En tres palabras

Evidencias científicas en la Consejería de Igual Da

  • Comprar el marco conceptual de Vox no sólo delata su influencia sino la debilidad intelectual de la consejera tras la polémica por la brecha salarial

Rocío Ruiz, consejera de Igualdad.

Rocío Ruiz, consejera de Igualdad. / Julio Muñoz / Efe

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La consejera de Igualdad ha pedido evidencias científicas de la brecha salarial. Es como pedir evidencias científicas de que hay pobreza infantil, más allá de las habladurías de Cáritas con sus fantasías de niños precarios. O como pedir evidencias científicas de que hay racismo, que afecta a gitanos, magrebíes o subsaharianos. O pedir evidencias científicas de que hay ancianos en soledad que sufren abandono...

Reclamar evidencias científicas tiene una pátina de respetabilidad, ya que uno parece aspirar al rigor del conocimiento, pero cuando se piden evidencias científicas de algo obvio no demuestra rigor sino ignorancia o mala fe. Si alguien pide evidencias científicas de que la tierra es redonda solo demuestra ser un gran cretino. Como si una ministra de Energía pide evidencias científicas del cambio climático.

Va de suyo que evidencias de la brecha salarial hay a paletadas, con abundante literatura académica y numerosos estudios de instituciones y organismos internacionales, del FMI o el Foro de Davos a la UE o Naciones Unidas. Si una consejera reclama evidencias científicas de algo que debería constituir una premisa de su trabajo, solo tiene una opción. Sólo una. Y no pasa precisamente por cobrar la nómina de julio en el cargo. Eso sí que es una evidencia científica: la consejera no merecería ser la consejera, al menos no sin provocar vergüenza

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No, no es particularmente importante que la consejera de Igualdad rectificase dos días después, una vez que en realidad el portavoz del Gobierno ya le había pasado el tippex a sus palabras. Como esa diputada socialista que cuestionó esta semana que el hombre pisara la Luna: lo asombroso es decir algo así espontáneamente; va de suyo que rectificar después es inevitable, por tratar de deshacer el ridículo. Y eso mismo vale para la consejera de Igualdad, sí, de Igualdad, aunque quizá ella entienda lo suyo como Consejería de Igual Da.

Comprar el marco conceptual de Vox no sólo delata la influencia de Vox, algo por demás obvio para cualquier observador de la política andaluza, sino la debilidad intelectual de la consejera. Lo de Vox es notorio. Su proyección en los presupuestos no tiene entidad económica –apenas un 0,005%– pero sí entidad conceptual, inoculando la violencia intrafamiliar, penalizando la inserción de inmigrantes, introduciendo las gestas nacionales, sembrando sospechas sobre el PER a estas alturas, en general todo su pack de fetiches retóricos con carácter simbólico.

El precio en euros es bajo, pero ¿y el coste moral? Pues ahí está lo de la brecha salarial. O lo del consejero Juan Bravo, léase Juan Bravissimo, siempre dispuesto a un do de pecho, incluso al riesgo de distorsionar el éxito de la gestión presupuestaria, por supuesto con la anuencia de Marta Bosquet, una de las decepciones del primer semestre del Cambio, que ejerce en el Parlamento el Más de lo Mismo con los peores vicios del estilo socialista: como duodécima consejera. Es ya tristemente una evidencia casi científica.

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Más escandaloso que el video del vicepresidente del PP de Huelva jaleando a los freseros a robar agua de Doñana ha sido el silencio de los dirigentes del PP ante el video. Ese silencio cómplice sí que es asombroso. Ni siquiera la secretaria del partido, que es precisamente de Huelva, ha encontrado alicientes para pronunciarse a pesar de que ella es la lengua más rápida al este del Odiel, capaz de pronunciarse en términos drásticos sobre cualquier cosa antes de que desenfunde el rival. Pero al parecer no ve nada raro en ese compañero que anima saltarse la ley, incluso incitando a usar la violencia, y además con el acuífero de Doñana, patrimonio de la Humanidad sobreexplotado por las captaciones ilegales. “Lo estáis haciendo de puta madre”, dice, y al parecer es el criterio compartido por los dirigentes de su partido.

El PP en definitiva ha preferido defender al energúmeno con la lógica de aquel secretario de Estado de USA: “sí, es un energúmeno, pero es nuestro energúmeno”. Eso sí, aquel secretario de Estado usó un término algo más gráfico y altisonante. Poco importa, por supuesto, que esos pozos ilegales ya hayan llegado al Tribunal de Justicia de la UE. En fin, al menos quedan dos evidencias científicas… Una: el PP da más valor a un puñado de votos que a Doñana. Dos: está claro lo que el PP considera hacerlo de puta madre.

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