ciencia abierta

Escuelas sin Darwin

  • Turquía prohíbe la enseñanza de la Evolución Biológica

  • ¿Será un signo de la deriva involucionista de la sociedad?

Portada de un cómic para niños sobre la biografía de Darwin (Editorial Anillo de Sirio).

Portada de un cómic para niños sobre la biografía de Darwin (Editorial Anillo de Sirio). / Jordi Bayarri

Como cada mes de noviembre desde 1993, hemos celebrado estos días la Semana Europea de la Ciencia. Esta ocasión se convierte año tras año en un gran acontecimiento para cientos de miles de escolares que asisten, a lo largo y ancho de la Unión Europea (UE), a las actividades organizadas por científicos voluntarios en sus centros de trabajo. En la Universidad de Granada hemos abierto las puertas a centros educativos no sólo de Bachillerato y Secundaria, sino también de Primaria e incluso Infantil, porque sabemos que el amor a la Ciencia puede descubrirse a cualquier edad.

Feliz con esta situación y mientras trataba de disfrutar de un estupendo desayuno en la "cafetería Darwin" de nuestro querido Parque de las Ciencias, leí con estupor en la prensa que, desde hace unos meses, el actual gobierno de Turquía ha prohibido la enseñanza de la Evolución Biológica en sus escuelas. Turquía, dicen las enciclopedias, es país miembro del Consejo de Europa desde 1949, de la OTAN desde 1952, de la OCDE desde 1961, de la OSCE desde 1973, del G-20 desde 1999 y, por si esto fuera poco, comenzó las negociaciones para su plena adhesión a la UE en 2005. Días después, encontré una noticia similar, esta vez relacionada con la reciente reforma educativa del gobierno de Polonia. A diferencia de Turquía, Polonia sí es un estado miembro de la UE, desde 2004 concretamente. ¿Por qué demonios, en pleno siglo XXI, la enseñanza de la Evolución Biológica está todavía siendo cuestionada dentro de las fronteras de Europa? ¿Será éste un signo más de la deriva involucionista de la sociedad occidental de nuestros días?

Quede claro, no obstante, que yo no creo en la Teoría de Darwin. Efectivamente, ha leído usted bien. Yo no creo en Darwin, como tampoco creo en Newton, ni en Galileo, ni en Einstein, ni en Curie, ni en Wegener, ni en Cajal, ni en Sagan, ni siquiera en Franklin (ya sea Benjamin o Rosalind). Porque la Ciencia, en la cual se basan las Teorías desarrolladas por estas personas, no es un sistema de "creencias" a las cuales uno se adhiere o no, según voluntad. La Ciencia es un conjunto de "prácticas metodológicas" que nos conducen a las mejores explicaciones posibles de la realidad con los datos disponibles en cada momento histórico. Por eso, las Teorías científicas (todas) se encuentran en constante estado de revisión, por más que algunos piensen que tienen la categoría de "definitivas". No hay nada que creer. Comprender esto implica haber adquirido un importante grado de perspectiva sobre lo que supone la generación del conocimiento científico.

Son muy famosos algunos casos de juicios en Estados Unidos (Tennesse, 1925; Pensilvania, 2005) relacionados con profesores que tuvieron que defender la enseñanza de este tema frente a posicionamientos de extremistas religiosos de diversa índole, como el creacionismo y el denominado "diseño inteligente". En 2006 la revista Science (vol. 313: págs. 765-766) publicó los resultados de un estudio comparativo, llevado a cabo en 34 países, en el que se preguntó a la población por su opinión sobre la afirmación "los seres humanos, tal como los conocemos, se desarrollaron a partir de especies anteriores de animales". Turquía resultó ser el país más anti-evolucionista de los encuestados: sólo el 25% de sus ciudadanos se mostró de acuerdo con ella, mientras que el 20% decía no estar seguro y el restante 55% consideró que era falsa. Para el caso de Estados Unidos, curiosamente segundo país en la lista, esta última cifra sólo baja a un 40%.

España se encuentra afortunadamente en los últimos puestos de este ranking, con un 75% de aceptación de la afirmación propuesta. Sin embargo, persisten un 10% de indecisos y un 15% de fervientes opositores anti-evolucionistas en nuestro país que, con documentales de pseudo-ciencia como el reciente La Teoría Fantástica (o cómo se creó el mito de la Evolución) de la productora Altoconcept, están haciendo mucho daño a los auténticos esfuerzos de divulgación de la comunidad científica en este sentido. Los protagonistas del mismo se presentan como científicos de cariz crítico, construyendo un simplificado y torticero discurso, en el que se mezclan verdades con mentiras de un modo auténticamente bochornoso. Les aseguro que lo he visto entero. La hora y media. En el minuto 27 no pude reprimir las arcadas. ¿Se imagina un documental contra la esfericidad de la Tierra o contra la existencia de la fuerza de la gravedad? Pues ese documental es exactamente lo mismo. Niega evidencias. Pueden ahorrárselo.

Cuando en Europa, como colectividad idílicamente dedicada a promover el progreso de los pueblos que la integramos, suceden hechos tan vergonzosos y peligrosos como la prohibición o el cuestionamiento desinformado en las escuelas de determinadas ramas de la Ciencia, no podemos quedarnos de brazos cruzados. Debemos responder, al menos, con más y mejor divulgación. Es hoy más necesario que nunca. En este sentido, le recomiendo una excelente propuesta de cómics para niños avalada por el CSIC: Colección Científicos, de la Editorial Anillo de Sirio (www.anillodesirio.com).

Dentro de unos días, el próximo viernes 24 de noviembre, muchos celebraremos el 158 aniversario de la publicación del libro El origen de las especies, de Charles Darwin. Esperemos que cada año sean más quienes lo hagan.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios