Ciencia abierta

Mayo, mes de las flores

  • Hemos de concienciarnos de las consecuencias que tiene romper la relación entre las plantas y sus insectos polinizadores

Las abejas, las grandes polinizadoras.

Las abejas, las grandes polinizadoras.

De forma tradicional, las flores siempre han estado relacionadas con el mes en el que nos encontramos, mayo. Durante la primavera, los días se alargan, las horas de sol aumentan y las temperaturas comienzan a elevarse. Junto con los primeros deshielos y las lluvias primaverales, se favorece la floración de numerosas especies, llenando el campo de vivos colores.

Desde el punto de vista biológico, las flores son los órganos reproductivos de un grupo de plantas llamas espermatofitas. Su función es producir semillas para mantener la continuidad y diversidad genética de la especie. Las flores pueden contener los órganos masculinos y femeninos a la vez, como por ejemplo en las flores del azahar; o solamente alguno de ellos, como pasa en el laurel o la higuera. Para el caso en el que una misma flor contiene los dos órganos reproductivos, podría ser posible la autofecundación, es decir, la unión de los gametos femeninos y masculinos en la misma flor o también podría suceder la fecundación entre flores diferentes. Sin embargo, para las plantas cuyas flores solo contienen uno de los dos órganos reproductivos, el cruzamiento de gametos entre diferentes flores o plantas es imprescindibles.

Llamamos polinización al proceso por el cual el polen producido por las partes masculinas de las flores viaja hasta el pistilo, la parte femenina, donde tendrá lugar la fecundación. En este proceso puede participar el aire, el agua o seres vivos, denominados polinizadores. Los polinizadores pueden ser muy diversos. Generalmente son insectos como abejas, mariposas, polillas, moscas, escarabajos o avispas, además de otros animales como algunas pequeñas aves o murciélagos.

Como ya podrán imaginar, el objetivo de ser tan vistosas y olorosas no es precisamente captar nuestra atención, sino la de atraer a estos seres vivos. De esta manera, el polinizador se acerca para consumir el néctar producido por las flores, depositar sus huevos en ella o cualquier otro interés y así, se impregna del polen. Cuando se pose sobre otra flor, descargará el polen de la anterior, provocando la unión de gametos de diferentes flores o plantas. Por lo tanto, los polinizadores ayudan a la reproducción de las plantas. Incluso, existen especies de plantas y polinizadores que han evolucionado conjuntamente, haciendo que su relación sea única y vital para ambos, sin posibilidad de que la realice ningún otro ser vivo. Así surge un intercambio de interés, llamado simbiosis.

Gracias a estos bichitos, cada temporada, las plantas son fecundadas, se forma una nueva semilla, madura, cae al suelo y pasado un tiempo, de ella brotará una nueva planta, cerrando el ciclo vital.

Sin embargo, todo esto pende de un hilo. El crecimiento de las ciudades, el uso excesivo de insecticidas, la contaminación, la introducción de especies invasoras, la explotación de áreas naturales o el cambio climático en general, están provocando que muchas especies de insectos polinizadores se encuentren en peligro de extinción. Este problema es global y amenaza a especies de todo el mundo. El número de polinizadores está en descenso. Uno de los motivos que hacen muy compleja esta situación es que no tiene una sola causa. El origen de este descenso está provocando por la interacción de diferentes actividades, intereses y situaciones.

Las consecuencias son muy diversas y podrían causar efecto cascada. Si desaparecen polinizadores como las abejas melíferas, la primera industria afectada de forma directa sería la apicultura, debido a la disminución de la producción de miel o cera. De forma indirecta, también se verían afectadas otros sectores que utilizan productos derivados, como por ejemplo los impermeabilizantes que contienen ceras en sus formulaciones, cosméticos que incorporan miel, suplementos como la jalea real y remedios como el propóleo o las apitoxinas.

Evidentemente, los polinizadores contribuyen a la reproducción de nuestros cultivos, permitiendo que se formen los frutos y semillas que todos consumimos. Por lo tanto, una disminución de la producción de los mismos tendría consecuencias en la agricultura. Y es que no perdamos de vista que sobre esta delicada simbiosis se fundamenta nuestra alimentación y la del planeta Tierra al completo, por lo que estas cuestiones incluso podrían atisbar situaciones de hambrunas y problemas de salud. La ganadería también sería otro sector afectado, pues depende de la producción vegetal. Además, las plantas no solamente se utilizan para la alimentación. De ellas también se obtienen otras sustancias como esencias, aceites, fibras como el algodón o el lino, o medicamentos. Todo está enlazado. Las industrias forman grandes redes y la pérdida de una de ellas tendría consecuencias globales. Los efectos podrían extenderse a otros muchos sectores, conllevando la pérdida de empleos e impactos en la economía.

Aunque no sean sustancias visibles, las plantas son grandes sumideros de dióxido de carbono, productores de oxígeno, sujetan los suelos, infiltran y retienen el agua de lluvia, contribuyen a mantener la humedad ambiental, a reducir la temperatura y son capaces de transformar la energía solar en biomasa. La pérdida de biodiversidad, la desaparición de especies vegetales de forma definitiva y la reducción de las masas forestales también tendría consecuencias ambientales devastadoras, de difícil solución.

No todo está perdido. La divulgación científica, la concienciación desde las escuelas, la agricultura responsable, la investigación científica y la vigilancia o la legislación por parte de las administraciones son algunas de las medidas de carácter global a llevar a cabo en esta cuestión. No obstante, también está en nuestras manos contribuir a ello. Actuaciones sencillas como hacer un consumo consciente del origen y producción de los alimentos que compramos, plantar especies autóctonas en nuestras ventanas y patios, instalar pequeños hoteles de insectos, evitar el uso de sustancias pesticidas y la simple conservación de nuestro entorno diario o en nuestras salidas de campo ayuda a la protección.

Sin lugar a duda, desde el ámbito local al global, en los sectores públicos y privados, de forma individual o colectiva, todos podemos y debemos hacer algo. Dependemos de los polinizadores, no es una cuestión alejada, no es una cuestión a futuro, no es una cuestión indiferente. Está en las manos de todos seguir disfrutando del mes de las flores.

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