Apuntes y coreografías

Los resultados del domingo obligan a un cambio en la Junta si los vencedores no quieren perder el aura de renovación que los ha encumbrado

Dos periodistas siguen en la sede del PSOE de Almería la comparecencia de Susana Díaz la noche del 2-D.

Dos periodistas siguen en la sede del PSOE de Almería la comparecencia de Susana Díaz la noche del 2-D. / Rafa González

El resultado electoral del pasado domingo mantenía ayer en estado de shock a todos los partidos. La izquierda anda hundida intentando explicarse cómo una comunidad teóricamente escorada hacia su lado ha sido capaz de darle semejante sopapo. La derecha, por su parte, permanece en un éxtasis divino propio de quien espera la muerte y halla la resurrección. Con sus matices, pero en el arco que va de Ciudadanos a Vox nadie tiene motivo para hacer otra cosa que brindar, aunque sólo sea por el momento. Vayamos por partes.

El gran fiasco del 2D es el PSOE, humillado en su feudo histórico a cotas que nadie se podía imaginar. Los socialistas transitan estos días por la primera fase del luto, la de la negación. Veremos cuánto tardan en pasar a la de la ira para acabar en la negociación. Que seguro que la habrá. Los socialistas han caído víctimas de sí mismos, de un exceso de confianza que les ha llevado a vivir al margen de la realidad que les circunda. El síndrome del coche oficial les llevó incluso a pensar que podrían hasta mejorar sus resultados y la propia Susana Díaz fue incapaz de reaccionar hasta que la tempestad ya se había aposentado sobre su cabeza. El mensaje del domingo sólo tiene una lectura, la del cambio, y esa lectura pasa indefectiblemente por la salida del PSOE de la Junta. Quien no lo entienda así tiene un problema grave. El resultado electoral además ofrece un enorme problema al partido pues lo sumerge en una crisis interna de consecuencias impredecibles a cinco meses de las municipales. Comenzarán las disensiones, los codazos y las traiciones. Son muchos los que se quedan en la calle y eso se notará también en un incremento de la presión para las listas de las municipales, que deberán acoger en su seno a las víctimas de lo ocurrido el domingo. Y esa digestión va a ser muy pesada.

El otro gran perdedor en la izquierda es Adelante Andalucía, cuyo fracaso es mayúsculo. Pierde votos y escaños, pero lo que es más grave pierde el contacto con la realidad. En un partido que basa su fuerza en la gente que ésta le dé la espalda es un golpe casi definitivo. Porque no han querido mirar a Podemos muchos que se vieron identificados en su nacimiento, cuando la crisis ahogaba. La situación ahora es menos asfixiante y, sobre todo, los líderes podemitas han demostrado que con el tiempo todo el mundo se aburguesa y se muda a los barrios nobles. En sectores en los que el activismo social es razón de existir esas traiciones se pagan caras. Y junto a ello está la lectura de una confluencia que obviaba a una buena parte de la Izquierda Unida fundacional. Aquélla que lleva años luchando y que ha sido maltratada por la formación morada. Muchos de los que se quedaron en la coalición cuando estalló el fenómeno Pablo Iglesias jamás respaldarán a los que les tildaron de retrógrados, dictadores y comunistas viejos.

Un perdedor que ha ganado es el PP. Cuando estaban encargadas las coronas de flores para el entierro político de Juanma Moreno, una luz ha venido a salvarlo. La debacle socialista ha servido para tapar la propia de los populares, que obtienen su peor resultado y se ven superados por la fiebre naranja en numerosas ciudades andaluzas. Moreno debe apresurarse a formar gobierno para que nadie perciba que se ha dejado unos cientos de miles de votos en el camino y a partir de ahí tratar de reflotar en cinco meses una nave que hace aguas. Para ello será fundamental la capacidad de restañar las heridas del pasado dentro de sus propias filas, algo que será más fácil dado el ingente número de cargos que ahora habrá que cubrir.

Menos prisa va a demostrar Ciudadanos, gran vencedor de los comicios y que ha visto cómo el hundimiento de Susana Díaz y la irrupción verde han oscurecido su éxito. Juan Marín necesita que cale en el electorado que ellos son los verdaderos vencedores de esta lucha y que el PP se ha hundido. Es por ello que lo previsible es que comience unos juegos florales de ofrecimiento a todo quisque para que pase el tiempo y se disipe la niebla que ahora enturbia su crecimiento. En un ambiente de cambio como el vivido el 2D un pacto naranja con el PSOE y la abstención de Adelante podría significar su defenestración en unos nuevos comicios. Quien vende cambio y apertura de ventanas no puede virar su discurso sobre la marcha. Además, es difícil que Albert Rivera vaya a ceder a un acuerdo que podría pasarle una gran factura en las próximas generales.

Y para que todo esto salga será necesario el concurso de Vox, la gran sorpresa. El partido verde irrumpe con aura de extrema derecha pero con menos radicalismo entre sus votantes de lo que pueda parecer. Vox ha sido la vía de escape a la indignación de miles de andaluces que se han cansado de ceder, de ver que prioridades como la educación, la sanidad o el empleo quedaban sepultados por debates menores. Personas que pasan factura a los grandes partidos por su actitud ante los nacionalismos, por su escasa defensa del concepto de España, por su falta de compromiso con la corrupción, por su arrogancia o por su incapacidad de dar respuesta a las dudas que genera la inmigración. Más que por ser un movimiento de extrema derecha -que podría serlo en sus principales figuras políticas- lo ocurrido con Vox respondería a una pulsión de cambio instalada en todas las clases sociales, que recoge votos de todo el arco ideológico y que reclama una regeneración. De la capacidad de los demás partidos de responder ante esta realidad dependerá que el partido verde se consolide o no.

Con casi un mes por delante hasta que se conforme el nuevo Parlamento el panorama se ofrece muy abierto y viendo el impacto nacional que ha tenido el resultado del domingo que nadie espere soluciones rápidas ni fáciles. Hay demasiadas vidas en juego.

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