Bienal de flamenco

Una gitanería y otros cantes

  • Esperanza Fernández acompaña esta noche a la Sinfónica de Sevilla, que regresa tras 'La vida breve' al Maestranza y la Bienal, ahora fuera de su temporada de abono

La presencia de la cantaora trianera Esperanza Fernández se convierte en el principal aliciente del programa que esta noche (a las 20:30) presenta la ROSS en la Bienal. Artista versátil como pocas del universo flamenco, la relación de Fernández con conjuntos clásicos, muy especialmente orquestas, viene de largo. No en vano, tres veces ha llevado ya al disco la obra capital del concierto de esta noche, El amor brujo de Manuel de Falla (Cádiz, 1876 - Alta Gracia, Argentina, 1946), con la OJA y Juan de Udaeta en 1995, con la Orquesta Sinfónica de Barcelona y Edmon Colomer al año siguiente y con la Nacional y Frühbeck de Burgos en 2001.

En la programación difundida no se especifica qué versión de la magistral obra de Falla podrán escuchar los asistentes a la cita, pues pueden esperarse dos diferentes, ya que en 1915 el compositor gaditano había compuesto con ese título, y por encargo de Pastora Imperio, una pantomima que llamó gitanería y que en 1919 comenzó a arreglar para convertirla en el ballet en un acto que luego se ha hecho mundialmente popular.

Falla había revisado ya la orquestación de la obra original entre 1916 y 1917, que pasaría casi idéntica al ballet. Los principales cambios se dan en realidad en la reorganización de los números y en la eliminación de las partes habladas que incluía la gitanería. En un principio, pareció incluso intención del compositor suprimir también la voz cantada, pero al final sobrevivieron las canciones del Amor dolido, Fuego fatuo, las intercaladas en la Danza del juego del amor y el parlato final de Las campanas del amanecer. La obra quedó así estructurada en doce números, con la Danza ritual del fuego convertida en su centro no sólo geométrico, sino dramático y emotivo, resultando globalmente la acción más condensada, menos flamenca y en general más brillante e intensa que en la pantomima original. De esta forma se estrenó en el teatro Trianon Lyrique de París el 22 de mayo de 1925 con un sonado éxito, que no ha dejado de repetirse en los últimos 83 años.

Acompañando la partitura de Falla, la ROSS, que actúa dirigida por la bien conocida batuta del jerezano Juan Luis Pérez, interpretará tres obras de otros tantos compositores españoles, que representan momentos bien diferentes de nuestra música en el último siglo. Joaquín Turina (Sevilla, 1882 - Madrid, 1949) es el gran abanderado del neoclasicismo en la primera mitad del siglo XX. Turina concibió La oración del torero en la primavera de 1925 como cuarteto de laúdes, por encargo del Cuarteto Aguilar, aunque el compositor hizo una versión para cuarteto de cuerdas antes incluso de entregar la petición a sus comandatarios. Poco después, Bartolomé Pérez Casas solicitó al compositor una versión orquestal, que el sevillano cumplió añadiendo una parte para los contrabajos. En esta forma, la obra se estrenó el 3 de enero de 1927. Se trata de una de las piezas más conocidas y más alabadas de su autor, una especie de pasodoble trascendido, con el que Turina quiso penetrar en la intimidad del torero antes de su salida a la plaza.

Primeras interpretaciones de la ROSS serán las dos obras que completan el programa. El Fandango de Cristóbal Halffter (Madrid, 1930) es también el arreglo que el compositor hizo de una anterior obra suya, escrita en 1989 para octeto de violonchelos a partir del famoso Fandango del compositor catalán del siglo XVIII Antonio Soler. El brillantísimo arreglo nació en 1991 en forma sinfónico-coral como Preludio para Madrid 92. Finalmente, Taqsim es una obra breve (8 minutos) que José María Sánchez Verdú (Algeciras, 1968) compuso en 2002 por encargo del Festival de Schleswig-Holstein. La pieza forma parte del ciclo Kitab al-alwan (Libro de los colores) y recoge el interés del algecireño por la cultura árabe, esta vez acercándose al estilo improvisatorio de los grandes virtuosos solistas de Oriente Medio, con una riqueza rítmica y una amplitud dinámica (en el clímax, Sánchez Verdú escribe hasta

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