Andalucía

La gobernanta de San Vicente

  • En un año Susana Díaz se ha convertido en la mujer fuerte del PSOE. Hija de un fontanero municipal de Sevilla, antigua catequista y licenciada en Derecho, dirige el partido con mano de hierro, a veces de modo cruel, según sus críticos. Es el apoyo de Griñán, admira a Guerra y hace migas con José Blanco.

A priori, Susana Díaz proyecta entre la militancia socialista dos de las características de una eficaz secretaria de Organización: la mitad habla mal de ella y la otra, le respeta casi temerosamente porque reconoce sus capacidades. Pero sus críticos más furibundos -que los tiene en ese grado extremo, y bastantes- mantienen que, a pesar de esas indudables dotes de mando, le falta algo para un triunfo duradero. Quizás cintura para la negociación, mano izquierda y, sobre todo, una buena dosis de sensibilidad, aunque ésta vaya aderezada con cierta hipocresía para evitar que la nómina de agraviados  dejados a lo largo de sus años de militancia se levanten un día contra ella. Eso sí: la confianza que el secretario general de los socialistas andaluces, José Antonio Griñán, es plena. Parte del griñanismo se sustenta sobre el susanato.

A sólo un año y medio de ser elegida secretaria de Organización, esta sevillana próxima a cumplir 37 años -trianera para más detalles, porque el otro lado del río imprime carácter- se ha convertido en la mujer fuerte del PSOE andaluz. Es la gobernanta de la sede de la calle de San Vicente, la persona que lo controla todo, aun a riesgo de no dar abasto. 

Su capacidad de trabajo nadie la pone en duda. Pasa los días completos en la sede, donde es bastante habitual que sortee el almuerzo con un simple bocadillo y una coca-cola como acompañamiento. Por ella pasan todos los papeles; es ella la que decide asuntos tan domésticos como el derribo de un tabique, y es ella la interlocutora autorizada para la oposición. Tanto Antonio Sanz, secretario general del PP, como Diego Valderas, el líder de IU, saben que  es la persona con la que deben hablar para resolver los asuntos del Parlamento y los del Gobierno, muy por encima de la consejera de Presidencia, Mar Moreno. Y es que en el círculo de poder de Griñán hay cuatro puntos cardinales: además de Díaz; la secretaria general de Presidencia, Rosa Castillejo, con la que la primera mantiene en común una forma muy estricta de marcar su propio territorio; el viceconsejero Antonio Lozano, y el responsable de la Consejería de Innovación, Antonio Ávila.

 

Sus detractores le critican su falta de escrúpulos a la hora de acabar con el chavismo en Andalucía y la falta de sustento ideológico, incluso le afean su trato personal -hay varias personas que dejaron San Vicente cuando ella comenzó a ejercer de verdad, después de la salida del vicesecretario Rafael Velasco-, pero le admiten un gran conocimiento de los resortes del poder orgánico del partido. "Susanas hay muchas en el PSOE, no sólo en Andalucía, jóvenes que se afiliaron a Juventudes Socialistas cuando nosotros ya gobernábamos", comenta un dirigente actual del PSOE, alguien que conoce bien al partido en el resto de España. Es como si ambos militasen en partidos diferentes. 

 

A ello hay que apuntar una preferencia personal que no es baladí. Si hay un político al que Díaz admira -y lo afirma donde sea necesario-,  es otro sevillano: Alfonso Guerra, no sólo conocido por el tinte rojo que le dio a los gobiernos de González, sino por el control férreo que ejerció sobre el partido. Se cuenta que en su apogeo, Guerra confeccionaba las listas provinciales del PSOE desde la Moncloa o desde Ferraz. El que se movía no salía en la foto.

 

Junto a Rafael Velasco, el dimitido vicesecretario general del PSOE, y el portavoz parlamentario, el onubense Mario Jiménez, Susana Díaz echó la dentadura política, colmillos incluidos, en los pasillos y despachos de San Vicente. Eran los dirigentes de Juventudes, los  señalados por Luis Pizarro en un congreso de Jaén donde se opusieron a Nono Guinea, el preferido de Gaspar Zarrías.  Explican de ella -y es cierto- que, siendo responsable de Organización de esta formación quiso echar del partido a una joven Bibiana Aído, porque ésta estaba forzando un congreso provincial del que saldría secretaria general de los cachorros gaditanos en contra del preferido de Susana Díaz. Hoy en día, ambas están en el mismo bando, en el apoyo a Griñán frente a los dos líderes históricos que restan del chavismo, Luis Pizarro y Gaspar Zarrías.

 

Rafael, Mario y Susana formaban la tríada de esas Juventudes, aunque a los tres les diferenciaba un carácter distinto. Ésa fue una de las razones por la que Rafael Velasco dimitió como número dos del PSOE andaluz el año pasado, dejando el paso a Susana Díaz. Por su forma de ser: ni aguantó los diez telediarios de rigor ni tampoco sintió el apoyo que Griñán le debió prestar en los días cuando su honorabilidad se puso en entredicho; el aliento de Díaz lo sintió demasiado cerca, y el presidente no supo, o no quiso, decirle lo que él quería oír. Aunque el viejo aparato quiso buscar otro vicesecretario, Díaz resistió y se ganó el puesto de número dos del partido.

