tierra de aventuras (II)

Cónchar, una tierra de dulce

  • Ubicado al pie de la Sierra de las Albuñuelas, este lugar es ideal para los cultivos de limoneros, naranjos y viñedos.

  • Junto con Cozvíjar, forma el Ayuntamiento de Villamena.

Granada, tierra de aventuras (II): Cónchar

Cónchar es un pequeño pueblo en el centro del Valle de Lecrín ubicado al pie de la Sierra de las Albuñuelas junto al río Dúrcal. Frontera climática de suaves temperaturas, este lugar es ideal para los cultivos de limoneros, naranjos y viñedos de donde sale el famoso vino mosto 'conchúo', sin olvidarnos de los extraordinarios granados famosos por sus frutos rojos y dulces. Junto con Cozvíjar, forma el ayuntamiento de Villamena, ubicado en este último las oficinas municipales.

La visita a este pequeño pueblo del 'Valle de la Alegría' como lo llamaron los árabes, la hice acompañado de Clemente Domínguez, hombre versado en las tradiciones y costumbres de su tierra. En el interior del pueblo nos encontramos una estructura urbana típicamente morisca con calles llenas de macetas y recodos pintorescos que mantienen el sabor de lo añejo. El Callejón del Diablo, donde apenas coge un hombre, o el bar de Rosa, donde se puede saborear un estupendo mosto y si se tercia, oír de la propia Rosa una cancioncilla picaresca entre la noble Cozvíjar y la vinícola Cónchar. El pueblo dispone de casas rústicas como alojamientos rurales 'Valle de la Alegría', con todas las comodidades actuales y conservando elementos típicos de la zona: suelos de barro, techos de madera, teja moruna…

Pero lo que más llama la atención de este pueblo es la Hermandad de las Ánimas Benditas (también conocida como 'Las Ánimas'). Se trata de una organización centenaria, de origen religioso, que desempeñaba una importante función social y que en los últimos años se ha completado con una gran labor cultural. Entre las diversas actividades que realiza la Hermandad es muy esperada durante la Navidad, la 'Rifa', que se celebra el día 1 de enero. Ésta consiste en las ventas de los diversos productos de la zona (antes eran del campo y ahora se han diversificado con otros productos) que se subastan al mejor postor. Otra famosa tradición la acapara el día de los Reyes Magos debido a la Fiesta del Mosto, reuniendo a una multitud de propios y foráneos alrededor de los deliciosos caldos de la tierra.

Interesantes y obligadas son las visitas a la iglesia dedicada a San Pedro, originaria del siglo XVII; la Atalaya Nazarí que formaba parte del sistema defensivo del Reino de Granada y el Acueducto de Ciancos, que desplazaba agua para el riego desde la Cañada a la zona de Venta Hundida. Los senderos de las Fuentes-Atalaya y la de los Pinos son rutas de especial atracción paisajística.

Sus fiestas son: San Roque el 16 de Agosto; Fiesta de la Rifa de la Hermandad de las Ánimas el 1 de Enero y la Fiesta del Mosto el 6 de Enero.

Leyenda

Hacía más de un año que los árabes fueron expulsados de aquellas tierras pues los campos y huertos en manos de los nuevos repobladores no rendían como antes. Los sistemas de riego por paratas, acequias y canalizaciones no eran muy conocidos por las gentes venidas del reino de Castilla y Aragón. Como consecuencia, los huertos de limoneros, naranjos o granados se iban apagando poco a poco por la falta de agua o por todo lo contrario. Sólo uno de estos huertos se mantenía frondoso y verde como si aquella desgracia no fuera con él. El nuevo dueño, un leonés que pasaba los cincuenta, no entendía de la causa por el que su huerto en cada cosecha era más abundante. Incluso algunos le acusaron de tener un acuerdo con el diablo.

Reportaje gráfico: Manuel Sabio Reportaje gráfico: Manuel Sabio

Reportaje gráfico: Manuel Sabio

-¡Son patrañas de algunos vecinos envidiosos! -dijo Roque a su mujer.

