La opinión invitada

El bajo precio de los cereales, inmune a la mejora económica

  • El autor analiza las causas de la desvalorización de las materias primas agrarias.

INTERPRETAR si algo es positivo o negativo depende de cada punto de vista y, como se dice en España, del color con que se mire. Desde el punto de vista español, seguramente estamos inmersos en una tendencia económica positiva, como lo demuestra el dato del 3,2% del crecimiento del PIB durante el pasado año, por encima de la media de otros países de nuestro entorno. A ello se le añade, además, que el paro se situó a finales de 2015 en el 20,7%, que ha aumentado la actividad comercial que decayó considerablemente en los años más profundos de la crisis, y que el mercado inmobiliario se está recomponiendo con el mayor número de operaciones desde el año 2007 -fecha del inicio del declive económico-.

A lo anteriormente expuesto se une el hecho de que los bancos han vuelto a tener liquidez y han comenzado a otorgar créditos fáciles y a bajo coste (interés hipotecario rondando el 2% p.a.) y que las industrias se benefician del bajo precio de las materias primas y del petróleo.

Pero nuestro pan de cada día está en el campo. ¿Qué está ocurriendo en el sector primario? La radiografía del campo se concreta en grandes cosechas de cereal a nivel mundial, aumento de stocks en fin de campaña, una demanda que podemos calificar de moderada y buenas perspectivas para la próxima cosecha. Este cúmulo de circunstancias han creado un mercado a la baja para muchos cereales que, hasta ahora, no han encontrado su punto de inflexión como lo demuestra el hecho de que los compradores se benefician de precios cada vez más bajos.

Esta tendencia descendente provoca, a su vez, una creciente presión en los márgenes comerciales debido al aumento de la competencia. La gran pregunta que hay que formular es ¿hasta cuándo el mercado será capaz de aguantar precios tan bajos?

Para buscar tanto pistas como respuestas a esta cuestión se está organizando la VIII edición de la Bolsa Andaluza de Materias Primas, prevista para el próximo 27 de abril en el teatro Lope de Vega de Sevilla.

La Bolsa se organizará en dos partes. La primera consistirá en una serie de conferencias donde se abordarán la situación actual y perspectivas de los principales mercados de cereales y oleaginosas, actos que se celebrarán el propio recinto del teatro. La segunda parte consistirá en una Feria de Muestras, en el Casino de la Exposición, adyacente al propio Lope de Vega, en la que los participantes pueden intercambiar sus ideas sobre los mercados y realizar contratos mercantiles de estas materias primas.

La gran preocupación de los asistentes a esta celebración es, sin duda, el derrumbe continuo de los precios de los cereales. Y es que, con excepción del azúcar, todos los precios de los cereales, aceites vegetales, carnes y productos lácteos han bajado de forma significativa a lo largo del pasado año. En algunos casos -como el trigo duro- el descenso ha llegado hasta un 40% de su valor. Este desplome supone una fuerte pérdida de ingresos para los agricultores que en muchos casos no pueden ni tan siquiera cubrir los costes de producción.

En algunas de las materias primas los precios se han situado a los niveles de hace quince años, por lo que podría esperarse que la caída se haya frenado y los precios se empiecen a recuperar pronto. Ojalá que así sea.

Se trata, en cualquier caso, de un escenario posible para algunas commodities, como el petróleo, el oro, la plata… pero, de momento, no para el segmento de los cereales.

¿Qué podría provocar un cambio de rumbo en este mercado? Definitivamente creo que una recuperación de los datos macroeconómicos, un aumento del consumo, especialmente en el gigante chino, así como variaciones sustanciales en el cambio euro/dólar y el inicio de las condiciones climáticas adversas a nivel mundial.

En un mercado globalizado como el actual, las súbitas subidas y bajadas pueden provocar que algunos se hagan ricos en tiempos de bonanza, pero también que otros caigan en la pobreza, especialmente en tiempos como los actuales. Es verdad que un mercado libre favorece un entorno competitivo y el avance de la tecnología y del propio mercado. La otra cara de la moneda es, sin embargo, que los más débiles sean incapaces de sobrevivir y se queden por el camino. La desaparición de pequeñas empresas y la formación de grandes grupos tras procesos de fusiones son solo indicadores de este cambio que comentamos.

Por otra parte, el mercado estuvo regulado desde la creación de la propia Unión Europea hasta hace pocos años que se decidió abolirlo. Esta regularización aportó seguridad a muchos productores comunitarios, dado que venía a regular una exorbitante subida o bajada de los precios debido a los sistemas de impuestos de importación o subsidios de exportación, según los casos. Sin embargo, se trataba de un sistema cerrado y no sostenible a largo plazo debido al enorme coste presupuestario que suponía para las arcas de Bruselas, así como por las quejas de los países emergentes y de los Estados Unidos.

Desde mi modesto punto de vista, hay que encontrar un sistema que respete a todos de la mejor forma posible. El mercado tiene que ser competitivo y volátil, pero considero que los excesos de volatilidad se tendrían que regular de alguna forma. Excesos que no se producen por falta o superávit de productos sino por la intervención del capital-riesgo, ajeno al propio mercado cerealista.

Cuál sería la mejor fórmula para solventar estos desequilibrios es tarea de los profesionales y los políticos, aunque considero que con un simple impuesto sobre los beneficios especulativos para empresas ajenas al sector se podría ciertamente limitar la burbuja que ya vimos en los años 2007 y 2014. En todo caso, no hay ni bueno ni malo, la virtud está en el camino de en medio.

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