 

A ella se le podría calificar como una de las fontaneras del nuevo partido de Griñán, casi la única, aunque su trabajo no sólo está entre bambalinas. Pero fontanera, también. Su padre es fontanero municipal del Ayuntamiento de Sevilla, como lo fue su abuelo, y ella pertenece a una familia obrera de Triana, barrio por donde comenzó a destacar en sus tiempos de catequista. Hoy, casada y sin hijos, sigue siendo una fervorosa seguidora de las hermandades trianeras.

 

De allí, de esos principios de activista cristiana -estudió en un colegio de monjas-, pasó a afiliarse a Juventudes; algunos cuentan que de la mano del ex concejal Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, uno de los críticos de la dirección sevillana y alejado de Díaz desde hace años. La número dos del PSOE andaluz era, por entonces, una persona muy distinta. Las fotografías de mediados de los noventa presentan a una chica de pelo negro, ensortijado y con unos cuantos kilos más que ahora, que lleva el cabello largo y la figura, más estilizada. Posiblemente, fruto de los consejos de algunos de sus colaboradores. 

 

Ahora está más limada, se licenció en Derecho después de bastantes años de matriculaciones, tiene  un posgrado del Instituto San Telmo e, incluso, ha reforzado su aprendizaje del inglés, aunque no ha perdido el desparpajo y una sinceridad a veces cruda. Fue ella -por encargo de Griñán- quien le solicitó al ex consejero de Empleo, Antonio Fernández, que dejase el Parlamento después de haber sido elegido presidente del Consejo Regulador del Jerez, justo cuando estaba a las puertas de la futura imputación de la jueza Alaya por el caso de los ERE. Y si no te vas -vino a decirle- el grupo solicitará tu acta. 

 

Su campo de aprendizaje ha sido Sevilla, aunque ahora mantiene una buena relación en Madrid con José Blanco, el vicesecretario general del PSOE. Durante los años noventa y hasta el 2004, el líder del socialismo sevillano fue José Caballos, el portavoz más brillante que ha tenido el PSOE en el Parlamento y otra molécula orgánica del partido, capaz de agrupar en torno a sí uno de los pocos movimientos que le plantó cara a Manuel Chaves durante su reinado andaluz. De Susana Díaz se cuenta que se crió "en los pechos de Caballos", del que aprendió lo bueno y lo malo de la vida interna del partido, aunque el ex portavoz lo ha negado algunas veces: fue una militante que llamaba la atención, la dirigente de Triana, pero ni mucho menos su Pigmalión.

 

Sin embargo, varias personas con las que ha hablado este medio sí han explicado que Pepe Caballos la señalaba por aquellos años noventa como esa joven a la que no había que perder de vista.

 

Fue Caballos quien quiso que la joven trianera fuese concejala del Ayuntamiento de Sevilla, aunque también se señala al ex secretario general de esta provincia como el hombre que la sacó del Consistorio para enviarla al Congreso de los Diputados, a Madrid con motivo de las elecciones generales de 2004. Meses después, tras el congreso de verano que sucedió a los comicios donde ganó Zapatero, Chaves decide desplazar a José Caballos. Es cuando comienza uno de los momentos estelares de Susana Díaz. Tras proponérselo al alcalde hispalense Alfredo Sánchez Monteseirín, es José Antonio Viera quien liderará la lucha contra Caballos, pero con dos aliados, Fernando Rodríguez Villalobos, presidente de la Diputación y el hombre que controla la provincia, y Susana Díaz, la que puede ganarle al factótum de la capital.

Hubo una reunión preparatoria de esta acción que se celebró en la sede donde Viera era el delegado del Gobierno. Uno de los asistentes explicó a este periódico que no sabe cómo, pero Díaz llegó al encuentro, y a la pregunta de uno de los asistentes sobre quién era esa joven, alguien contestó: "Si quieres saber algo de Sevilla, le preguntas a ella". 

 

Ese congreso de Sevilla, en el que finalmente Viera ganaría a Caballos por algo menos de un 55%, fue el máster en secretaria de Organización de Susana Díaz, si bien es cierto que Pizarro, Zarrías y el propio Chaves se fajaron a fondo armados con el poder institucional que reunían. Posteriormente, a Viera le salió otro competidor en otro congreso: Demetrio Pérez. Pero esta vez, Susana Díaz consiguió que ni siquiera reuniese los avales para presentar su candidatura.

 

José Blanco mantiene que el secretario de Organización de un partido es como el consejero delegado de una empresa, lo avalan los beneficios electorales, y Díaz, de momento, ha cosechado la derrota de las municipales. Ahora, le restan otras dos citas: las generales del 20-N y las autonómicas de 2012. Algunos creen que pase lo que pase, ella y el aparato, resistirán, incluso aunque Griñán caiga.  

 

"Aunque el PSOE pierda y  Griñán se vaya, no existirá una suficiente coordinación entre los críticos para que ella se vaya. Controla Sevilla, Huelva, Almería, parte de Córdoba y parte de Málaga; todos seremos perdedores pero ellos mantendrán el control", concluye uno de sus críticos más analíticos. 

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