy trota-Españas! No me ha dado tiempo de dejar la maleta. Me llaman de universidades para impartir clases magistrales y charlas, de centros de cultura, ONGs y de festivales de periodismo y televisión para entregar premios. Algunos, incluso, son para mí (se ríe).

-No tiene que tener sitio en casa ya para ponerlos todos porque tiene una lista interminable: el Ondas a la mejor labor profesional en 2001, el Micrófono de Plata 2001 de la Asociación de Profesionales de RTVE y, más recientemente, en 2007, recibió el premio a Toda una vida otorgado por la Academia española de Televisión...

-Estoy muy contenta, sinceramente. Ahora de lo que se trata por mi parte es de devolver al público todo el cariño que me están dando.

-¿No le ha dado aún el mono de volver a ponerse enfrente de la cámara y a pie de la noticia?

-No sé si me dará dentro de un tiempo... Lo que está claro es que para mí el periodismo ha sido mucho más que un trabajo. Lo que ocurre es que últimamente la información se hace de una forma tan atropellada que a mí no me gusta mucho. Por eso, casi agradezco encontrarme de salida y poder estar en posición de alertar acerca de los riesgos que corre el periodismo en estos momentos. Es otra forma de estar al pie del cañón también, una nueva etapa. Yo no suelo mirar nunca para atrás.

-Ha sido corresponsal en la región Asia-Pacífico y anteriormente en Moscú, Viena, Buenos Aires, Nueva York, Canadá y Roma. ¿Dónde ha estado más a gusto?

-Depende desde qué punto de vista. Humanamente, en Buenos Aires. Hice muchos amigos allí y es fácil conectar con el país. También Italia es muy agradable. Informativamente, la más interesante fue la Unión Soviética-Rusia. Estuve dos veces y viví las dos realidades.

-¿Cuál es el peor momento que ha vivido como periodista?

-Cuando tienes la sensación de que no puedes hacer nada en una situación de dolor o injusticia. Recuerdo a una niña afgana que, a la pregunta de un periodista norteamericano sobre qué quería ser de mayor, le miró en silencio... seguramente preguntándose a sí misma si es que tenía alguna opción.

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