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Equipos de trabajo emocionalmente inteligentes

  • La emocionalidad de los equipos es un factor determinante que influye de forma decisiva en las relaciones que se crean entre los miembros y los resultados que obtienen juntos

Equipos de trabajo emocionalmente inteligentes

Equipos de trabajo emocionalmente inteligentes

Tener equipos muy productivos que además vivan y generen un buen clima laboral es el sueño de cualquier organización. Ya no se pone en duda que la satisfacción personal y profesional de los trabajadores es una garantía de buen hacer y de compromiso con la marca. Por eso invertir en las personas es una inversión segura. Y por eso el coaching de equipos, los procesos individuales de coaching ejecutivo, trabajar la inteligencia emocional de los empleados o cualquier otra acción que implique el desarrollo profesional y personal de los trabajadores, es una opción más que recomendable. Pero aún más recomendable es reflexionar sobre cómo, cuándo y para qué poner en marcha esas herramientas.

Un equipo en dos dimensiones: productividad y positividad

En esta reflexión compartida de hoy nos vamos a centrar en dos dimensiones de los equipos que influyen siempre en su forma de hacer, en sus resultados y en el clima laboral de toda la empresa. Me refiero a la positividad y a la productividad.

Correlacionar estos dos factores, con el sentido común en la mano, nos permite diferenciar cuatro tipos bien diferentes de equipos de trabajo. Esto nos va a servir para identificar a cuál se parece el que estamos liderando o ese en el que estamos participando. A partir de ahí, como siempre, lo importante será tomar decisiones sobre qué equipo de trabajo queremos, ya sea como miembro del mismo o como líder, actuando sobre estos dos factores.

El primer supuesto que nos propone la correlación entre positividad y productividad sería un equipo en el que los dos factores brillan por su ausencia. En el extremo estaría un equipo que vive con mucha negatividad el trabajo y además es muy poco productivo. Se trata de un equipo en el que casi con toda seguridad las personas se codean a diario con las críticas y el sentimiento de culpa. Además, posiblemente, el miedo al fracaso está muy presente, lo que lleva a sus miembros a conductas defensivas y poco proactivas basadas en el “no saco la cabeza no vaya a ser que me la corten”. Con semejantes dosis de negatividad emocional y resultados tan pobres, no hay sentido de pertenencia potenciador y, con mucha probabilidad, es un equipo que se organiza regular, planifica con dificultad y por tanto lo habitual para él será “apagar fuegos”.

En el segundo supuesto nos encontraríamos al equipo en el que existe una alta dosis de positividad, pero muy baja productividad. Siguiendo el mismo sentido común de antes, se trataría de un equipo en el que los miembros se sienten muy conectados y se divierten juntos. Posiblemente por eso las incompetencias que puedan darse son aceptadas, porque lo importante es llevarse bien. Por la misma razón el sentido de la urgencia o la excelencia de la tarea no son prioritarios, y es complicado que el equipo consiga focalizarse todos a la vez en un objetivo claro. En este tipo de equipo, más cercano a un grupo colegial, la resistencia al cambio de sus miembros es alta, porque la fiesta continua es muy cómoda.

El tercer supuesto que se deriva de correlacionar productividad y positividad nos llevaría a un equipo en el que los resultados son muy buenos aunque lo viven en un ambiente muy negativo. En este extremo de la comparativa que estamos construyendo, los miembros del equipo seguramente saben ir a lo esencial en sus tareas, trabajan muchísimo y tienen los objetivos claros, pero posiblemente lo vivan desde la competitividad y el individualismo profesional. Son equipos en los que sus miembros responden bien a las órdenes directas personales y, más que el sentido de pertenencia, lo que buscan es sobre todo satisfacer su necesidad de reconocimiento para destacar. Todo esto hace que en este tipo de equipos las bajas por agotamiento o por cualquier otra oportunidad profesional para seguir destacando son frecuentes.

Y por fin llegamos al equipo estrella que cualquier empresa sueña con tener, uno en el que la productividad es muy alta y además tiene una alta dosis de positividad. Suponiendo otra vez el extremo de los dos factores, aquí es donde nos encontramos con equipos exitosos, divertidos y comprometidos en los que la creatividad y la inspiración fluyen para conseguir los objetivos propuestos. El sentido de pertenencia es más alto aún que en el equipo colegial, porque lo avala los resultados que consiguen juntos, por lo que además las críticas posiblemente sean constructivas y no hay sentimiento de culpa. A todo esto hay que añadir que las conductas, sin un ambiente hostil, son más abiertas y proactivas.

Hacia el equipo estrella

Es ya muy habitual que las organizaciones inviertan en la formación de sus personas desde un enfoque integral que incluye la dimensión emocional. Y eso está genial, porque construir equipos estrella necesita trabajar todas las competencias de las personas de forma equilibrada, tanto las más relacionadas con la productividad y la tarea, como las que se refieren a la emocionalidad. Pero además es necesario hacerlo dentro de una estrategia de gestión de personas clara y estable a medio plazo que no caiga en la superficialidad de pensar que con organizar las actividades formativas es suficiente.

Lo que hace eficaz celebrar un team-building, un programa de coaching de equipos, acciones de motivación o un plan de desarrollo de competencias fundamentales como la comunicación, el liderazgo, la interdependencia profesional o la integración del cambio, por ejemplo, es tener los objetivos claros y estables en el tiempo, e interpretar los resultados que se obtienen para darles respuesta. Lo contrario puede frustrar a los trabajadores o, como poco, aburrirles. La incoherencia de las políticas de gestión de personas resulta cara.

Pero no hay nada más transformador y rentable si hay una estrategia sincera y coherente de la organización, y además está dispuesta a responder y poner en marcha acciones concretas a partir de las inquietudes y propuestas que surgen de los trabajadores. Eso es lo que más fuerte hacer una cultura corporativa, que es la tierra abonada para hacer crecer equipos estrella, emocionalmente inteligentes y muy productivos.

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