Andalucía

2011, el gran año electoral

  • Zapatero no volverá a presentarse, aunque puede adelantar unos meses, sólo unos meses, las elecciones en función de las municipales. Si es así, Griñán debe decidir si seguir sus pasos

CLARO que sí. Si muge como una vaca, es blanca, pero de negro moteado como una vaca, gasta cuernos como una vaca y da abundante leche como una vaca, es probable que nuestro animal incógnita sea una vaca. Si Sonsoles Espinosa no lo ha abandonado en La Moncloa por haber incumplido el pacto familiar de tan sólo ocho años de inquilinato, si las encuestas lo sitúan como uno de los políticos peor valorados del país, si su partido sigue buceando en las encuestas y si él mismo sigue sin aclarar su futuro político, es porque José Luis Rodríguez Zapatero no se presentará a la reelección en 2012. Es fácil: si así no fuera -es decir, si quisiera volver a a las urnas- y no sólo lo supiese ya su esposa, sino, además, algún mirlo blanco de su entorno, ¿para qué seguir ocultándolo?

No, Zapatero no concurrirá a las próximas elecciones generales, y si mantiene la incógnita, es porque a partir de la revelación, justo a partir de entonces, no sólo sería un pato cojo -que es como llaman los estadounidenses al presidente en su último mandato-, sino un capón asado. Quemado. Desde que Largo Caballero e Indalecio Prieto andaran a mamporros a las puertas de la Guerra Civil, en el PSOE temen más a un congreso que en Écija al Argamasilla. Se sabe por dónde entra, pero no por dónde sale. Por eso no lo dice, pero se irá. Eso sí, cuando la legislatura haya concluido o casi concluido, y qué más da si es marzo de 2012 o en diciembre de 2011.

En su última rueda de prensa de 2010, ha calmado a los suyos con el anuncio de que no dimitirá. Como es su deber. Agotará el mandato y acometerá todas las reformas precisas para demostrar que España es un país jodido, pero digno de confianza. Zapatero es un presidente contradictorio. Posiblemente, para una mayoría será el peor presidente del reciente período democrático, pero dejará en su haber varias perlas: las reformas sociales radicales, las económicas, posiblemente el final de ETA por la derrota de la banda, la conversión de Televisión Española en una de las pocas cadenas plurales del país y su paso impoluto por el poder, ni un caso de corrupción alrededor de su persona y los suyos.

El cuándo, el momento de confirmar lo que todos ya sabemos, el instante en que anunciará cuándo serán las elecciones, dependerá del resultado de los comicios municipales y autonómicos del 22 de mayo. Ésa será la verdadera fecha del próximo año, lo que un dirigente socialista andaluz llama "el punto de inflexión".

Si como se intuye, el PSOE pierde en España la ciudad de Barcelona, la comunidad autónoma de Castilla-La Mancha y, además, no es capaz de quitar a Esperanza Aguirre la mayoría absoluta en Madrid, aunque sea por la subida de votos del impronunciable partido de Rosa Díez; si también entrega Sevilla, alguna diputación andaluza y varias grandes ciudades del sur -caso de Jerez o de Algeciras-, la legislatura se acortará por unos meses y Zapatero anunciará su despedida para no perjudicar a su partido. Entonces, sí llegará un congreso, lo más controlado posible.

Si es así, si las elecciones municipales suponen una debacle para el PSOE en toda España y las generales se adelantan unos meses, el presidente andaluz, José Antonio Griñán, deberá tomar la decisión estratégica más importante de su mandato: llegar hasta marzo de 2012 y vérselas en solitario con Javier Arenas o mimetizarse con el sucesor de Zapatero, ya sea Alfredo, Pérez o Rubalcaba. (Si ZP no fuese un Bambi que desayuna carne cruda, sería Rubalcaba).

La tesis de Griñán y de la nueva dirección del PSOE andaluz es que unas elecciones separadas y posteriores a las generales, bajo el supuesto de que las ganase Rajoy, sería lo mejor para sus opciones. Suponen que una victoria popular en España sacaría de sus casas a los tradicionales electores socialistas andaluces por aquello de la teoría de las compensaciones. Diseños de papel. La realidad se compone de muchos más elementos y, además, qué pobre resulta oír que para que el PSOE se asegure la victoria en Andalucía es necesario que el PP vuelva a La Moncloa.

No obstante, estas cabilaciones de salón van a pasar a un segundo plano. Posiblemente, esta semana que entra el presidente Griñán volverá reunirse en una suerte de cumbre con algunos de los hombres fuertes de su partido. Como ya ocurrió hace unos meses, estarán el casipresidente Pérez Rubalcaba y Manuel Chaves; se incorporará el consejero de Gobernación, Luis Pizarro, últimamente rescatado, y no estará Gaspar Zarrías. Parece que, de momento, tienen castigado a este estajanovista de la política. "Zarrías habla en nombre de Madrid (por el comité federal), pero Madrid no es Zarrías", acostumbran a explicar los nuevos dirigentes socialistas andaluces. Además, tampoco irá Rafael Velasco, y sí Susana Díaz, secretaria de Organización y número dos de facto en el PSOE andaluz.

Allí, en la cumbre -la fecha y el lugar lo cerrará el propio Griñán de modo personal con Madrid-, se hablará de las transferencias pendientes, pero también de la estrategia electoral. Lo lógico es que no trascienda mucho de las nuevas recetas de cocina, cuyo objetivo básico es conseguir que Griñán no sea el último presidente socialista de Andalucía. La ejecutiva andaluza está en ello, y a los descontentos, melancólicos y hastiados, Chaves les ha dado la consigna de que cierren filas en torno a José Antonio Griñán.

Les queda algo más de un año y el posible apoyo de Izquierda Unida para romper la victoria demoscópica del PP de Javier Arenas. El año será éste: 2011.

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