Bienal de Flamenco

Las verdades viscerales del instinto

  • El sevillano Andrés Marín se inspira en la perspectiva revolucionaria de Artaud para 'Tuétano', un espectáculo que el bailaor presenta en el Lope de Vega y en el que busca en "la parte orgánica, animal" del ser humano.

Andrés Marín es uno de esos bailaores que entiende su profesión como un ejercicio de honestidad, un intento de componer ese mecano llamado identidad que sólo puede construir quien se afana en la causa con esfuerzo y arrojo. Los aficionados conocen bien esos viajes al abismo, siempre valientes, que emprende el sevillano, esa curiosidad por la que puede acompañarse de la sonoridad de las campanas o de una tuba o elegir un capirote de nazareno como parte del vestuario, y que hacen de cada propuesta suya una aventura imprevisible. Es por ello que hay, como apunta la directora de la Bienal, Rosalía Gómez, "mucha curiosidad" por los contenidos que reserva Tuétano, el sexto montaje que presenta Marín en la historia de la cita y que tiene hoy su estreno nacional -la obra es una coproducción del Festival de Montpellier, donde ya se ha visto- en el Lope de Vega.

Para Tuétano, según su creador "un espectáculo que trata de la crudeza, que no es amable y tampoco barroco, sino minimalista y esencial", Marín quería ahondar en "la parte orgánica" del ser humano, "la parte animal, no la reflexiva". El coreógrafo encontró en la palabra radical del francés Antonin Artaud, el poeta, actor y dramaturgo que dinamitó las convenciones escénicas desde el movimiento del teatro de la crueldad, un punto del que partir para una obra que habla de "posicionarse" y que se rebela contra "la sociedad anestesiada en la que vivimos". En un principio, los poemas de Artaud iban a oírse a través de una voz en off, pero finalmente, y excepto dos momentos en los que se oye una grabación del marsellés y una canción, será el propio Marín quien recite los textos. Unos escritos que apuestan por la clarividencia que se esconde en el instinto, en el nervio, frente a los espejismos del intelecto. "Para mí todo lo que procede de la razón no es de fiar. Creo sólo en la evidencia de lo que mueve mi tuétano, no de lo que se dirige a la razón", defendía Artaud en su filosofía. El bailaor suscribe estas declaraciones: "siempre", dice, ha "creído en el tuétano, desde que era pequeño y mi padre ya me orientaba: Esto por aquí, esto por allí. Una obra puede gustar o no, pero es indiscutible cuando hay un trabajo honesto, una búsqueda".

Marín, que envuelve su baile en esta ocasión de la guitarra eléctrica de Raúl Cantizano, "un sonido crudo, directo", ha reclutado como invitadas a la bailaora Concha Vargas y a la cantaora La Macanita. "Son muy viscerales, son muy espontáneas, no pueden bailar o cantar pensando. Con ellas no se puede ajustar lo que hacen a un tiempo concreto", aunque, matiza, el margen a la improvisación es mínimo dentro de un espectáculo perfilado con minuciosidad. "Esto no es ahora sale uno, luego otro. Eso se hace en otro espacio, no en el Lope y en el marco de la Bienal. Quería contar con personas que interpretaran desde el instinto, pero un espectáculo tiene que ir con un orden, si no sería el caos", asegura.

El coreógrafo conoce desde la infancia las vicisitudes del flamenco y celebra que los profesionales de este ámbito estén ahora en "otra categoría, antes se pasaban muchas calamidades. Uno llegaba a un teatro y se encontraba un cuarto de baño y una bombilla, y las butacas llenas de chinches". Pero para Marín, entre las asignaturas pendientes, cierto sector del público aún debe liberarse de algunos prejuicios. "¡Estamos muy anquilosados! La gente se sorprende por cualquier cosa, los capirotes ya los usaba Goya. Hay que ser libres y ver las cosas desde la poesía. El flamenco es mucho más que el pañuelo de lunares y la pandereta; el flamenco es la persona y no la vestimenta", sostiene.

Tuétano. Andrés Marín. Hoy en el Lope de Vega, a las 20:30. Últimas entradas disponibles entre los 10 y los 30 euros.

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