Crítica 'Peter y el dragón'

Hermoso cuento para niños y adultos con nostalgia

peter y el dragón. Fantástica, EEUU, 2016, 103 min. Dirección: David Lowery. Intérpretes: Bryce Dallas Howard, Oakes Fegley, Craig Hall, Karl Urban, Robert Redford, Wes Bentley, Oona Laurence, Gareth Reeves y Esmée Myers. Guion: David Lowery y Toby Halbrooks. Fotografía: Bojan Bazelli. Música: Howard Shore.

Los 70 y los 80 fueron los peores años de la historia de Disney. El libro de la selva, estrenada en 1967 un año después de la muerte de Walt, fue la última obra maestra de éxito multitudinario. En los siguientes 20 años no faltaron los títulos más que estimables -Los aristogatos, La bruja novata o Basil el ratón súper detective-, pero el genio parecía haberse ido con el creador del estudio. Y los éxitos que ininterrumpidamente había cosechado desde los años 20, también. La sirenita, en 1989, recondujo la situación y abrió la segunda edad de oro del estudio que, afortunadamente para quienes amamos el universo Disney, dura hasta hoy.

A ese ventenio negro pertenece Pedro y el dragón Elliott (1977), un cuento correctamente dirigido por Don Chaffey -a quien hay que agradecerle aquella Jasón y los Argonautas que Harryhausen y Bernard Herrmann elevaron a obra maestra de la fantasía y aquella Hace un millón de años en la que Raquel Welch refutaba a Darwin: imposible evolucionar a mejor- que, pese a insistir en el probado formato de musical que combinaba imágenes reales y animadas, pasó sin pena ni gloria. Es sorprendente que la productora haya rebuscado en sus baúles para resucitar aquel casi fracaso. Y que con él haya construido una película muy distinta, sin canciones, casi sin humor y con mensaje. No solo de familia y amistad, como en el original, sino ecologista y solidario. Más seria, más tierna, más reflexiva.

El resultado supera al original en el que se inspira y es una película, sobre todo en algunos momentos de emoción, que puede vivir en la memoria de los pequeños espectadores (si es que los móviles, videojuegos y ordenadores les permiten tener recuerdos de películas que les calienten un poco el corazón cuando de mayores las recuerden). El acierto mayor es haber escogido como director a David Lowery, que ya demostró sensibilidad para las historias de niños que se crean refugios para huir de la realidad en St. Nick y un gran talento en el raro western melodramático En un lugar sin ley. A él, también coguionista, se debe el buen resultado de esta fábula emocionante que ofrece además el regalo de una breve y como siempre muy convincente aparición del octogenario icono Robert Redford, muy cómodo en este cuento con aires ecológicos al que se agradecen los muy perceptibles ecos de El niño salvaje de Truffaut (el pequeño que sobrevive en el bosque), El libro de la selva de Korda (idem, más el añadido de la bestia que en este caso, en vez de un oso, es un dragón), King Kong de Schoedsack y Cooper (la rapacidad humana queriendo explotar a los prodigios de la naturaleza), ET de Spielberg o Mi gran amigo Joe (amistades entre niños y criaturas extraterrestres o monstruosas).

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