-Por menos de eso algunos han ido derechos a la hoguera. No es para tomárselo a broma.

-No me lo tomo a broma. Sé que han llamado a un inquisidor de Granada para que venga a ver el huerto, dicen que esta embrujado. -Su mujer lo miró con profunda preocupación.

-¡He dejado que la mala hierba crezca y también he dejado de regarlos, pero cada vez que voy está más exuberante… no se que le voy a decir al inquisidor!

-¡Lo que faltaba que nos acusen de brujería! -dijo la mujer estremeciéndose.

-Sospecho que alguien esté detrás de todo esto. Esta noche me esconderé y descubriré lo que esté pasando.

Y así hizo. Cuando la luna estaba en lo alto del cielo, unas matas de hierba se movieron dejando ver una cara vieja y arrugada con un turbante en la cabeza.

-¡Hay malandrín ya te cogí!

El moro, al verse sorprendido, intento huir, pero Roque le tiró del bastón que llevaba a las piernas haciendo que este cayera de bruces.

-¿Qué haces en mi huerto?-le dijo amenazando con el bastón.

-Por favor, por favor no me pegues, yo solo quería regar los arboles, -protegiéndose con las manos la cara.

-¿Por qué quieres regar mi huerto?

-Porque antes fue mío y veo como los demás se están muriendo.

Francisco le ayudó a levantarse del suelo sentándose en unas piedras junto a un enorme granado.

-No deberías estar aquí, sabes que los soldados del rey te matarán si te encuentran.

-He estado escondido en la Sierra de las Albuñuelas desde que se fueron mis hermanos de fe y no me han encontrado. Aquí han vividos todos mis antepasados y no quiero morir en tierra extraña.

-Lo comprendo, yo también, echo de menos mi tierra.

-Este huerto tiene dos granados mágicos y no puedo dejar que se mueran como está pasando con los demás.

-¡Dos granados mágicos!... ¡Te estas riendo de mí!

-¡No, no por Alá, te digo la verdad!

-¿Y por qué son mágicos?, ¿qué es lo que hacen?

-El fruto de uno te envenena y el otro te salva. El problema está en saber cuál es el bueno y cuál es el malo.

-¿Estás de broma? Eso es un cuento de viejas.

-¿Quieres probar?

-Sea y si me estás engañando, seré yo quién te entierre en este huerto.

El viejo moro cogió una granada de uno de los arboles y se la dio a probar, de inmediato se sintió mal.

-¡Ahgg… dame …dame la otra granada… ahgg!

-No antes de prometerme que me dejarás cuidar mi huerto y tú de mí hasta que muera.

-¡Lo juro… por Dios lo juro, ahgg… pero dame la maldita granada… que me muero!

El viejo le tendió la mano con otra granada y al masticar sus frutos, Francisco recuperó el resuello. Los dos hombres se dieron la mano cerrando el acuerdo. El moro le enseñaría a cuidar del huerto y él, a cambio, le dejaría vivir tranquilo en la sierra suministrándole lo necesario para su supervivencia.

El cura de la inquisición llegó al mes siguiente. Los vecinos iban recuperando sus huertos poco a poco con la ayuda de Francisco y las enseñanzas que le trasmitía el viejo. Así pues, cuando éste llegó, no había nadie a quien culpar de brujería, pues todos tenían un huerto floreciente.

-¡No he venido desde Granada a que unos torpes agricultores se rían de mí! ¡Alguien tiene que pagar con sus huesos en la hoguera!

-¡A Granada deprisa, volveré con los soldados!-le dijo al cochero.

-¡Vuecencia, vuecencia…llévese estas granadas para el camino! -le dijo un viejo con la cara surcada de arrugas y un bonito bonete. Las cogió de mala gana pero al verlas se le hizo la boca agua.

Con el tiempo, Roque ayudó a los 'conchúos' a volver a tener el esplendor de antaño en sus huertos gracias a los consejos del viejo moro.

Moraleja: No hay mal que por bien no venga.

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