Cultura

Rubén Olmo levanta el vuelo

Tranquilo alboroto. XVI Bienal de Flamenco. Cia. Rubén Olmo. Dirección y coreografía: Rubén Olmo. Baile: Rubén Olmo, Ana Morales, Patricia Guerrero, Rosana Romero, Sara Vázquez, Alejandro Rodríguez, Ángel Sánchez Fariña y Eduardo Leal. Música: Juan Parrilla, Balio, Óscar Lagos, Andrés Martínez, Agustín Diassera, Rubén Díez y Banda de Cornetas y Tambores Virgen de los Reyes. Cante: Inma La Carbonera y Rubio de Pruna. Vestuario: Justo Salado (mujeres) y Eduardo Leal. Lugar: Teatro Central. Fecha: Jueves, 16 de septiembre. Aforo: Lleno.

En el baile, el primer gran protagonista de esta Bienal que aún está por escribir ha sido el sevillano Rubén Olmo, un joven y excepcional bailarín que, tras una larguísima experiencia profesional, en la que destaca su paso por compañías como el Ballet Nacional de España o Dospormedio, y un intento fallido de emprender su carrera en solitario, merecía ya una presentación con todos los honores. Y no la ha desaprovechado.

En Tranquilo Alboroto, Olmo mira hacia atrás y hacia dentro. Atrás están sus maestros y los grandes ballets (Gades, Pilar López, Mario Maya...) a los que homenajea con un baile en solitario, medida de su técnica impecable en la que reúne lo clásico con las danzas regionales, y una clase que dará luego paso a una suite flamenca en la que, diluyendo un poco la promesa inicial de espectáculo hiladamente autobiográfico, un magnífico y maravillosamente vestido cuerpo de baile mostrará su labor como maestro y coreógrafo con números tan lucidos como una briosa guajira de Juan Parrilla, con mucha más sal que azúcar, o unos tangos llenos de gracia trianera. Hacia dentro, Olmo tiene un ansia de volar irrefrenable que sólo puede satisfacer con la danza, elevándose en un continuo salto, buscando el infinito, en contraste con el flamenco más telúrico de los demás, y que desarrolla en números tan arriesgados como la hermosa marcha procesional que baila con túnica de nazareno, el mirabrás con que rinde homenaje desde la penumbra a Manuela Vargas -con su traje, sus peinecillos y sus remates inconfundibles- la falsa farruca acompañada de gaita gallega creada para él por su compañero Israel Galván y ese emocionante final con mantón en el que, cual ave-fénix, parece haber levantado definitivamente su vuelo.

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