La opinión invitada

30 años de PAC en España

  • El autor hace balance y reclama la vuelta de los mecanismos de regulación de mercado.

CELEBRAMOS en estos días los 30 años de aplicación de la Política Agraria Común (PC) en España. Si bien la entrada oficial de nuestro país en el club comunitario se hizo oficial el 1 de enero de 1986, lo cierto es que la mayoría de las medidas aplicables en la entonces única Política Común de la CEE, a través de las organizaciones comunes de mercado (CM), sólo entraron en vigor en nuestro país a partir del 1 de marzo. Es, por tanto, un buen momento para hacer balance y reflexión de nuestra andadura comunitaria, su impacto en la agricultura española y en el trabajo diario de nuestros agricultores y ganaderos.

Creo sinceramente que el balance de estos 30 años ha de ser forzosamente positivo. Muchas de las infraestructuras que tenemos, que han vertebrado nuestro país, están financiadas con fondos europeos y gozamos de unos niveles de vida y bienestar social que posiblemente no tendríamos fuera de la UE.

No obstante, y como todo en la vida, en este balance netamente positivo también hay claroscuros. España entró en la UE en un momento "difícil" en términos agrarios, ya que la época de las vacas gordas había pasado, y estábamos en una Europa excedentaria (los famosos ríos de leche y montañas de mantequilla), con grandes tensiones presupuestarias, comerciales y diplomáticas con otras potencias productoras, y con gran recelo por parte de otros países, temerosos ante la llegada de "la gran despensa mediterránea".

En algunos casos, la entrada de España en la UE, entonces la CEE, fue casi más bien al revés: fue la CEE quien entró en España, imponiendo plazos muy largos para nuestras exportaciones y muy cortos para las importaciones.

Por otra parte, entramos en época de "recortes", esencialmente en los sectores ganaderos, con reestructuraciones impuestas muy serias. Tampoco nos favorecieron las crisis y escándalos alimentarios, como las dioxinas o las vacas locas, que provocaron, sin comerlo ni beberlo, la ruina y el abandono de muchas explotaciones.

Entramos con las tasas de corresponsabilidad y supertasas, vivimos las primeras reformas (Mac Sharry y Fischler, después Fischer Boel y Ciolos), las primeras reducciones en la producción (set-aside y cargas máximas ganaderas) y el auge del desarrollo rural, que como Segundo Pilar de la PAC ha venido ganando cada vez más peso e importancia.

Empezamos a desvincular el pago de la producción, lo que ha supuesto la practica desvinculación de los pagos de la PAC, pasando a un régimen ligado a la hectárea y con muy pocas ayudas acopladas, y la renuncia casi definitiva a mecanismos de ayuda a la exportación e incluso de regulación pública de los mercados, con graves consecuencias como las que estamos viviendo hoy en día en varios sectores, especialmente ganaderos, pero también en frutas y hortalizas o cereales y otros tantos.

La Organización Mundial del Comercio y los acuerdos de Asociación y Librecambio entraron de lleno en nuestro vocabulario y han sido causa de no pocas reformas, como también lo han sido las ultimas adhesiones a la Unión Europea, De aquel club de nueve que nos encontramos en 1986 hemos pasado a 28 miembros y con países importantes llamado a la puerta para ser recibidos.

A pesar de todo, y con enorme esfuerzo, el sector se ha sabido adaptar, y hoy día España es una potencia agrícola y agroalimentaria de primer orden en producciones muy importantes. Algunas de ellas parecían exclusividad de nuestros competidores italianos, franceses o del norte.

Somos una potencia no sólo productora, sino comercializadora y exportadora en aceite de oliva y vino, pero también en porcino, adelantándonos a tradicionales monstruos como Francia o Dinamarca.

Nuestra balanza comercial agroalimentaria es envidiable, con 40.000 millones de euros exportados y un saldo positivo cercano a los 10.000 millones de euros, y sin que hayamos tocado techo.

La renta agraria, según los datos del Ministerio de Agricultura con importantes altibajos en estos últimos 25 años, se ha incrementado de 13.765 millones de euros en 1990 hasta algo más de 22.000 millones en las estimaciones de 2015. Evidentemente, hay que tener en cuenta dos factores importantes. Primero, la inflación; y segundo, los activos en agricultura (1.300.000 en 1990 contra 800.000 en 2015). Teniendo en cuenta esto, la Renta Agraria por UTA se habría revalorizado un 1% anual de media en estos últimos 25 años.

En esta última reforma, que hemos estrenado en 2015, el presupuesto de una Europa en crisis ha marcado las negociaciones (por primera vez es un presupuesto inferior al ejercicio anterior y se limita al 1% de PIB) para la PAC, con otro componente esencial, como es la ecologización de los pagos (un 30% esta ligado al nuevo Pago Verde, además de la condicionalidad y las medidas agroambientales del Segundo Pilar).

Es más que probable que, reforzados con los compromisos adoptados en París en el COP21, en materia de clima y de lucha contra el calentamiento global, los requisitos medioambientales y la ecologización de la PAC sean elementos protagonistas en la PAC que se vislumbre a partir de 2020 y que muy pronto se empezará a negociar.

Concediendo toda la importancia que los sistemas de ayuda y pagos de la PAC tienen en la formación del llamado modelo europeo de agricultura, llevamos afirmando durante varios años que debemos prestar especial atención al mercado.

Más del 70% de nuestras rentas vienen del mercado y la volatilidad de los precios es lo que debe preocuparnos. Las nuevas reformas deberán hacer hincapié en como "gestionar" la volatilidad para poder seguir produciendo y satisfacer las necesidades alimentarias (y no alimentarias) de una población creciente, cumpliendo con las exigencias de la sociedad y los compromisos medioambientales, territoriales y de seguridad alimentaria, y garantizar una viabilidad de nuestras explotaciones y empresas agrarias y agroalimentarias. En definitiva, debemos poder contar con herramientas útiles para controlar la volatilidad de los mercados en unas relaciones comerciales abiertas globalizadas.

El equilibrio de la cadena debe seguir siendo una de las prioridades. Se están haciendo movimientos a favor de una mayor transparencia y confianza entre los eslabones de la cadena, pero queda todavía mucho por hacer.

Debemos buscar el valor añadido de la calidad de nuestras producciones y la internacionalización de nuestras empresas, consolidando los mercados en los que ya está reconocida nuestra calidad y abriendo otros nuevos, aprovechando la nueva diplomacia comercial que está llevando a cabo la Unión Europea y con la imagen de calidad que atesoran los productos españoles.

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