Gracia Rodríguez, fiscal de la audiencia de jaén

"Un hombre que maltrata habitualmente a su mujer no puede ser un buen padre"

  • El porcentaje de mujeres muertas sin mediar denuncia sigue siendo "altísimo" en una sociedad que ya no es un sujeto pasivo. "Hay fallos garrafales en la protección de los niños", reconoce.

No sólo puestos de trabajo. Esta crisis que parece no tocar fondo se está llevando por delante, también, la certeza de saber que hay salida. En 2011, el número de denuncias por malos tratos descendió en un 4,1%. Y lejos de celebrarlo, Inmaculada Montalbán, directora del Observatorio de Violencia de Género, achacó este descenso a la dependencia económica, a la falta de futuro: "La crisis frena las denuncias y frena también la posibilidad de que las mujeres puedan salir del círculo de la violencia. Las mujeres tienen medio por su futuro, sobre todo, las que dependen de su pareja". Gracia Rodríguez (Madrid, 1967), fiscal jefe de la Audiencia Provincial de Jaén en la Sección Contra la Violencia Sobre la Mujer, de dilatada trayectoria jurídica, es tajante en su postura: de la violencia de género se sale, pero se necesita colaboración, de la víctima y su entorno. Un entorno en el que "siempre" los más desprotegidos son los niños, como desgraciadamente se ha visto esta semana con la muerte de la niña de Campillos (Málaga).

-Hay registradas 812 denuncias menos en Andalucía respecto a 2011. ¿No hay margen para celebrar que estas políticas calan en la sociedad?

-Con respecto a la concienciación, se ha avanzado muchísimo. Ahora nadie mira para otro lado cuando ve en la calle que a una mujer le pegan o la amenazan. La familia, el entorno que antes ocultaba y le decía a ella "tienes que aguantar" ha cambiado. Pero la disminución de las denuncias no significa que hayan menos malos tratos. Al revés. Se puede deber a la crisis, pero los casos graves, graves de malos tratos siguen sin aflorar. El porcentaje de mujeres que han muerto y que no denunciaron sigue siendo altísimo. Y por la crisis los leves son las denuncias que no salen.

-También es un problema de recursos públicos. Se están cerrando centros de acogida y se están eliminando los cursos de formación para maltratadores.

-Me alarma muchísimo el cierre de las casas de acogida y de los centros de la mujer. Son absolutamente imprescindibles. Con respecto a los cursos para maltratadores, es cierto que debe haberlos pero la eficacia práctica es muy leve. Si hay que prescindir de algo, no me alarma tanto que sean esas terapias que si fuera un centro.

-¿Por qué son clave estos centros en una primera atención?

-Es donde mejor se recupera la víctima, porque se le aparta del maltratador, del peligro, se va con sus hijos. Para un primer momento es clave porque tienen la psicóloga en su casa. Una de las cuestiones que más influyen para que una mujer no se recupere es el abandono del tratamiento psicológico.

-Sólo el 1,26% de las denuncias presentadas fueron por parte de los familiares. ¿Por qué hay poca implicación de la familia?

-Precisamente, porque es su familia. Es muy difícil actuar en contra de tu hija, en contra de tu madre. En el familiar influyen más cosas y por eso tardan más en renunciar, pero una vez dado el paso es mucho más eficaz, porque aporta más datos. Para que una denuncia prospere tiene que ir acompañada de datos objetivos. Es decir, que haya presenciado algo directamente. Si sólo sospecha lo único que consigue de su familiar es que se retraiga, se aparte. Hay que ir con contundencia, con seguridad.

-¿Cuál debe ser la espita?

-Es muy fácil y no lo es al mismo tiempo. No hay que hacerlo con la locura y la prontitud de ir sin pensar. Analiza si has visto o has presenciado algo. Los familiares suelen ver un montón de cosas: insultos, agresiones, moratones... Los vecinos oyen los gritos de auxilio por el patio y al día siguiente ven que se pone unas gafas de sol... No es denunciar con un "creo que" sino datos.

-¿Pesa el rechazo a llevar la etiqueta de mujer maltratada?

-Eso influye en los estamentos altos de la sociedad, no en los demás. Las mujeres de ese estatus que sufren violencia lo resuelven con una separación y encubriendo el maltrato. Pero así no se ataja el problema, porque luego aparecen con el régimen de visitas de los niños, etcétera.

-Aumentan las renuncias a continuar con el proceso. En 2012, fueron 15.592. Hay voces que relacionan este dato con el de las denuncias falsas.

