Dos años del cambio de Gobierno en Andalucía

  • El nuevo Gobierno se ha afanado en eliminar el ADN socialista de la administración autonómica

La Junta no es del PSOE

Juanma Moreno, junto al escudo nuevo de la Junta, que posteriormente sería retirado. Juanma Moreno, junto al escudo nuevo de la Junta, que posteriormente sería retirado.

Juanma Moreno, junto al escudo nuevo de la Junta, que posteriormente sería retirado. / María José López/EP

El cambio andaluz es un cambio sin desencanto, la victoria de los partidos de centro y derecha se produjo de una forma tan sorpresiva que apenas había levantado esperanzas y si lo hizo, se vieron colmadas muy pronto, porque el cambio en Andalucía era la salida del PSOE de los extensos órganos de poder de la Junta.

Los socialistas crearon la primera administración autonómica de la historia junto a otros partidos, no estuvieron solos en ese empeño, pero la construcción fue suya; las consejerías, el SAS, Canal Sur, el plan Infoca, la agencia Idea... todo moldeado con los mismos dedos. La Junta era el PSOE. El éxito de este partido se basó en que logró identificarse con Andalucía y mimetizarse en la Junta. Y esto es lo que el Gobierno de Juanma Moreno y, en especial, el PP se han empeñado en cambiar, busca que su sorprendente victoria sea duradera.

El consejero de Presidencia, Elías Bendodo, portavoz y uno de los tres hombres fuertes del Ejecutivo, junto a Juan Marín y Juan Bravo, fue el ejecutor e ideólogo de una primera estrategia del Gobierno de Juanma Moreno que pasaba, precisamente, por enterrar al PSOE en un descrédito aún mayor del que le había llevado la derrota de las elecciones. Sus primeras ruedas de prensa de 2019 y 2020, todas hasta que estalló la pandemia, fueron un ajuste de cuentas con el pasado. Un día revelaba cuántos andaluces se encontraban esperando una cita médica; otro, el número real de dependientes y, al siguiente, el volumen de viales de la gripe que, según su denuncia, se habían perdido o regalado. Hasta se llegó a insinuar que el PSOE se había financiado con las vacunas que no se encontraban. En algunas denuncias, sobre todo las relacionadas con la sanidad y lo social, el nuevo Gobierno acertó; en otras, la lengua se le fue demasiado lejos. Bendodo llegó a descubrir cajas fuertes llenas de documentación y cámaras secretas que, supuestamente, se habían escondido a la acción de la Justicia, cuando en realidad sólo eran archivadores de papeles conocidos repartidos por distintos edificios, aunque muy mal ordenados.

Bajo esta estrategia, que pasaba por enterrar al PSOE, Bendodo acometió un cambio de imagen que afectaba a toda la Junta, modificó su logotipo y la imagen corporativa. Del paraguas anterior, identificado con los gobiernos socialistas, se pasó a una A mayúscula que conserva la punta de flecha. Juan Carlos Patrón diseñó la nueva imagen, con un contrato de 14.500 euros, a lo que se hubo de añadir los 185.000 euros del manual corporativo y la cifra inexacta de la sustitución de la imagen en edificios, salas de prensa, vehículos, carpetas y un largo etcétera de soportes propagandísticos.

El presidente de la Junta, Juanma Moreno, llegó a lucir en la solapa y en un estrado un escudo diferente, un Hércules rodeado de laureles y con una corona real. Esto suponía una modificación de una imagen que, a diferencia de la corporativa, es estatutaria y, por tanto, inmutable. Moreno retiró los laureles y no los ha vuelto a lucir, aunque el TSJA ha admitido a trámite una denuncia en lo Contencioso contra este cambio, una acción formulada por el sindicato SAT, el de Diego Cañamero.

La pulsión cosmética del cambio no sólo reside en el PP. Vox ha intentado cambiar por los mismos motivos el nombre del Canal Sur, el único que ha tenido la radiotelevisión autonómica desde que se inauguró. La propuesta fue estudiada por el PP y por Ciudadanos, y se pensó como sustituto la marca ATV, la del tercer canal, pero al final se concluyó en que Canal Sur es una marca comercial consolidada y conocida.

Ciudadanos pinta menos en lo ideológico, aunque Juan Marín, el número dos del Gobierno, sigue la batuta de Elías Bendodo con más rabia, a veces en allegro molto vivace, otros como representación bufa. Se copia lo que es rentable, y ambos lideran lo que fue una de las grandes estrategias del PSOE andaluz: la confrontación con el Gobierno central. El lamento por el escaso respeto de Moncloa por la autonomía andaluza es un mantra que comparten Bendodo, Marín, Zarrías y María Jesús Montero.

