Cultura

Gil Parrondo, creador de mundos y primer español que obtuvo el Oscar

  • Muere a los 95 años el director artístico, reconocido en dos ocasiones por Hollywood

  • En España firmó decenas de trabajos que son historia, como 'Morena clara', 'Werther' o 'El abuelo'

El cine va pagando poco a poco su deuda con los co-creadores -que son tan creadores como los directores- que hacen posibles las películas. Me refiero a los músicos, directores de fotografía, directores artísticos, guionistas, escenógrafos o diseñadores de vestuario que, en una relación complejísima, no sólo hacen posible la existencia de las películas, sino que las marcan con su personalidad. Con los músicos, guionistas y directores de fotografía hace tiempo que se va haciendo justicia, reconociendo sus aportaciones hasta en las obras de los directores más personales. Hitchcock es siempre Hitchcock, pero no resulta indiferente que sus bandas sonoras las compusiera Franz Waxman, Dimitri Tiomkin o Bernard Herrmann. Truffaut es tan indisociable de Delerue como Antonioni de Fusco o Fellini de Rota. Entre las asignaturas aún pendientes, aunque en lenta vía de recuperación, queda el diseño de producción o dirección artística. Fellini es siempre Fellini -tal vez el director más personal que haya existido, obsesionado por reinventar el mundo para filmarlo-, pero ese mundo suyo fue materializado por los directores de fotografía Otello Martelli, Gianni di Venanzo y Giuseppe Rotunno, y por los diseñadores de producción Piero Gherardi y Danilo Donati.

La muerte de Gil Parrondo, el pasado sábado a los 95 años, debe ser una ocasión para continuar por este camino de reconocer la autoría múltiple de las películas, en este caso la aportación del director artístico. El director de cine actúa frente a su equipo como un director de música frente a una orquesta: por grande que sea poco puede hacer si los ejecutantes desafinan y si la partitura -en este caso el guión- es un churro. Parrondo es en este sentido una figura clave: fue el primer director artístico español reconocido públicamente y conocido por el gran público gracias a los Oscar obtenidos por sus trabajos en Patton (1970) y Nicolás y Alejandra (1971), producciones de Hollywood rodadas en España. Había obtenido antes otros premios, el primero el del Círculo de Escritores Cinematográficos a la mejor dirección artística por Jeromín en 1953; pero, ¿quién repara en esos premios? El Oscar es otra cosa; sobre todo si se trata del primer español que lo logró gracias a participar en películas americanas. Tras él lo ganaría Buñuel -el primer director español en hacerlo- por El discreto encanto de la burguesía (1972) y Néstor Almendros por la fotografía de Días del cielo (1978). Pero la primera era una producción francesa y la segunda americana. Hasta 1982 (Volver a empezar) no lo ganó una película española.

Los dos Oscar de Parrondo en 1970 y 1971, más su nominación por Viajes con mi tía, fueron una noticia nacional y por ello la primera vez que el nombre de un director artístico español pasaba a primer plano. Injusto, ciertamente; pero el reconocimiento que los co-creadores de las películas obtengan depende del que estas logren, y este a su vez depende de la presencia internacional que tenga la cinematografía a la que pertenezca. Antes de sus Oscar, Parrondo tenía a sus espaldas una carrera extraordinaria. Tras estudiar pintura y arquitectura en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando se inició en el cine en 1939 como ayudante de decoración de las películas de Eduardo García Maroto y Florián Rey, integrándose en el equipo del genial Sigfrido Burmann (1891-1980), junto a Enrique Alarcón el más grande escenógrafo y director artístico español de todos los tiempos, que trabajó en teatro con Benavente, Lorca, la Xirgu, Casona, Alberti o los Machado y debutó en el cine en 1938 convirtiéndose en el creador de los decorados de Locura de amor, Los últimos de Filipinas, Pequeñeces, Alba de América o El último cuplé.

Parrondo empezó a firmar sus primeros trabajos independientes desde 1951 (Gloria Mairena, Jeromín, Malvaloca, Un caballero andaluz) e inició sus colaboraciones con producciones americanas rodadas en España esa misma década en las películas de Ray Harryhausen Simbad y la princesa, Los viajes de Gulliver o El valle de Gwangi, dando el salto más importante al colaborar modestamente en las superproducciones Alejandro Magno (1956), Orgullo y pasión (1957), Rey de Reyes (1960), El Cid (1961) o Doctor Zhivago (1965). Su más importante participación en La batalla de Inglaterra (1969) le valió al año siguiente integrarse en el equipo de Patton junto al maestro Urie McCleary, de impresionante trayectoria en Hollywood desde los años 30, responsable de los decorados de clásicos como Siete novias para siete hermanos, Bésame Kate o La gata sobre el tejado de zinc. En el plano internacional esto supuso para Parrondo sus posteriores trabajos en Nicolás y Alejandra, Viajes con mi tía, Robin y Marian, El viento y el león o Los niños del Brasil.

Pero es, lógicamente, en el cine español donde dejó su más perdurable huella a lo largo de cinco décadas, desde Gloria Mairena en 1952 hasta 33 días, la película en la que trabajaba al fallecer. Entre una y otra decenas de títulos que son historia, como Un caballero andaluz, Morena clara, Fedra, 15 bajo la lona, Aprendiendo a morir, Bearn o la sala de las muñecas, Werther, Canción de cuna o El abuelo -por sus trabajos con Garci obtuvo los cuatro Premios Goya de su trayectoria-. A las que hay que sumar sus trabajos televisivos en Anillos de oro o La Regenta.

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