Crítica '2 guns'

Entretenida, pero ya vista

2 Guns. Criminal-comedia-acción, EEUU, 2013, 109 min. Dirección: Baltasar Kormákur. Guión: Blake Masters. Fotografía: Oliver Wood. Intérpretes: Mark Wahlberg, Denzel Washington, James Marsden, Bill Paxton, Paula Patton, Edward James Olmos.

Tenía la sensación de haberla visto ya. ¿Quién me había contado antes esta historia? Muchos, sin lugar a dudas. Robar sin saberlo a quien no se debe, ya sea la mafia, la CIA o ambos, y pagar después las consecuencias es una historia mil veces contada. Pero 2 Guns me recordaba demasiado a una de ellas. Descarté los ecos del peor Peckinpah (que para mí es el de Traedme la cabeza de Alfredo García junto al de Perros de paja y La huida). Descarté la piel tarantiniana de las imágenes, del tratamiento de la violencia y, sobre todo, de los diálogos. Fui descartando aquel cine cínico y violento de los 70 y los 80, que relativizaba las fronteras entre los policías y los delincuentes con más desenfado que el cine negro clásico, con el que gusta jugar este director finlandés que ha ambientado algunas de sus películas americanas (Verdades ocultas) directamente en los 80. Al fin di con la película que estaba volviendo a ver aderezada con la estética fotográfica, el gusto por lo (gratuitamente) sombrío y la frivolización cínica de la violencia propios de estos tiempos. Era La gran estafa, dirigida por Don Siegel en unos de sus mejores momentos -del 71 al 76 nos regaló Harry el Sucio, El seductor y El último pistolero-, en la que un grandísimo Walter Matthau robaba un banco ignorando que la mafia guardaba allí su dinero. De alguna manera Siegel retomaba en ella temas tratados en la primera parte de su carrera; como en El gran robo, en la que Robert Mitchum viaja a México persiguiendo al autor de un robo del que él ha sido acusado, o Infierno, en la que una pareja de policías se rompe por la corrupción de uno de ellos.

2 Guns es una revisión, relectura, homenaje o interpretación (escoja cada cual lo que quiera) de aquella buena película que pasó sin pena ni gloria entre la crítica -no entre el público- porque aún no se había dado el toque de corneta para considerar a Siegel un grandísimo director.

Esta revisión se hace en tono cínico-jocoso y ruidoso-violento que funciona como una buena máquina de entretenimiento escrita con habilidad y rodada con oficio. Nada más hay detrás, aunque se rocen temas graves de corrupción, enfrentamiento Norte-Sur o desaparición de las fronteras entre defensores de la ley y delincuentes. Estos temas se utilizan como color local o pimienta argumental. Lo que se comprende si se sabe que se trata de la adaptación de un cómic convertido en guión por un escritor que debuta en el cine tras haber hecho sus armas en series televisivas como Los Ángeles, distrito criminal. Wahlberg y un Washington por fin despojado de toda solemnidad son su mayor baza.

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