Vivir

La flexibilidad, clave para sobrevivir a la Navidad

Lo único constante en la vida es el cambio". Es una gran frase del filósofo presocrático Heráclito que encierra un pensamiento que me encanta y que uso muy a menudo para compartir con las personas dos evidencias: afrontar los cambios es necesario y vivir el presente es siempre una buena opción. Porque todo está en constante evolución, en constante cambio: nuestras ideas, nuestro cuerpo, lo que nos rodea, las personas con las que nos relacionamos… todo cambia. Y es la resistencia al cambio, o esa necesidad de mantener las cosas invariables, la que nos produce dolor.

Hablemos hoy de cambios, y empecemos por los cuatro elementos determinantes que definen cómo los afrontamos. El primero y más importante es la historia personal de cada uno, que son nuestras experiencias y nuestras creencias. En segundo lugar está la voluntad más o menos firme que caracteriza a cada persona. Le sigue la facilidad que cada cual tiene para aceptar e integrar los cambios, que es la flexibilidad a la que le dedicamos hoy esta página. Y por último está la incomodidad, que no es otra cosa que el piloto que se enciende cuando necesitamos cambiar. ¿Qué les incomoda?

Sean humildes y estén dispuestos a reconocer que pueden equivocarse

Rigidez o flexibilidad

¿Se imaginan una tormenta con fuertes vientos que azota por igual a un pequeño y delgado junco y a una majestuosa y alta palmera? Si la tormenta fuera un cambio, es fácil prever quién resistirá mejor el envite de los vientos. Será el junco, por su extraordinaria flexibilidad.

La ventaja de la flexibilidad, y la relación directa que tiene con la resiliencia, es un concepto que vemos muy claro en la naturaleza, y que tenemos muy en cuenta en la construcción o en la investigación de nuevos materiales. La flexibilidad es siempre una característica muy importante. Pero esto que tenemos tan presente para unas cosas, cuando se trata de nosotros mismos se nos suele olvidar. Nos atrapa la natural resistencia humana al cambio que nos vuelve rígidos de pensamientos y conductas, y eso, paradójicamente, nos hace más vulnerables.

Igual que la palmera, cuando estamos en actitudes o pensamientos muy rígidos que no queremos ni poner en duda, es más fácil que cualquier empujón nos desequilibre, o incluso que nos tire al suelo. Y no se dejen engañar. Los que se caen son ustedes, no quienes les empujan.

La tendencia natural a divagar

Díganme si les suena eso de vivir intentando prever lo que va a pasar, en un constante y aun así efímero presente que cambia continuamente para convertirse en pasado. Así divagamos, que es cómo vivimos cuando no estamos centrados en el ahora.

Divagar es un estado natural de la mente. Es, de hecho, en el que más solemos estar. Y cuando la mente divaga va al pasado a buscar recuerdos y experiencias vividas para hacer una previsión factible o las mejores suposiciones de cara al futuro, y lo hace de forma defensiva, para protegernos. Queremos estar preparados para todo lo que pueda venir. Así que, cuando no tenemos la atención centrada en algo que estemos haciendo en el presente, divagamos, y eso significa presuponer, adelantarnos y prejuzgar, que es justo donde nos encontramos las mayores resistencias que tenemos los seres humanos ante el cambio.

Todas esas suposiciones y juicios que hacemos mientras divagamos se alimentan sobre todo de uno de los elementos más importantes que afectan a cómo afrontamos los cambios: la historia personal de cada uno de nosotros, las experiencias pasadas, que son las que más influyen en nuestra mayor o menos flexibilidad.

Por todo esto, apagar la mente que divaga es lo más efectivo para ganar flexibilidad y ser un resistente junco la mayor parte del tiempo. Se trata de entrenar nuestra atención consciente en el presente, disfrutar del ahora, y pensar que no todo lo que ha pasado tiene que volver a pasar y que no todo lo que prevemos va a ocurrir tal como lo pensamos. El mindfulness, la meditación, el autoconocimiento, son técnicas que ayudan a ser conscientes de que las suposiciones son eso, suposiciones, y nada más.

Más estrategias para ser juncos en Navidad

Estas fiestas navideñas ponen a prueba nuestra flexibilidad muchas veces, y justo por eso es un momento magnífico para entrenarnos en ella, porque tenemos más ocasiones para hacerlo y porque cuantas más veces soy flexible, más flexible me vuelvo. Es una regla mental.

Así que tomen nota de la clave para sobrevivir a esas comidas copiosas con algunas copitas de más que no siempre sacan lo mejor de los compañeros; o para compartir espacio con gente que no siempre te cae bien pero que "como es Navidad…"; o para que no te amarguen el carácter esos kilitos de más que estás acumulando con los polvorones; o para estar sin hacerte el hara-kiri con ese cuñado, o con ese tío o tía que ves una vez al año y es esta noche; o para aguantar estoicamente las colas en los centros comerciales, o para no saltar con esa señora que se cuela en el stand donde envuelven los regalos… Ante todo esto, relájense. Respiren hondo y piensen: soy un junco de ribera y no me van a tumbar.

La mejor estrategia para acompañar ese pensamiento es entrenar tres hábitos. El primero es no predisponerse, o sea, no hacer demasiadas suposiciones. El segundo es no generar expectativas demasiado altas: miren el mundo como es y no como les gustaría que fuera, que en esto también podemos entrenarnos. Y en tercer lugar, el hábito más importante en mi opinión: sean humildes, y estén dispuestos a reconocer que pueden equivocarse, es lo que más abiertos al cambio les va a mantener.

Porque si lo único constante en la vida es el cambio, flexibilizar nuestra capacidad para integrar de forma adaptativa esos cambios nos convierte en personas muy poderosas capaces de afrontarlo todo. ¡Feliz y flexible Navidad!

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