Cultura

No pensar nunca en la muerte

La Bienal no suspendió (cada uno, en su casa, lleva el luto como quiere, como puede), pero yo tuve que suspender gran parte de mi capacidad de juicio. O toda. En mi corazón tenía el recuerdo del abrazo del amigo, de su olor, del timbre de su voz. Que intento atrapar, porque mañana, pasado, se empezarán a ir, se empezarán a despedir. Todavía guardo intacto un último correo electrónico cerrado que no tuve tiempo de leer y que me servirá, en unas horas, de póstuma despedida.

Los poemas de la muerte de posguerra de Alcántara que cantó Mayte Martín ayer en el teatro Lope de Vega me sonaron toda la noche a canto fúnebre por este gitanito de posguerra, que creció entre hambres y danzas. Y ese niño Manuel que deambulaba por el puerto de Málaga con los ojos asombrados del que descubre la vida, que narran los poemas de Alcántara, se convirtió, en mi imaginación, en un niño Mariano granadino, del Sacromonte, que descubre de golpe que hay ricos y pobres.

La noche estuvo gris. La propia Mayte Martín confesó sentirse desubicada. Quizá fue por el hecho de que se lanzó a sus cantos y a los poemas de Alcántara sin una mínima referencia al hecho que marcó el día para todo el mundo flamenco. Muchos en el patio de butacas echamos de menos esa última referencia al compañero, al maestro ido. Los intérpretes estimaron, y, como digo, cada uno en su casa lleva el luto como puede, que el minuto de silencio, solicitado en off por la organización a través de la megafonía, era suficiente homenaje.

No obstante, las canciones de amor se convirtieron para mí en elegías y ese verso de El mar esconde manos de Alcántara que dice "los muertos no conocen a los muertos" me sonó "los vivos no conocen a los muertos" y se me ocurrió pensar si es que nos estamos convirtiendo en piedras.

Ustedes disimulen que no pueda analizar las armonías, las melodías que Martín usó para musicar los poemas de Alcántara. La noche estaba fría. Aunque Mario vivió, para nuestro gozo, y gozó de una vida intensa. La noche estaba fría, y la miel de Mayte Martín no logró calentarla.

Cantó Mayte Martín el poema No pensar nunca en la muerte (esa en la que pienso todos los días) para recordarnos ayer que era imposible pensar en otra cosa. Sentir otra cosa. Vivir otra cosa.

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