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El mapa del consumo del vino en el mundo

  • Cata de primavera. La región alemana del Palatinado celebra uno de los concursos internacionales más prestigiosos

  • Participan 200 expertos de 40 países para puntuar más de 700 muestras

Esta semana escribo este artículo desde la región del Palatinado, una de las principales zonas vitivinícolas alemanas donde se celebra la 'Cata de Primavera' de uno de los más prestigiosos concursos internacionales de vino, Mundus Vini. Doscientos catadores procedentes de cuarenta y cuatro países para degustar y puntuar más de 700 muestras de vino en cata a ciegas durante una semana. Los vinos premiados podrán lucir en la botella la medalla conseguida: Gran Oro, Oro o Plata.

El éxito de este y otros concursos se debe, en parte, en la confianza que pueda dar al consumidor la exhibición de dichas medallas en las botellas. Su importancia es mayor entre los consumidores de países que no tenían hasta hace poco tradición de beber vino pues sirven de orientación. Precisamente unas horas después de hacerme esa reflexión, consultando la prensa vitivinícola especializada, me encuentro con un artículo en El Correo del Vino Diario que aborda la cuestión de cuáles son los países del mundo en los que más vino se bebe por persona. Según esta publicación, "Europa, 'adicta' al vino es el continente donde se bebe la mayor cantidad de vino per cápita".

Dicho artículo hace referencia a una investigación del Wine Institute de 2016, de la que escribí también entonces en estas páginas, que arroja datos sobre la cantidad que la población del mundo consumía en ese año. "Los cinco países del mundo en los que más vino se bebe al año por persona son según esta fuente: El Vaticano, con 54.2 litros al año por persona; Andorra, con 46.2 litros al año por persona; Croacia, con 44.2 litros al año por persona, Eslovenia, con 44 litros al año por persona y Francia, con 42.5 litros al año por persona". España poseía un tímido promedio de 21.7 litros de vino bebidos por persona al año.

El Correo del Vino Diario explica "el sorprendente primer puesto para el Vaticano", ya que "si se atiende a las particularidades de este lugar, puede comprenderse el alto consumo de vino en dicha región. En este país viven en torno a 1.000 personas y gran parte de su población son adultos mayores de 50 años con suficiente capacidad económica. Teniendo en cuenta que es donde se encuentra la Santa Sede y la Basílica de San Pedro, en este lugar se celebran muchas eucaristías donde el vino es una parte indispensable. Además, en el Vaticano hay un régimen fiscal que apenas grava los productos". En el caso de Andorra, los datos tienen en cuenta el consumo de los turistas y de los españoles y franceses que se desplazan al Principado a comprar vino por su menor fiscalidad. Por lo tanto, ambos son casos especiales y no relevantes en la cuestión que nos planteamos: ¿Qué estamos haciendo mal en España para que siendo el mayor productor de Europa y del mundo tenga una media de consumo de vino tan famélica?

En el sector se apuntan varias razones, sobre todo para comprender lo lejano que ven el vino las generaciones más jóvenes (mayores de edad, por supuesto) y que es lo que influye en la baja del consumo. Y es que muchos jóvenes ven el vino "como algo de mayores" y prefieren otras bebidas que ven más "desenfadadas". Por otro lado, la creencia de que para beber vino hay que saber de vino aleja y "asusta" a muchos potenciales consumidores, cuando la realidad es bien distinta: debemos empezar buscando vinos que nos gusten, nos den placer y, si se quiere profundizar más en este maravilloso mundo, es el momento de aprender, yendo a catas, o incluso haciendo algún cursillo asequible para principiantes. Y cuanto más aprendamos, más nos gusaará beber vino.

Alguna culpa de estas causas tenemos -y me incluyo, porque seguramente habré caído alguna vez en ese error- los comunicadores, que empleando un lenguaje quizás demasiado críptico para los más inexpertos, hemos dado la impresión de que el vino es un producto "elitista" y solo apto para no iniciados. Que hagamos el vino más cercano a todos en parte nos compete.

Pero también hay otra razón de peso y que nos diferencia tanto, por ejemplo, de nuestros vecinos franceses: el hecho gastronómico de nuestro país no está considerado, por la mayoría de los españoles, como un verdadero hecho cultural. El vino forma parte de nuestro legado, de nuestro presente y esperemos que también de nuestro futuro. Mientras el sector se opone a que se meta al vino en el mismo saco que otras bebidas alcohólicas (entre otras cosas, forma parte imprescindible de la tan traída y llevada Dieta Mediterránea), no siempre cuenta con la complicidad de las Administraciones.

El cambio de estilo de vida entre nuestra generación y las anteriores, como por ejemplo que ambos cónyuges trabajen, hace que la familia difícilmente pueda reunirse durante los días laborables para comer o cenar. Ya no se pone la mesa y, si echamos la vista atrás y miramos las mesas de nuestra infancia, seguro que en la de nuestros padres y/o abuelos lo primero que se ponía era el pan y el vino. Los niños lo veíamos sobre la mesa como algo normal, y esa normalización de que el vino es algo que consumido con moderación, puede tener, además, numerosos beneficios para la salud. No es que en Francia, siguiendo con el mismo ejemplo, no haya habido también este cambio de estilo de vida, pero lo han vivido cambiando la forma de llevar el vino a la mesa: siempre que se reúne la familia, o hay algo que festejar, o durante las vacaciones, abrir un vino es símbolo de alegría, de compartir y de disfrutar. Han sabido, sencillamente, implementar otra forma de relacionarse con el vino. En el país vecino, no hay reunión convivial, más o menos formal que se precie si no hay vino.

Como cada domingo, les invito a disfrutarlo con moderación pero de forma asidua. Fíense de los expertos que viajamos por el mundo catando todo tipo de vinos, las medallas de un concurso pueden ser orientadoras del nivel de calidad; luego el vino les satisfará menos o más, según se corresponda más o menos a sus gustos personales. En cualquier caso, brindemos. ¡¡Salud!!

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