José Manuel Atencia | Soltando Grillos

El acuerdo de Andalucía con el amigo invisible

  • Entre el recuento de los votos y la constitución del nuevo Gobierno, hay un espacio acotado en el tiempo donde se cruzan los que se resisten a salir con los que dan empujones para entrar

El acuerdo de Andalucía con el amigo invisible

El acuerdo de Andalucía con el amigo invisible / Rosell

Al parecer, salvo Susana Díaz, todo el mundo dio por hecho la misma noche del pasado 2 de diciembre lo que ha ocurrido ahora, que Juanma Moreno será el presidente de la Junta de Andalucía, Ciudadanos su socio de Gobierno con la presidencia del Parlamento y Vox el partido que permitió con sus 12 votos la constitución de la mesa y hará lo propio con la investidura del candidato del PP.

Es muy grande el premio y demasiado larga la espera, más de 36 años, para andarse con remilgos ideológicos. El PP lo tuvo claro desde el minuto cero y Ciudadanos también, aunque para estos últimos había que intentar vestir el acuerdo para que Vox esté pero sin que pareciera que lo está. Como la realidad, especialmente la de los números, es siempre terca, los votos de Vox han sido y van a ser determinantes. El tiempo, siempre implacable, dirá que incidencia tendrá ese apoyo sobre el futuro de cada uno de los partidos que lo reciben.

Desde la noche electoral, los andaluces hemos vivido una especie de comedia de enredo cuyo final estaba escrito de antemano. De ahí que hayamos asistidos impertérritos a fingidos giros en las negociaciones, enfados simulados y una exagerada teatralización por parte de todos los protagonistas. Lo habitual, en cualquier baile que precede al emparejamiento.

Aún nos queda mucho recorrido democrático para que los acuerdos se anuncien incluyendo también la letra pequeña

Aún nos queda mucho recorrido democrático para que las negociaciones políticas se hagan con luz y taquígrafos, y sobre todo para que en los acuerdos se anuncien incluyendo también la letra pequeña. Esas cosas de las que luego nos vamos enterando con el tiempo y nos provoca tanta desazón y sorpresa.

Entre el recuento de los votos y la constitución de un nuevo Gobierno, hay un espacio acotado en el tiempo donde se cruzan en una misma puerta los que se resisten a salir con los que dan empujones para entrar. Cuando esas cosas ocurren en un metro, hay un cartel en el que se recomienda que antes de entrar dejen salir. En política, debería suceder igual. Es un signo de civismo y de buena educación, a la educación democrática me refiero.

El PP se ha encontrado sin creérselo con una oportunidad histórica y alcanza la presidencia con un candidato que perdió de forma abrumadora las elecciones

Puede resultar hasta humano que tras cerca de cuatro décadas en el poder y habiendo ganado las últimas elecciones aunque sin mayoría para retenerlo, sea difícil salir por la puerta grande. De ahí, sin embargo, a descubrir a medio Gobierno en funciones haciendo oposición a unas medidas que no se han tomado por un ejecutivo que todavía no existe hay un enorme trecho.

En democracia, los números son determinantes. Y en un régimen de mayorías parlamentarias, se puede ganar perdiendo. El PP, que durante mucho tiempo le llamó a eso “un pacto de perdedores”, descubrió la luz de las matemáticas cuando el recuento le convenía en Andalucía y dejó para mejores tiempos la gran máxima de sus proclamas políticas, la de que debe gobernar siempre la lista más votada.

El PP se ha encontrado, sin creérselo, con una oportunidad histórica. Alcanza la presidencia de la Junta de Andalucía con un candidato, Juanma Moreno, que perdió y de forma abrumadora las pasadas elecciones autonómicas. No hay nada que objetar, cuenta con un acuerdo con Ciudadanos y el respaldo a la investidura que le dará Vox, que suman más diputados que los que tienen PSOE y Adelante Andalucía.

Sin embargo, tendrá que apencar durante toda la legislatura con un pecado original que será la gran arma de la que disfrutará la oposición en el Parlamento, el respaldo de un partido político que discute la propia necesidad de que exista el estado autonómico, con ideales claramente xenófobos y un discurso populista y de extrema derecha.

Tendrán que apencar toda la legislatura con un pecado original que será la gran arma de la que disfrutará la oposición en el Parlamento

Visto lo visto, existen pocas dudas ya de lo que va a ocurrir en la sesión de investidura, por lo que sería bueno que los que tienen que salir lo hagan de forma ordenada, mientras los que van a entrar dejen de dar empujones que nadie les va a quitar el sitio. Ni el Gobierno del Estado es del PP y una anormalidad que lo ejerza otro partido, como parece desprenderse, a veces, de las declaraciones de muchos dirigentes populares; ni la Junta es del PSOE por muchos años que haya estado al frente de ella de forma ininterrumpida, hasta el extremo de confundir, demasiadas veces, el partido con la institución.

En 2019 comienza una nueva etapa para esta comunidad autónoma. El año 1 de Andalucía después del PSOE, con un nuevo Gobierno que gustará a unos y disgustará a otros. Del ejercicio del poder que luego haga, hay siempre una cita ineludible para juzgarlo: cada cuatro años, los mismos que pusieron a uno, pueden cambiarlo por otro. O mantenerlo, que era lo que había ocurrido durante casi cuatro décadas en esta tierra.

Tan democrático era entonces, como es ahora. Lo único que resulta ridículo de todo esto, es que algunos se empeñen en hacernos creer que hay un acuerdo de Gobierno entre dos partidos y un amigo invisible. El PP pacta con Ciudadanos, por un lado. Y con Vox, de otro. De todo se beneficia Ciudadanos, pero se empeña en hacernos creer que desconoce quién le hace los regalos.

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