España

Rubalcaba decide tirar la toalla

  • El secretario general del PSOE dejará el partido tras un congreso extraordinario el 19-20 de julio, en el que se elegirá una nueva Ejecutiva. Será líder de la oposición en el Congreso hasta que haya nuevo secretario.

Menos de dos años y medio habrá aguantado Alfredo Pérez Rubalcaba como secretario general del PSOE. Ayer, castigado por los electores y acorralado por los suyos, anunció que tira la toalla, que convoca un congreso extraordinario en julio y que, "naturalmente", no se presentará a las primarias.

Así, de una tacada, sin titubeos y con aire solemne, Rubalcaba rompía el "silencio atronador" que, según él mismo, pesaba desde hace tiempo sobre su futuro, incógnitas que se resistía a desvelar "como gato panza arriba". No obstante, quiso mantener todavía la incertidumbre sobre cuál será su destino cuando ceda el testigo en julio y si abandonará definitivamente la política.

Eso sí, mientras sea secretario general va a ejercer como tal con todas sus consecuencias, lo que implica que va a seguir preguntando al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en el Congreso, y haciendo de líder de la oposición en las Cortes. "Tiempo tendremos de hablar de mi futuro personal", señaló enigmático.

Metido en faena y sin paliativos asumió en primera persona el fracaso electoral en una intervención muy autocrítica en la que admitió no haber conseguido los objetivos que se había marcado al asumir el liderazgo del partido. Una circunstancia que se agrava, si cabe, cuando España ha girado "a la izquierda" en los comicios del 25-M, con IU triplicando escaños y la irrupción de partidos de nuevo cuño como Podemos.

"Cuando uno tiene un resultado como éste es evidente que algo no ha hecho bien", apuntó. Con esa carga sobre sus hombros, tenía muy claro que no podía ser la actual dirección la que organizara las primarias.

Junto a la prensa, en primera fila, la que ha sido su mano derecha en estos casi dos años y medio, estaba la vicesecretaria general y cabeza de lista a las elecciones europeas, Elena Valenciano, de blanco y con un pañuelo verde, los colores de Andalucía, quizás poniéndose a tono con los nuevos tiempos que se vaticinan en Ferraz. Y es que muchos ven la alargada mano de la lideresa andaluza, Susana Díaz, en la decisión final de Rubalcaba de adelantar el congreso federal.

Díaz, elegida el año pasado presidenta de la Junta y secretaria general del PSOE-A, es "el gran referente nacional" de los socialistas ahora mismo, según sus compañeros de comunidad, después de que Andalucía diera un revolcón al PP en las europeas del domingo.

Si Díaz quiere cruzar la frontera de Despeñaperros o no, se tiene que saber en pocos días, porque el congreso será los días 19 y 20 de julio y el tiempo va corriendo. Rubalcaba no quiso entrar en quinielas sobre su hipotético sucesor y justificó su apuesta por el congreso federal con el argumento de que es la mejor forma de asumir responsabilidades de manera inmediata y, a la vez, dar paso a una nueva dirección.

Él tira la toalla después de intentarlo "de verdad" durante todo este tiempo. "Créanme, en cada momento he hecho... hemos hecho lo que creíamos que era mejor para el PSOE. Siempre ha sido así con independencia den nuestros intereses personales", explicó.

Su frase había empezado en primera persona, pero luego pasó al plural porque la suya es una dirección "colegiada" y siempre ha intentado que las decisiones se tomaran entre todos. Incluso, adelantándose a posibles preguntas, Rubalcaba dejó claro que no se ha sentido nunca solo: "Me siento perfectamente acompañado".

Ayer también era el día para confesar que hace tiempo que tenía tomada la decisión de no presentarse a las primarias, incluso aunque el resultado electoral de las europeas hubiera sido bueno, pero que no lo había hecho público para no interferir con el trabajo de su partido.

Eso sí, lo sabían sus íntimos: el ex presidente Felipe González, Elena Valenciano y el secretario de Organización, Óscar López.

Rubalcaba confía en que, a pesar de todo, se mantenga el calendario de primarias, un proceso con el que los socialistas quieren resintonizar con una ciudadanía cada vez más alejada.

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