Más allá de estos cambios epidérmicos, cosmética a granel, el verdadero relevo del PP fue el que cambió la larga nómina de altos cargos de la Junta, sus empresas y consorcios. Sólo queda un alto cargo que sigue en su puesto desde el anterior Gobierno de Susana Díaz: Manuel Cervera, gerente de la Fundación Tres Culturas. Cervera fue consejero político de Manuel Chaves, y su permanencia en el cargo tiene mucho que ver con el respaldo que le da Marruecos, uno de los tres socios de esta fundación. Juan Antonio Cortercero, uno de los hombres de San Telmo en los últimos años socialistas, sigue siendo el secretario del Consejo Audiovisual, aunque este es un cargo que debe recaer sobre un funcionario de alto rango de la Junta y él lo es.

El PP y Ciudadanos han nombrado 262 altos cargos en la administración, a los que hay que sumar, próximamente, los 32 nuevos delegados provinciales que el Gobierno quiere nombrar mediante una ampliación de la representación territorial.

Es un cambio sin desencanto, porque el PP carecía de un programa económico de Gobierno bien diseñado, digamos que estaba hecho para presentarse a unas elecciones, pero poco más. Aun así, el Ejecutivo de Juanma Moreno firmó un brillante inicio en el arranque de la legislatura en cuanto a la contención del gasto. Aprobó unos Presupuestos de 2019 para sólo unos meses, y cerró ese año con un pequeño superávit. Liquidó el impuesto de Sucesiones y de Donaciones con una tremenda bonificación y bajó unos puntos el IRPF, aunque el diferencial de la bajada es menor aún que el del último Gobierno de Susana Díaz. En ese sentido, cumplió con lo más llamativo de su programa tan pronto como llegó. Si la economía mejora tras la pandemia, seguirá en este empeño.

Otras reformas son más complicadas, y muchas otras forman parte de un imaginario construido en la oposición por los populares. El PP criticó durante años la llamada administración paralela, pero ahora sabe que está compuesta, en su mayor parte, por empresas instrumentales que cubren servicios. Ha eliminado algunos consorcios y fundaciones que en realidad o estaban en proceso de disolución o carecían de funciones y de casi personal. Por eso, a pesar de la eliminación de algunas de éstas, el presupuesto de esto que se llamó administración paralela subirá en el año 2021.

Lo mismo ocurrió con los alquileres que la Junta paga a los altos cargos que tienen que cambiar de ciudad de residencia, que se han mantenido, cuando no aumentado o con los nombramientos partidistas de los responsables de las consejerías y sus departamentos, aunque el caso paradigmático de rectificación va a ser la ampliación del número de delegados provinciales. No es que sean como los socialistas, es que el PP criticó en la oposición muchos principios que estaban cargado de lógica. No se puede ser delegado provincia de Educación y, a la vez, de Asuntos Sociales.

El cambio sin desencanto se ha visto alterado por la pandemia. El Gobierno de Juanma Moreno ha aparcado la agenda reformista y ha girado sus políticas hacia un centro con un carácter social muy marcado. El presupuesto de la Consejería de Salud supera en 1.000 millones de euros el último que dejó Susana Díaz, esto ocurrió en 2020 y volverá a pasar en 2021. Hospitales como el Militar de Sevilla y el de Estepona estarán abiertos en los próximos meses, Juanma Moreno va a inaugurar reformas, ampliaciones y construcciones de nueva planta de centros en esta legislatura. De repente, y a causa de la pandemia, el PP se ha reconocido en la sanidad pública andaluza.

Al poco de llegar al Gobierno, uno de sus responsables comentó a un grupo de periodistas que la sanidad pública no les preocupaba demasiado desde un punto de vista electoral, porque buena parte de sus votantes también eran usuarios de la privada. El problema, según esta versión, la tuvo Susana Díaz, que tuvo manifestaciones por la sanidad en Granada, Málaga, Huelva y Sevilla casi hasta la campaña electoral. Esta opinión ha cambiado de un modo radical, y el PP desea seguir mejorando la sanidad pública en los próximos años, sin retroceder al punto de partida que, en efecto, era bastante pobre. Díaz perdió dos primarias, las de su partido y la de la atención sanitaria. Quién iba a pensar en el PP que terminarían por reclutar a toda la bolsa de trabajo del SAS.

Lo mismo cabe decir de la Educación. El Gobierno andaluz aumentó el presupuesto y el sector respondió con una modélica apertura de los colegios e institutos. En este caso, sí va a favorecer a la concertada. Habrá 60 conciertos para bachiller y formación profesional, y se irán aumentando año a año. El cambio sin desencanto proseguirá.

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