-Ni mucho menos. No tiene nada que ver. La gente que habla de denuncias falsas en su vida ha llevado un procedimiento por violencia de género. No tienen ni idea. Y lo digo así de claro. Hay jueces, abogados, juezas, abogadas, políticos, gente famosa que están hablando de este tema. Identifican la denuncia falsa con el sobreseimiento o la sentencia absolutoria. No tiene nada que ver. Un sobreseimiento o una sentencia absolutoria es que no hemos conseguido el número suficiente de pruebas para conseguir una sentencia condenatoria, para ello hace falta destruir la presunción de inocencia. No estamos en un país subdesarrollado, estamos en España. Cuando hay una denuncia falsa es muy fácil de detectarla y la seguimos, porque esas mujeres hacen mucho daño a las demás y son un tanto por ciento mínimo [0,01% según el Consejo General del Poder Judicial].

-El caso de Campillos abre el debate sobre el régimen de visitas del padre en los casos de violencia de género. Aquí la clave la tienen las pruebas periciales, ¿no?

-Las pruebas periciales dependen muy mucho del mensaje que transmita la víctima al perito. Para poder tomar decisiones en lo referente a esos hijos -suspensión del régimen de visitas, privación de la patria potestad, que se puede aplicar desde 2011- las víctimas tienen que darnos la información. Ellas o la familia. Si la víctima no ha dado la información al juez y al fiscal, no se la van a dar al perito. La importancia no hay que descargarla en el informe pericial, sino en obtener la información de ellas y del entorno cercano. Sin estos datos, el peritaje va a ser siempre inferior a lo que necesita.

-O sea, se yerra en la protección del menor.

-Cuando veo a la víctima, lo primero que hago es preguntarle sobre los hijos, porque ahí donde más fallamos. Más de un 90% dice que el padre se porta muy bien con los hijos, que quiere que él los siga viendo. No quieren cortar el cordón umbilical que les une a ellos. Son fatales defensoras de los derechos de sus hijos. Cuando declaran, es justo un día después de haber pasado un hecho más o menos gordo y vienen hecha papilla. Cuando un hombre es muy violento, no me creo que sólo lo sea con ella. Esos hombres muy violentos y muy celosos son capaces de hacer lo que sea. El hombre utiliza a los niños para espiar a su mujer. Eso se nos da muchísimas veces en las declaraciones de los niños, que confiesan que cuando el padre ejercita su derecho de visita y pasan el día con ellos le pregunta continuamente "¿dónde está la puta de tu madre?", ¿con quién está? El juez no le da la misma importancia a esas declaraciones porque previamente la mujer se lo ha quitado. Si el niño está viendo malos tratos, y no hay nada externo que lo corte, de mayor repetirá la conducta y la niña lo tolerará.

-Esto será así en los delitos de violencia de género más graves, no en todos los casos.

-Sí, me refiero a los delitos de maltrato habitual. No a faltas leves.

-Pero en casos de faltas leves, es positivo la relación entre padre e hijos.

-Cuando son casos leves, hechos puntuales, por supuesto que viene bien un régimen de visitas. La mayor parte de las veces, la condena se sustituye por trabajos para la comunidad y se pone como condición someterse a un curso. Pero, en la violencia habitual, sólo en estos casos, la suspensión del régimen de visitas debería ser automática. Con nuestra legislación ahora no se puede. Propondría esa reforma. Un hombre que habitualmente maltrata a su mujer insultándola, amenazándola, agrediéndola, no puede ser un buen padre. Es imposible.

-¿Y para el resto?

-En el caso de violencia puntual, estudiar los casos uno a uno. A no ser que la violencia se dirija contra los hijos, en cuyo caso habría que prohibirle acercarse o comunicarse con su hijo durante un tiempo. Pero en el maltrato habitual, yo no creo que un hombre esté capacitado para tener un régimen normal con su hijo. Si los psicológos dicen que ese hombre, que está acudiendo a las terapias, ha pegado un cambio radical, lo vemos, pero como regla se debía suspender.

-Este debate se abre ahora por el caso de Campillos. Legislar en caliente no es bueno.

-Yo lo veo en la práctica. Me lo llevo planteando mucho tiempo. Los psicólogos nos dicen que uno de los daños más graves que sufren los niños es que los padres hablen mal del contrario.

-La directora del Observatorio de Violencia de Género ha dicho que si el siglo XX ha sido el de la concienciación sobre este tipo de maltrato, el XXI debe ser el de la protección de los niños.

-Es donde más fallamos. Fallos garrafales. Los dejamos desprotegidos, en un entorno familiar odioso. Debemos ahondar en dónde hemos cometido errores, porque los estamos cometiendo.

-¿Todos?

-Sí. Los observadores pasivos somos todos. Todo el que vea violencia de género y violencia familiar, contra un niño, lo debe denunciar, no se debe callar. Todos somos responsables de cómo es nuestra sociedad. Hay que dejar de ser un mirón y actuar. Quisiera terminar dando un mensaje positivo: de la violencia de género se sale.

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