28-F: Educación y cultura

Educar no es lo mismo que escolarizar

  • Los portátiles para alumnos y los centros bilingües tan sólo son remedios 'baratos'.

LA educación no se mide en cifras, por mucho que cada inicio de curso el Gobierno andaluz esgrima un informe con este enunciado para demostrar su gran esfuerzo inversor, aun en tiempos de crisis, en uno de los pilares básicos de la sociedad. Sin educación no hay progreso,  las estadísticas lo confirman. Y los políticos se recrean en los gráficos de curvas ascendentes para demostrar el avance indiscutible que Andalucía ha experimentado en los últimos 30 años en este campo. Baste una sola referencia: el número de alumnos matriculados se ha duplicado en estas tres décadas. Incluso hay quienes apuntan que hoy está escolarizada más del 100% de la población andaluza, hasta un 115% si se incluye a los niños inmigrantes sin papeles que ni siquiera están en el censo, pero tienen un pupitre reservado en los colegios. La de hoy es una escuela multicultural  con alumnos de más de 40 nacionalidades en una misma aula, como ocurre en muchos centros de la Costa del Sol, por citar un ejemplo. Una escuela sin barreras, donde los discapacitados se integran y se atienden sus necesidades especiales. Y una escuela paritaria y conciliadora que acoge sin restricciones a los menores desde los tres años para que padres y madres puedan trabajar.

Pero la grandeza del sistema no se puede medir sólo en números. Andalucía está entre las comunidades que mayor porcentaje de su Producto Interior Bruto (PIB) invierte en educación. Sí, pero el dinero público que se emplea por alumno no es de los mayores de España; es más, los escolares vascos reciben casi el doble, más de 8.000 euros. La Junta, en más de una ocasión, se ha justificado alegando que hay distintas maneras de computar el esfuerzo inversor. También las hay de despilfarrar. Pero lo que está claro es que este gasto no tiene la misma equivalencia en resultados académicos y nivel del alumnado.

Educar no es sinónimo de mantener en las aulas a todos los andaluces en edad escolar el mayor tiempo posible. De hecho, el actual sistema permite que un alumno esté una década en clase sin aprender nada. En Primaria el estudiante puede pasar seis años y sólo repetir uno sin abrir el libro. Hace 30 años no todos los andaluces tenían fácil acceso al estudio, pero los que lo hacían eran capaces de recitar de carrerilla a los 13 años el nombre de los ríos y montañas de España y hacer raíces cuadradas sin calculadora. Hoy llegan muchos más a la Universidad, 229.818 están matriculados este año, pero su preparación ruboriza a catedráticos que tienen que dedicar semanas a corregir la ortografía y repasar, si es que alguna vez lo aprendieron, operaciones matemáticas básicas.   

También hay otros números, los de las calificaciones. Un tercio de alumnos no superan el 5. Los informes PISA han hecho saltar las alarmas y han puesto en evidencia al país delante de medio mundo. El sistema español está enfermo y el diagnóstico se agrava en Andalucía, donde el fracaso escolar en la Educación Secundaria Obligatoria (ESO) ha aumentado en más de 7 puntos desde el año 2000. El 34% de los alumnos no acaban hoy la ESO. El abandono de los pupitres era en Andalucía igual al del resto del país hace una década y actualmente es cuatro puntos superior a la media nacional, algo en lo que ha tenido algo que ver el boom del ladrillo de la última década. Muchos optaron por irse a los albañiles antes que seguir paseando libros.

¿En qué momento se torció el renglón? Todas las miradas apuntan a la Logse y a su intento por revolucionar la educación. Lo consiguió, pero sin éxito. Y luego llegaron otros intentos fallidos. En los últimos 30 años han sido ya seis reformas legislativas a nivel general, y una más en Andalucía.  Y ningún partido –en el ámbito nacional ha habido oportunidad– ha sido capaz de enderezar el sistema. Cada gobierno ha impulsado su ley y se ha perdido el tiempo y el dinero público en discutir, hasta llevar al Tribunal Supremo la asignatura de Educación para la Ciudadanía o  la retirada de los crucifijos de las aulas.

Las claves del fracaso hay que buscarlas en la pésima aplicación de las normas. Muy deficiente en recursos. ¿Cómo impartir una educación que atienda a las necesidades de cada alumno sin una plantilla adecuada?  Se habló de reducir la ratio de alumnos por profesores, pero se quedó sólo en teoría.

El sistema educativo desarrollado desde los años 80 no ha primado el esfuerzo y sí la promoción automática, lo que ha facilitado la mezcolanza en las aulas de alumnos con distintos niveles. Un reto imposible para los profesores, atados de pies y manos, que han tenido prohibido traumatizar con un suspenso a los alumnos.  Y los malos estudiantes se han hecho fuertes. ¿Que me suspendes? Pues te mando a mi padre y ya verás. O te rompo la cara. Son casos reales y, desgraciadamente, no tan aislados como durante años se ha intentado vender. Acoso y agresiones escolares. Alegan algunos que siempre ha existido: ¿Recuerda al  cuatro ojos al que le rompían las gafas? No son invenciones de  medios de comunicación morbosos. El problema existe y ha  quemado a miles de docentes, enfermos ya de por vida (laboral).  Paradójicamente, la filosofía de una ley, como la Logse, que impulsó la educación en valores ha fomentado la violencia y muchos padres han desertado y entregado sus hijos al sistema, olvidando que la primera lección se toma en casa.

Han sido varias décadas de despropósitos y la solución se complica. La última ley andaluza, la LEA, se ha aprobado con buenos propósitos. Pero hay muchos deberes por hacer para mejorar la calidad, que nada tienen que ver con pagar incentivos a los profesores que aprueben a más alumnos. Hasta ahora se han buscado soluciones baratas, fáciles de vender. La moda de las escuelas bilingües y la era de la ignorancia matizada. Colegios con techos que se derrumban tienen aulas TIC, un portátil  para cada alumno de 5º de Primaria, pero no hay dinero para más profesores de refuerzo.

Remedios que aparecen y desaparecen a trompicones. Se habla de mantener al alumno dos años más en la escuela obligatoria, ahora que ha caído un 25% la tasa de matriculados en Bachillerato.  Y, por qué no, fomentar la Formación profesional, sin complejos. Es la eterna asignatura pendiente. Treinta años después, apremia una solución y ésta, sin duda, pasa por mejorar la calidad de la educación de las generaciones que tendrán que dar la vuelta a otros números  e informes, los del paro y la economía  en Andalucía.

Los hijos de la Logse y otras leyes fallidas

La crisis ha devuelto a las aulas a muchos hijos de la Logse y otros fracasos legislativos. Las clases nocturnas están a reventar de jóvenes que abandonaron el sistema educativo y ahora han visto las orejas al lobo del desempleo. Y vuelven a una enseñanza también tocada. Estos alumnos merecen una segunda oportunidad y el sistema, otra reforma, y ya serían más de siete en 30 años.  El gran logro es haber universalizado la educación: hoy todos pueden estudiar, aunque más de un tercio no quiere y entorpece al resto. La escuela pública ha crecido a un ritmo que ha dejado pequeñas y obsoletas sus infraestructuras. Y surgen nuevos problemas, de organización y espacio. Aprobar a estas alturas es difícil. El remedio va más allá de un mayor o menor presupuesto.  La clave está en hacer borrón y recuperar la calidad.

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