Pedro Ricardo Miño | Crítica

Una farruca romántica

Pedro Ricardo Miño, ayer en el Patio de la Montería del Alcázar de Sevilla.

Pedro Ricardo Miño, ayer en el Patio de la Montería del Alcázar de Sevilla. / Juan Carlos Muñoz

El univeso jondo de Pedro Ricardo Miño no es de este tiempo, que también, y sin embargo es de una frescura encantadora. Precisamente la lozanía de este músico es una de sus mayores virtudes. Tiene un pacto, con Dios o el Diablo, para que su música, siendo probablemente la más tradicional del piano jondo actual, resulte siempre joven. Pedro Ricardo Miño es inmune a las tendencias actuales, tanto del flamenco instrumental como de su propio instrumento. El jazz, que irrumpió en lo jondo con fuerza, sobre todo a partir de los años 60, no ha hecho mella en él. Desde una pulsación académica, sus referentes, bien lo dejó de manifiesto en este recital, son de antes de la revolución de Paco de Lucía: José Romero y, sobre todo, Arturo Pavón, dedicatario de los tientos en los que se acordó la manera de acompañar de Pavón al cante de Manolo Caracol, cuyo Romance de Juan de Osuna recreó en algunos pasajes de la pieza. También esta pulsación academico-romántica dominó a las variaciones por farruca, otro de los grandes momentos de la noche, donde la melodía tradicional es una mera excusa para una exhibición de facultades. A Pedro Ricardo Miño lo inspiran el cante y la guitarra, y sus variaciones melódicas son glosas del los estilos tradicionales, hasta el punto de que se reconocen las variantes de los estilos que están a la base de sus composiciones. La inclusión de la tambura en la seguiriya es una mera anécdota ya que la presencia del instrumento hindú fue meramente decorativa. Pedro Ricardo Miño es inmune a cualquier veleidad de flamenco fusión, jamás abandona su centro jondo. Esa es la gracia, una de ellas, del flamenco actual, que pueden convivir, natural y graciosamente, diferentes estéticas históricas de lo jondo. Además de los mencionados, no debemos olvidarnos, en la configuración de piano flamenco clásico, al muy olvidado Negro Beltrán, cubano y primer acompañante del Negro Aquilino, "el saxofón humano", allá por los principios de los años 30. Como ven, el piano flamenco tiene una larga trayectoria a sus espaldas.

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