Toros

El Cid se convierte en el triunfador de la tarde

  • El diestro sevillano corta una oreja a cada uno de sus toros en la plaza de Zaragoza · Paquirri y Jiménez, silenciados

GANADERÍA: Toros de Gerardo Ortega, parados y de escaso juego; los mejores, segundo y quinto. TOREROS: Paquirri, silencio y silencio. El Cid, oreja y oreja. César Jiménez, silencio y silencio. Incidencias: Plaza de La Misericordia de Zaragoza. Media entrada.

Tarde de mucho calor en Zaragoza y 5.000 personas para ver una cartel de figuras. Es lo que hay fuera de Feria, aunque se anuncien toreros mediáticos, como hoy, con una terna que abría Rivera Ordóñez, espada que ha mostrado su voluntad colocando banderillas a partir de ahí el toro se ha parado, reponía la embestida y Rivera no ha podido pasar de intentarlo. Al cuarto, lo vuelve a banderillear Rivera Ordóñez y se ovacionan sus deseos de agradar, pero en la franela el toro es un marmolillo, sin emoción, que imposibilita el espectáculo, al que despacha su matador de un pinchazo y una casi entera caída.

Con el segundo, El Cid se ha sentido inspirado y ha manejado el capote con gusto, hasta rematar en la boca de riego. El Cid se relaja y templa, pero el animal solo dura tres tandas por el derecho, pues cuando su matador cambia de mano está ya camino del paraíso, donde llega después de una buena estocada precedida de un metisaca. El quinto tenía quince muletazos y los ha aprovechado El Cid de nuevo con la mano diestra. A partir de ahí el toro dijo basta y el torero tuvo que acortar los terrenos, entrando la faena en una fase anodina. Con la espada, el de Salteras apunta bajo, pero el efecto es fulminante, llegando a sus manos una segunda oreja.

El tercero sale corretón. En la muleta el toro no sirve, se para y cuando embiste, derrota; por lo que César Jiménez no obtiene resultado alguno. El sexto esperó mucho en banderillas y se paró pronto en la muleta, por lo que la labor de César Jiménez resultó baldía, con predominio del unipase y la espera entre un muletazo y otro. Tras intentarlo por ambos pitones, despachó a su enemigo de una entera y dos descabellos, poniendo el broche final a una tarde de escaso contenido artístico.

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