Alberto Grimaldi

agrimaldi@grupojoly.com

La difícil promesa de la “nueva mayoría”

El compromiso que adquiere Juanma Moreno de no aplicar el rodillo de sus 58 diputados y gobernar desde el diálogo será arduo, porque tendrá siempre la certeza de que sus politicas se convertirán en ley

Los diputados del PP y el Gobierno en funciones aplauden a Juanma Moreno tras su discurso de ivnestidura.

Los diputados del PP y el Gobierno en funciones aplauden a Juanma Moreno tras su discurso de ivnestidura. / Juan Carlos Muñoz

Un discurso de investidura es mucho más que un programa de Gobierno. Es una declaración de intenciones de qué tipo de gobernanza quiere ejercer el candidato que solicita la confianza de la Cámara. 

Los andaluces que votan despejaron hace poco más de un mes la incógnita de que el PP tendrá mayoría holgada para desplegar sus políticas, pero el candidato a la reelección, Juanma Moreno, se presentó ante los 109 diputados andaluces como si no tuviese asegurado que al menos 58 de ellos le investirán hoy por segunda vez en tres años y medio como presidente de la Junta de Andalucía, la comunidad más poblada de España y la segunda en territorio del país, con un tamaño similar, como él mismo recordó, a la de la vecina Portugal. 

El discurso, sobre todo en sus formas aunque también en el fondo, que articuló Moreno dejó claro desde el principio que el amplio respaldo que el votante andaluz le ha dado no es le exime de rendir cuentas ante los ciudadanos, de buscar el consenso por la vía del diálogo, sin renunciar a “gobernar con firmeza y con la determinación de hacer las reformas y políticas” que cree “necesarias”. 

Porque Moreno, pese a llevar tres años y medio en el Palacio de San Telmo, no olvida la larga travesía que su partido hizo en la oposición, incluso habiendo ganado unas elecciones claramente en 2012.  

Desde esa premisa, construyó el pilar sobre el que quiere edificar esta XII Legislatura, lo que denomina “una nueva mayoría”. 

Y es ahí, incluso más que en la batería de medidas avanzadas en el discurso, donde se se cimenta la piedra angular del primer Gobierno en solitario del PP en Andalucía.  

Porque la promesa de una nueva mayoría es muy difícil de cumplir cuando se tiene la certeza que las políticas que propone tu Ejecutivo tienen la garantía de que se aprobarán en el Parlamento que alumbra las leyes autonómicas. 

Pese a la dificultad que comporta el compromiso, lo cierto es que Moreno se esmeró en anclarlo en la parte inicial de su discurso. Renunció a usar un rodillo como el PP denunciaba que usaba el PSOE en los años que tuvo mayoría absoluta en la Cámara. Prometió “diálogo permanente” y animó a la oposición a no dudar en ejercer su “papel democrático de control e iniciativa” legislativa. Porque no considera que la nueva composición del Parlamento sea una excusa para nadie, tampoco para los grupos que no van a gobernar, por lo que les pidió que su representación no les lleve a la inacción, la apatía o la confrontación total. 

Repitió la frase que ya avanzara en su discurso en la presentación del Anuario Joly Andalucía: una mayoría absoluta no tiene que significar una oposición absoluta. 

Y a partir de ahí desplegó una idea muy interesante, convertir el clima político amable y “respirable” que, dijo, ya se ha vivido en la XI Legislatura en un “sello de calidad de la política andaluza”. 

Porque Moreno parece estar convencido que la legislatura del cambio ha propiciado en Andalucía “un salto cualitativo en la madurez de la política”, que no duda en que no debe ser excepción sino ejemplo para el panorama nacional. 

Y en ese clima prometió que el Gobierno de la mayoría será también el de la confianza. “Confianza en Andalucía y en los andaluces”, en la “capacidad para buscar respuestas antes las incertidumbres económicas y sociales” y en tener la “ambición de ser mejores, conquistando espacios de liderazgo en España y Europa”. 

Ciertamente queda mucho por hacer en ese terreno si consideramos que la primera edición del informativo de la televisión pública nacional, La1, dedicó este miércoles un escaso minuto al debate de investidura de la autonomía más poblada de España.  

Citando a Churchill, prometió gobernar con coraje: tomando decisiones y escuchando más que nunca a la sociedad andaluza. 

Tras esa declaración de principios vinieron las medidas. La continuación de las políticas de liberalismo igualitario que en realidad ha desplegado en su primera legislatura al frente del Gobierno andaluz en coalición con Ciudadanos, hoy una fuerza extraparlamentaria, para las que, eso sí, tuvo palabras de agradecimiento.  

Los ejes políticos que marcó son los mismos –¿acaso podría ser de otra forma?– que le han permitido tener un amplísimo respaldo en las urnas: una reforma fiscal que baje más los impuestos sin que suponga –otra promesa ardua– una merma de la calidad de los servicios públicos. Es más, sostuvo que quiere que sean más fuertes y generen mayor bienestar. 

Todas sus propuestas tienen un marcado acento económico y se asientan en la necesidad de actuar ante las incertidumbres que amenazan de forma muy seria la recuperación, con especial énfasis en la lucha contra la inflación: el enemigo a batir.  

Eso sí, ahí descargó la artillería contra el Gobierno central de PSOE y UP, porque le señaló como el competente –le faltó decir el culpable– para adoptar medidas que realmente permitan frenar la sangría que para las rentas de los ciudadanos está significando la crisis de precios.  

En román paladino: habrá diálogo en las Cinco Llagas pero también confrontación con el ejecutivo de Pedro Sánchez. Y es en cierto modo lógica, porque la política que plantea está en las antípodas de la que despliega el Ejecutivo central, que fía a más impuestos la lucha contra la inflación. Confrontación en asuntos como la PAC de los ecoesquemas, que pidió que se aplace y se replantee. Y también en la reclamación de infraestructuras, singularmente las hídricas, porque el agua es una de las prioridades para Andalucía. Y, por supuesto, en reclamar una financiación autonómica que abandone un modelo “obsoleto” que “perjudica” a los andaluces. 

También renovó su compromiso por que Andalucía sea verde, en pos de una soberanía energética que los tiempos líquidos actuales exigen. O por una revolución educativa, porque quiere mejorar los servicios de las dos principales competencias de la Junta: Educación y Sanidad.  

Pero sobre todo ello, reafirmó al pedir la confianza de la cámara los principios de esa nueva mayoría, que pretende otorgar a Andalucía un papel fundamental en España, desde un compromiso rotundo con la Constitución Española y el Estatuto de Autonomía de Andalucía. 

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