Toros

Manzanares, a gran nivel, y López Simón salen a hombros en Alicante

José María Manzanares, en un pase de pecho a su primer toro.

José María Manzanares, en un pase de pecho a su primer toro. / manuel lorenzo / efe

Tarde triunfal en el cierre de la Feria de Alicante, con un público generoso en una tarde en la que salieron a hombros José María Manzanares, por derecho propio, y Alberto López Simón, entre tanto Enrique Ponce cortó una oreja en un encierro de Juan Pedro Domecq, de juego desigual, en el que destacaron segundo y, principalmente, el quinto.

Manzanares, que contó con un gran lote, esbozó momentos de buen toreo, cortando un total de tres orejas. Se entregó ante el segundo, un encastadísimo animal, al que recibió con dos largas cambiadas de rodillas en las rayas. Toreó muy bien con la diestra, especialmente en una serie de muletazos largos y templados que abrochó con un pase de pecho interminable. Con la zurda también surgieron algunos naturales de calidad. Y hubo en el cierre un cambio de mano deslumbrante. Quiso matar recibiendo y pinchó. Tras una estocada resolutiva fue premiado con una oreja.

Con el encastadísimo quinto, Manzanares realizó una gran faena. Con la derecha destacó en dos tandas con muletazos con temple y una serie en la que brilló especialmente por la ligazón, con un cambio de mano asombroso. Toreó relajado al natural. Mató en la suerte de recibir, con ejecución perfecta, aunque la espada cayó algo desprendida. Dio la vuelta al ruedo con el premio de las dos orejas, acompañado de su hijo.

López Simón, por entrega, acompañó a hombros a Manzanares. Realizó en primer lugar una faena larguísima y voluntariosa ante un toro flojísimo en la que llegó con fuerza al público en el tramo final, con un arrimón. Mató de media trasera y cobró una oreja.

En el sexto, un animal boyante, Simón realizó una faena desigual, con ligazón y el contrapunto de algunos enganchones. Mató de estocada desprendida y fue premiado con dos generosas orejas.

Ponce, con el peor lote, sin apreturas y por momentos con rabia novilleril, consiguió un trofeo del cuarto toro, muy justo en fuerzas, en una labor pulcra que cerró con la poncina y una tanda de rodillas con la derecha. Pese al feo pinchazo en los bajos en la suerte de recibir, fue premiado con una oreja tras una estocada.

Con el que abrió plaza, muy noble, pero flojísimo, Ponce concretó una labor de enfermero. Mató de estocada y fue ovacionado.

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