Andalucía

Un partido abierto en canal

  • El PP transmite lo que quiso evitar: su falta de autonomía de Madrid y el 'dedazo' para elegir sustituto

La crisis de liderazgo del PP ha evidenciado las dos impresiones que la dirección de Juan Ignacio Zoido quería evitar. La primera, que el partido en Andalucía no es autónomo y que las decisiones de calado, como la elección de su líder, no dependen de la voluntad de las cúpulas andaluza y provinciales, sino de Madrid. Y, en Madrid, de una persona, de Mariano Rajoy. Por tanto, el nombramiento del nuevo presidente popular se producirá por el método del dedazo. Toda la maquinaria que ahora se pondrá en marcha para organizar un congreso extraordinario sólo servirá para vestir una decisión unipersonal. Y la segunda: Zoido no va a poder tener peor salida. Hace seis meses, un dirigente popular explicaba a este medio que "Juan Ignacio" debía salir bien, con honores, en una buena posición que, además, no le perjudicase en su proyección como alcalde de Sevilla. Zoido aceptó a regañadientes liderar el partido cuando Javier Arenas dimitió de modo sorpresivo después de las elecciones autonómicas de marzo de 2012, y una buena parte de la organización entendía que debían facilitarle un modo de irse. Nada más lejos de lo deseado: la nominación del favorito de Zoido, José Luis Sanz, el hombre que eligió como su secretario general, ha sido rechazada dos veces desde Moncloa; bueno, si no rechazada, frenada. Y Zoido se marcha sin haber sabido dirigir al principal partido de Andalucía durante estos dos años, sin haber articulado una mayoría donde antes había unanimidad y sin capacidad para pilotar su propia sucesión. Casi nada bueno.

Pero hay algo más. El PP ha escenificado durante meses en Andalucía la división entre los dirigentes marianistas: Javier Arenas, María Dolores de Cospedal y Soraya Sáenz de Santamaría. Hay quien sostiene en el PP andaluz que Arenas, apoyado en Soraya Sáenz Sáenz de Santamaría, ha formado un dúo con el que oponerse al de Cospedal y Juan Ignacio Zoido. Este último y Javier Arenas están repitiendo la tragedia de las sucesiones entre amigos, como la que protagonizaron Manuel Chaves y José Antonio Griñán. Zoido siempre quiso de candidato a José Luis Sanz, éste contaba con un apoyo notable en Andalucía, pero a Arenas no le gustaba y Rajoy, por su parte, siempre dudó: su preferida es la ministra de Empleo, Fátima Báñez. Por eso, cada vez que la pareja Zoido-Cospedal intentó señalar a Sanz, Rajoy lo paró por voluntad propia, pero también por acción de Arenas y Sáenz de Santamaría, abiertamente enfrentada con Cospedal. Ocurrió en noviembre pasado en la convención de Córdoba, donde un previsto almuerzo sucesorio en El Churrasco se convirtió en una comida de amigos porque Rajoy la diluyó invitando a mucha gente; sucedió con el congreso de diciembre, abortado por el presidente del Gobierno, y pasó la noche del miércoles, cuando se suspendió otra cena. "Ése político al que muchos han enterrado está bastante vivo", comentó un dirigente andaluz en relación a Arenas, que es el único que le queda a Rajoy de la dirección de 1990 una vez sustanciado el alejamiento de Mayor Oreja.

Arenas no ha tenido un candidato claro. Pensó en la delegada del Gobierno, la almeriense Carmen Crespo y, últimamente, en el malagueño Juan Manuel Moreno Bonilla, secretario de Estado de Bienestar Social, el mejor visto por su provincia: Málaga, siempre pendiente de que Sevilla no acumule demasiado poder. Cádiz estará siempre con Arenas, pero esto no parece un problema de lucha entre provincias, sino como corresponde al PP, una lucha entre las jerarquías. Y Rajoy sigue sin aclararse. Quizás consiga convencer a la que desea: Fátima Báñez, sería una candidata a palos.

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