Toros

Ponce y Liria triunfan en el 125 aniversario del coso de Murcia

  • El diestro murciano reaparece para la ocasión y corta dos orejas a un toro de Juan Pedro Domecq al igual que el diestro valenciano. Manzanares pasea un trofeo

GANADERÍA: Toros de Juan Pedro Domecq, bien presentados, de juego variado. Los mejores, segundo y quinto, aplaudidos en el arrastre. TOREROS: Enrique Ponce, ovación y dos orejas; Pepín Liria, dos orejas y gran ovación. José María Manzanares, silencio y oreja tras aviso. Incidencias: Plaza de toros de La Condomina. Corrida Goyesca en honor al 125 Aniversario del coso de La Condomina. Tres cuartos de entrada.

Los diestros Enrique Ponce y Pepín Liria, que empataron a dos orejas, salieron ayer a hombros en la segunda corrida de la Feria de Murcia, con la que se conmemoraba el 125 aniversario de su inauguración y en la que su compañero de cartel José María Manzanares cortó un apéndice.

El torero de Chiva encontró poca colaboración en el que abría plaza, un astado noble, pero falto de fuerza, que deslució una faena intentada una y otra vez por el espada, que trató siempre de cuidarlo, llevándolo a media altura y administrando su flojedad.

Se desquitó en el cuarto, que aunque también andaba escaso de fuerzas, tuvo las suficientes para dejar que Ponce dibujara una faena llena de elegancia, suavidad y temple, en la que sacó a relucir sus conocimientos, recursos y sensibilidad.

Pepín Liria volvió a ser en Murcia el ciclón de siempre, con un público que se le ha entregado desde el momento de hacer el paseíllo y que ha vibrado con él en sus dos faenas. La mejor fue la realizada al segundo del festejo, un gran toro al que el diestro murciano entendió muy bien y al que sacó tandas de muletazos lentos y relajados que se sucedieron entre el clamor colectivo.

No tuvo colaboración en el que hizo quinto, al que recibió a porta gayola para dibujar después dos faroles de rodillas, seguidos de una serie de verónicas. Fue esta una faena de mayor esfuerzo físico que la primera, pero realizada con la misma predisposición y valor de siempre.

El alicantino José María Manzanares no tuvo suerte con los de su lote. Su primero resultó deslucido y sin clase, por lo que se vio obligado a abreviar al comprobar que todo esfuerzo sería inútil.

El que cerraba plaza carecía de transmisión, y todo lo tuvo que hacer el torero, que se creció ante la adversidad y cuajó una faena muy aceptable, con detalles puntuales de mucha torería.

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