La Tournée | Crítica

La fuerza y el matiz

Un momento de 'La Tournée' de Andrés Peña y Pilar Ogalla.

Un momento de 'La Tournée' de Andrés Peña y Pilar Ogalla. / Óscar Romero/La Bienal.

Baile flamenco clásico. Con un concepto de clasicismo acuñado en los años 70 a 90 que confiere todo el protagonismo a los pies y sin apenas presencia de ningún otro elemento de la danza jonda. El de Andrés Peña es un baile directo, viril, enérgico, pura fuerza, al que Ogalla aporta un punto de sensualidad y elegancia. Le bailan al cante y al toque. El cante lo pusieron grandes intérpretes del acompañamiento al baile como son el rotundo Miguel Rosendo, el emotivo Emilio Florido y la poderosa Inma Rivero. El toque de Rafael Rodríguez puso la inventiva melódica, el contrapunto lírico a un espectáculo muy físico. Peña permanece en escena los 80 minutos que dura el espectáculo demostrando que es un referente contemporáneo de este baile viril, austero, físico. Pleno de ritmo y de centro poderoso. Se enfrentó una y otra vez al compás circular de la soleá para salir airoso del laberinto de figuras y contratiempos que tejió con los pies. Pilar Ogalla por su parte ofreció un taranto visceral y austero de mucho colorido gracias al manejo del mantón. Aunque lo mejor de la obra lo dieron juntos, en los pasos a dos por abandolaos y pregones o en los números colectivos por tangos y alegrías donde toda la compañía canta, baila y se ríe. La compenetración de la pareja protagonista es total y eso se aprecia en pequeños detalles que dan una enorme riqueza a la obra. Las transiciones son a veces una delicia aunque la puesta en escena aleja a los intérpretes del público. Los recursos técnicos teatrales tienen el objetivo, por lo general, de acercar las actuaciones a los espectadores. Pero la que en esta obra firma Coria lo que hace es empequeñecer a los intérpretes, en lugar de engrandecerlos. Lo mismo podemos decir de las luces y el vestuario.

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