Crítica 'Infierno azul'

Entretenido suspense tiburonero

infierno azul. Thriller/aventuras, EEUU, 2016, 85 min. Dirección: Jaume Collet-Serra. Guión: Anthony Jaswinski. Música: Marco Beltrami. Fotografía: Flavio Martínez Labiano. Intérpretes: Blake Lively, Óscar Jaenada, Brett Cullen, Sedona Legge, Janelle Bailey, Chelsea Moody.

Jaume Collet-Serra es el más hollywoodiense de los directores españoles: afincado en Los Ángeles desde sus años de formación se ha ido labrando un merecido prestigio como sólido director comercial tanto en la primera etapa de su carrera ligada al cine de terror (La casa de cera y La huérfana) como en su segunda etapa como realizador de thrillers hechos a la medida de Liam Neeson (Sin identidad, Sin escalas, Una noche para sobrevivir). Entre el último Neeson y el próximo (The Conmuter, anunciada para el año que viene) se ha permitido esta pieza minimalista que tiene el valor de mirar hacia una de las fuentes del cine de acción y aventuras posmoderno: el Tiburón que catapultó en el ya lejano 1975 a Spielberg. Y con esta pieza de cámara ha logrado su mejor película.

Prescinde de casi todo, menos de una situación que estira con virtuosismo y sin aburrir -muy al contrario: poniendo los pelos de punta- durante una hora y media: una surfista (Blake Lively: bella heroína sufriente) se ve obligada a refugiarse en una roca solitaria cuando es atacada por un tiburón que se erige en el ogro, el Barba Azul o la Bestia que mantienen a la Bella encerrada en ese minúsculo castillo al aire libre del que sólo puede huir entregándose a él, es decir, siendo devorada por el escualo. Salvo que se convierta en una Judith o una Dalila y trate al bicho como ellas a Holofernes o a Sansón. Todos los demás personajes son guarnición, ya que estamos hablando de apetitos, cuyas breves presencias Collet-Serra explota tan perfectamente como en la secuencia de apertura (lección aprendida de Spielberg: si la cosa va de un tiburón muéstralo en acción desde el principio para que el público sufra cuando la protagonista se meta en el agua).

La eficacia del suspense justifica las inverosimilitudes del guión y algún exceso sanguinolento. Si la cosa funciona, todo se perdona. Y Collet-Serra, cuyo mayor mérito en esta película es la contención, no abusa ni de lo uno ni de lo otro hasta el extremo de desengancharnos de su concentrada, artesanal y eficaz obra.

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