La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

El cambio lento

Moreno necesita más tiempo para lograr verdaderos cambios, lo que no sabemos es si contará con una posición cómoda

El presidente Moreno.

El presidente Moreno. / M. G. (Sevilla)

Tres años después de las elecciones que dieron lugar al autodenominado Gobierno del cambio se aprecia con claridad que tenemos un presidente que aspira más a ser Feijóo que Ayuso. Moreno es el mejor activo de este Ejecutivo, no hay duda. Está muy por encima de los consejeros, pero se ha quedado corto con el cambio en muchas parcelas. Sólo tiene 26 diputados, pero en la práctica ha fagocitado a Ciudadanos con tal intensidad que hasta se presume de que no hay diferencias entre los consejeros de un partido y el otro. Por eso es exigible un cambio más intenso. Arguye el presidente que del poco tiempo que lleva en el cargo, una gran parte se lo ha pasado bregando con la pandemia. Cierto. Pero Ayuso, por ejemplo, no ha tenido reparos en seguir pisando fuerte en asuntos ajenos a la pandemia. Y mucho menos Pedro Sánchez, que ya hemos visto la cantidad de leyes que nos ha colado (Educación, eutanasia...) y nos pretende colar (Seguridad Ciudadana) sin los necesarios debates ni pactos previos. Desde luego mejor quedarse quieto que gobernar a lo loco.

Moreno sale absolutamente limpio de la crisis provocada por el virus después (no se olvide) de haber sufrido mucho con una bacteria que tuvo en jaque al Ejecutivo:la listeria. El coronavirus ha reforzado el perfil institucional del presidente. Moreno necesita más tiempo para consolidar los cambios por su propia forma de ser como político. Es una cuestión de estilo que no lo exime, pero sí explica su proceder. No dudamos de que Moreno no las tiene todas consigo de cara a las elecciones. Por eso no las convoca, porque la mejora sustancial que obtendrá en número de escaños puede no traducirse en un gobierno más cómodo, sino muy al contrario: cargado de curvas por la necesidad de convivir a diario con Vox.

Moreno podría emular a Ayuso: jugársela en unos comicios adelantados y obtener una mayoría suficiente para gobernar en solitario, pero no tiene esa garantía. Mientras tanto le está regalando un tiempo precioso a Juan Espadas, quien se encuentra con unos meses que le permiten acabar con el vodevil de la sucesión en la Alcaldía de Sevilla y poner orden en la sede regional del PSOE, donde cada vez pasa más horas. Los números no cuadran como quisiera el presidente. Cuanto ahora ocurre es ya puro tacticismo. El cambio sabe a poco. ¡Si hasta los de Vox han estado los tres años votando a favor de casi todo lo planteado por el Gobierno! Se ha podido hacer más. Más que un cambio tranquilo, el andaluz está siendo un cambio lento.

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