Espías con disfraz | Crítica

Gavilán o paloma

Apuesta navideña de Blue Sky Studios (La edad de hielo, Río, Ferdinand), Espías con disfraz sigue tirando de memoria corta y nostalgia generacional a la hora de cruzar la parodia del cine de espías y agentes secretos planetarios (de Misión Imposible a Men in Black, de 007 a los hermanos mayores de Los Increíbles) con la inevitable aventura antropomórfica de un simpático grupo de aves taradas que, camufladas a la vista del malvado Killian, sus aliados yakuza y el departamento de Asuntos Internos de la propia agencia, intentarán salvar al mundo al tiempo que esparcen sus obligados mensajes de elogio a la diferencia (friki), el valor del trabajo en equipo frente al individualismo y el peso de la ciencia sobre la violencia como nueva estrategia geopolítica.

Con unos diseños no demasiado originales en lo que respecta a los personajes humanos (incluido en Will Smith animado antes de convertirse en plumífero agente secreto) y algo más de fortuna en el colorido repertorio digital de palomas y aves exóticas de ojos extraviados, la cinta de Troy Quane y Nick Bruno funciona siempre mucho mejor en su catálogo de gags slapstick en la vieja tradición elástico-explosiva que en la recreación paródica de la acción espectacular a golpe de parafernalia y tecnología paramilitar.

El inevitable recordatorio sentimental a la madre perdida y los peajes de blandenguería navideña no son gran obstáculo para la celebración del vértigo, la velocidad, el golpe, el desparrame y el transformismo tridimensional como armas seguras para la seducción infantil masiva.