Juicio a Bretón

El estupor ante un crimen truculento

  • Ruth Ortiz escucha el veredicto en sala junto a varios familiares.

La sala de vistas enmudeció ayer mientras el Jurado daba lectura de su veredicto. Después de 21 meses desde la desaparición de los menores, José Bretón fue declarado culpable de un hecho atroz y muy difícil de entender por la mente humana. Mató a sus hijos y los quemó en una pira funeraria, que hizo con sus propias manos y de forma premeditaba.

El relato probado de los hechos retumbaba en los oídos de todos los que estaban en ese momento en sala, entre los que se encontraba la madre de los pequeños, Ruth Ortiz, arropada por gran parte de su familia, como su madre, Obdulia, y su hermano Estanislao. Si durante la vista oral había preferido refugiarse en una sala habilitada para víctimas de violencia de género, ayer Ruth sacó todas sus fuerzas para enfrentarse al que ya es el autor de la muerte de sus dos hijos. Ayer no hubo mamparas de por medio. Ella quería ver con sus propios ojos qué pasaba en esa sala y vivirlo allí y no a través de una pantalla de plasma. En el momento en el que el Jurado pronunció la palabra culpable en su cara se dibujó un gesto de alivio, al saber que al fin se había hecho justicia. Ella sabía que nunca más volverá a ver a sus hijos con vida, que no podrá volver a abrazarlos, ni a darles un beso, ni decirles te quiero. Pero, al menos, le quedaba el consuelo de que quien acabó con sus vidas pagará su crimen entre rejas.

Bretón adoptó la misma postura que ha tenido durante las tres semanas de juicio. Una vez más se quiso mantener oculto tras su máscara de acero. Ni un sólo gesto se vio en su cara. Conoció el veredicto del Jurado totalmente impasible, como si no fuese el culpable de haber matado a sus dos hijos quemándolos en una hoguera.

El Jurado relataba la consecución de los hechos, mientras que Bretón miraba, con unos ojos que llegaban a horrorizar, al infinito, abstraído por sus pensamientos. Quizás por su mente pasaron las imágenes de aquel truculento día en el que, guiado por su ánimo de venganza, decidió matar a sus hijos para causarle a su exmujer el mayor dolor posible que se le puede provocar a una madre. Aprovechándose de su mayor fortaleza física dio muerte a dos niños que, con tan sólo 6 y dos años, veían en él la figura endiosada de un padre.

Por su cabeza tuvieron que pasar los flash que siempre quedan ante esos momentos que se convierten en imborrables. Porque para cualquier persona, por muy fría o calculadora que sea, tiene que ser imposible olvidar el momento en el que decide colocar los pequeños cuerpos de sus hijos sobre una pira funeraria hasta llegar a calcinarlos.

Ahora José Bretón sabe que no saldrá en mucho tiempo de la prisión de Alcolea, donde ingresó el 17 de octubre de 2011. Allí regresó ayer de nuevo después de que lo declarasen culpable y allí pasará muchos años. Pero, quizás confíe aún en su letrado, que ayer estuvo un día más a su lado, y aún se aferre a la posibilidad de que quedan más vías legales para conseguir la ansiada libertad.

Por el momento lo que está ya claro es que José Bretón, después de casi dos años, es el culpable de la muerte de sus dos hijos. Un crimen horrendo y que va a contra natura de las leyes humanas.

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