Cultura

Torre-Soto, una tradición jonda

Un recital de cante tradicional, uno de los pocos de esta Bienal, a cargo del cantaor alamedero de nacimiento, y de querencia trianera, José de la Tomasa. Cante tradicional decía, y me refiero a una tradición muy concreta, de las muchas que conviven en este arte, pese a que algunos se empeñan en defender el falso mito de una única escuela genuína, considerando a las otras como un falseamiento de la primera, con evidente falta de rigor histórico y estético.

Tomasa protagoniza un recital de su tradición: la de su familia, la que enraiza, a través de su madre, con el mítico Manuel Torre. Esa es la alusión contenida en el título del recital, que enlaza con el hecho de que anoche José de la Tomasa presentó al gran público, el del Teatro Lope de Vega, a su hijo Gabriel Pies Plomo, que toma su nombre artístico de su abuelo, otro héroe del cante de la Alameda. Gabriel Pies Plomo posee una voz fina, delicada, y cantó farrucas, levante, alegrías y toná-liviana. Acusó el nerviosismo, con alguna vacilación en la afinación, especialemente en las alegrías. No obstante lo dicho, fue una gran noche para él, ya que el público lo recibió con mucho calor. Hasta el punto de que las lágrimas de emoción casi le impiden cantar la toná-liviana. Gabriel protagonizaba hasta anoche una incipiente carrera de cantaor para el baile, que desde ayer adquiere una nueva dimensión. Obviamente, el joven intérprete sevillano gozó ayer de una oportunidad de oro que no tienen la mayoría de sus compañeros de generación. Y, como digo, no la supo desaprovechar, con un recital muy cuidado.

Tomasa ofreció su dualidad habitual: en su garganta conviven dos cantaores, el de la voz de trueno, el del grito, el de la potencia, el del cante grande y hasta grandilocuente. Y un cantaor de intimidad, de corazón, que susurra los tercios, las melodías, las letras. Son dos tendencias en difícil equilibrio que sólo cuando se equilibran dan como resultado el gran cantaor que es Tomasa. Y eso fue en los fandangos, por la naturaleza del estilo. Y en la sobrecogedora seguiriya, lo mejor de la noche. Un recital correcto, en donde empachó un poco tanta letra alusiva a la propia familia protagonista de la noche, y su situación en la historia de este arte, alusiones que obviaron, acaso, sentimientos más íntimos.

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