Toros

La sangrienta temporada 2009

  • El Cid, convaleciente, Morante y Perera, entre los matadores de toros que han caído recientemente. El banderillero José María Tejero, herido el jueves en Albacete, es el caso más grave de esta semana

Cuando todavía quedan varias ferias importantes hasta llegar a mediados de octubre en Zaragoza, por El Pilar, y en Jaén, por San Lucas, la temporada 2009, con  más de medio centenar de percances severos, está ya marcada como una de las más sangrientas de los últimos años. En esta campaña, el mes de septiembre –que junto a agosto y julio suele ostentar las cifras más altas de percances– arroja este año unas cifras espectaculares.

Todas las semanas caen varios toreros. Y como el toro no entiende de escalafones, en el hule o el taller de reparaciones, como se conoce en el argot taurino al quirófano, han ingresado desde matadores de toros hasta novilleros, pasando por rejoneadores y banderilleros. Ahí están los casos de Manuel Jesús El Cid, quien la próxima semana decidirá cuándo será su reaparición, y José Antonio Morante de la Puebla, que ha superado dos cornadas, y Miguel Ángel Perera, quien también ha pasado este año en varias ocasiones por el quirófano. Entre los novilleros, han sido escalofriantes la cornada en la tráquea al francés Patrick Oliver o la vivida por Angelino de Arriaga, a quien el pasado martes un astado le desgarró la femoral del muslo derecho. En cuanto a los banderilleros, se da el caso curioso de que el pasado jueves llegaron a caer hasta tres banderilleros: José María Tejero, Pablo Delgado y El Niño de Leganés. De los rejoneadores, el caso más reciente ha sido el del mexicano Gastón Santos, quien esta misma semana sufría fractura de tibia y peroné, al caerle su cabalgadura encima.

Cuando se encadenan varios percances en una racha sangrienta saltan las alarmas y sugen preguntas como “¿se están arrimando hoy en día los toreros más que nunca?” o “¿son los toros de hoy más peligrosos?”. Las respuestas quedan despejadas cuando investigamos en la hemeroteca y observamos que el elevado número de percances de la temporada 2009 también se ha dado en otras campañas de los últimos años, con cifras similares e incluso más elevadas, como sucedió en 2002, que, con casi un centenar de heridos, arrojó la media fue de uno por día. Sin duda, la dureza de la Fiesta, con la cornada como principal protagonista, ha marcado siempre el espectáculo taurino. Los toreros son conocedores de que su anatomía, con el tiempo, acaba en un mapa de cicatrices. Los doctores Ramón Vila, Antonio Crespo Neches y Máximo García Padrós han recogido en los últimos años estadísticas, con las zonas en que los toreros son heridos; siendo el muslo derecho el más castigado.

Hasta mediados del siglo XX las cornadas solían tener consecuencias más dramáticas y la tragedia estaba a la orden del día, entre otras cosas porque las infecciones eran determinantes. En este sentido, hay que tener en cuenta que la cirugía taurina no se había desarrollado y eran muchos los toreros que se tenían que retirar por heridas graves, que en nuestros días se resuelven satisfactoriamente en un periodo de tiempo que calificamos de milagroso. Estos milagros se deben a que el torero no es un paciente cualquiera. Es una persona joven, con una preparación física excepcional y una mentalidad especifica para superar las secuelas del percance y al que atienden en un tiempo récord en una enfermería situada en la plaza de toros, a escasos metros del ruedo.

Si tenemos en cuenta la reflexión anterior, podemos entender que hoy en día, aun con un mayor número de espectáculos anuales que los que se celebraban cada temporada hasta mediados del siglo XX, las víctimas en el toreo hayan descendido, afortunadamente, de manera asombrosa. Sin duda, la aportación de la penicilina por Alexander Fleming fue decisiva. En un repaso en la historia taurina nos encontramos que desde 1880 más de 700 toreros murieron por cornadas. Las víctimas más recientes entre los matadores de toros han sido y Francisco Rivera Paquirri, quien falleció a causa de las terrible cornada que sufrió en el muslo derecho, cuando toreaba en Pozoblanco el 30 de septiembre de 1984 y José Cubero Yiyo, muerto en el mismo ruedo por una cornada en el corazón, el 30 de septiembre de 1985 en Colmenar Viejo. Entre los banderilleros, recordamos las trágicas muertes de Campeño, en Las Ventas, y Montoliú y Ramón Soto Vargas en la Real Maestranza.

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