Bienal de flamenco

Zorrilla se queda de piedra

Un concierto de Diego Carrasco. Por muchas vueltas que le den, que si Dante, que si el diablo, que si Zorrilla, que si Don Juan. Un recital de Diego Carrasco, con temas de su repertorio y algunos nuevos, en ocasiones con textos de la obra de Zorrilla.

Pero, por lo demás: Mi moma, Flamenco barroco, la Canción del mariquita, Silbo de la llaga perfecta, Nana de colores .. . es decir, temas grabados o cantados por Diego hace años, algunos más de 20. Son los estrenos absolutos de esta bienal.

Lo novedoso es que había una dirección de escena, que en ocasiones brillaba por su ausencia o provocaba caos, elemento este muy apropiado para el infierno, y en otras ofrecía hallazgos estimables. Otras veces estos hallazgos eran fortuitos, como cuando Diego Carrasco le ofreció a Poveda su inalámbrico, al fallarle a éste el suyo, y al darse cuenta de lo absurdo de la situación le cantó la Canción del mariquita.

Menos aún percibí de la dramaturgia, firmada por Antonio Álamo, director del Teatro Lope de Vega. Las canciones de Carrasco sonaron divididas en pequeña suites separadas por caídas de telones. Una primera parte más rítmica y eléctrica. Otra acústica con la guitarra de Alfredo Lagos, en la que sonaron los poemas de Lencero, Lorca y Góngora, y la música de Bach y del propio Diego, en una fusión de la Nana de colores, la Canción del mariquita y Flamenco barroco. Y así hasta el final. Estas suites se fueron trufando con algún recitado extraído de o inspirado por Zorrilla o Dante.

Y aunque Diego sí que se aprendió para la ocasión las maravillosas letras de Lencero, Lorca o Miguel Hernández, tampoco logramos entenderlas del todo, sea por el sonido, sea por la mala vocalización del intérprete. Brilló su sentido del humor, su entusiasmo vital contagioso, su complicidad con la banda y con el público.

Brilló Lagos acompañando y también con el solo que abrió el espectáculo. Asimismo las nuevas Peligro tuvieron su momento de protagonismo absoluto en forma de tangos, como siempre en el recital de Diego, al margen del continuado agon, jueces y parte, con el protagonista de la noche.

El final, deslumbrante, por bulerías de la Perla de Cádiz en un homenaje a Camarón, incluído en el disco Por Camarón, y que desde entonces forma parte de su repertorio habitual.

Eché de menos al Diego Carrasco íntimo. Fue un recital cien por cien Carrasco, con toda su habilidad social y su capacidad para seducir al personal. Pero me faltó ese Diego íntimo, ese juglar flamenco que con su guitarra como única compañera, canta las canciones infantiles de nuestra vida, confusa la historia y clara la pena: Debajo de la hoja de la lechuga. También recuerdo con nostalgia una noche en el teatro Central en el que, acompañado por el piano de El Bola, desgranó con todo el dolor de su corazón, confusa la historia y clara la pena, lo más granado de su repertorio.

El de anoche no fue el mejor recital de Diego Carrasco, pero fue un recital de Diego. Y eso es mucho.

Es un personaje singular, irrepetible. Tan salvaje como entrañable, tan libre como lírico. Tan burlesco como buleaero. Capaz de hablarle de tú a tú a los clásicos, sin que estos abran la boca.

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