Bienal de Flamenco

Una labor de orfebrería

  • El coreógrafo Juan Kruz lleva a escena 'Romances' con la ayuda de Valeriano Paños, Rafael Estévez y Sandra Carrascol 'Romances'. Hoy en el Teatro Central, 23:00. Entradas disponibles a 22 euros.

Consciente de que las circunstancias impedían grandes despliegues, la directora de la Bienal, Rosalía Gómez, apostó por introducir en la programación "un lujo pequeñito", embarcar en una producción propia al coreógrafo y director Juan Kruz Diaz de Garaio Esnaola. "La Bienal, aparte de mostrar los trabajos que se llevan a cabo en el flamenco, tiene la obligación de detectar las carencias que existen. Y hay intérpretes maravillosos, pero a veces faltan buenos directores de escena que organicen detrás del escenario", opina Gómez. Diaz de Garaio Esnaola, colaborador de Sasha Waltz y uno de los creadores más estimulantes de la escena española, ya era un nombre conocido por los aficionados a la danza en Sevilla: había mostrado con la compañía Mopa, en la obra Espérame despierto, esa extraordinaria sensibilidad para construir una dramaturgia desde los detalles cotidianos. En esta ocasión, el encargo le permitía acercarse a tres artistas de los que quería ser cómplice desde hace tiempo: los bailaores Rafael Estévez y Valeriano Paños y la cantaora Sandra Carrasco. De esta unión de talentos nace Romances, una propuesta que se estrena hoy (a las 23:00 en el Central) y que podría ser, por el bagaje de sus profesionales, uno de los montajes más atractivos y sugerentes de esta edición de la Bienal.

Sirviéndose de esa escenografía modesta que caracteriza al director, habituado a adentrar en la acción elementos aparentemente insignificantes -aquí unas sillas, una mesa, unas poleas o unos cubos forman parte del juego-, Paños, Estévez y Carrasco exploran desde el movimiento y la voz el Romancero español, a través de un repertorio que toma piezas tanto del Renacimiento como del flamenco. Una partitura en la que sus artífices pasean, en un recorrido no exento de humor, por las cuestiones de las que hablan esas letras, asuntos como el dolor de vivir, el exilio, la pérdida o la separación. "Cuando escuchas un cante por soleá, te das cuenta de que hay toda una película dentro, hay un dolor que es recurrente en los romances, y que puede ser casi cine gore", bromea Estévez.

Los bailaores y la cantaora reconocen "un antes y un después" en su carrera después de este "viaje maravilloso" que les ha supuesto haberse puesto a las órdenes de Juan Kruz, un hombre cuya imaginación anima a los intérpretes a adentrarse en nuevos territorios -"te cambia la perspectiva del arte, de la puesta en escena, de la vida", celebra Carrasco- y no busca tanto, subraya Paños, "la perfección como la verdad". Para Estévez, el director se entrega a su labor como un orfebre que labra cada momento de una escena, y su actitud puede ser un espejo en el que mirarse en tiempos de crisis. "Es un error tener grandes presupuestos. Está claro que hay que disponer de buenos elementos humanos, de imaginación. Para contar algo no hacen falta escenografías gigantescas que luego sólo caben en tres teatros. Lo que consigue Juan Kruz con tan pocos elementos no lo he visto yo en grandes compañías".

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