Crítica 'Amor sin control'

Navegando en canoa 'indie' sobre aguas turbulentas

Amor sin control. Comedia dramática, EE UU, 2012, 113 min. Dirección: Stuart Blumberg. Guión: Stuart Blumberg, Matt Winston. Fotografía: Yaron Orbach. Música: Craig Wedren. Intérpretes: Mark Ruffalo, Gwyneth Paltrow, Tim Robbins, Pink, Josh Gad. 

Puede sonar raro que una comedia sentimental, más bien amable y positiva pese a algunas sobredosis de explicitud, trate de adictos al sexo con una mirada a la vez realista, irónica y compasiva. Billy Wilder lo hubiera logrado, vale. Todos recordamos obras maestras a la vez sentimentales, críticas, duras y desgarradas como El apartamento. Pero en el terreno de la comedia, el cine no es en estos tiempos país para Wilder, es decir, para la mordacidad que no renuncia a la ternura y, sobre todo, a la inteligencia.

Tal vez porque antes de debutar como director con esta película Stuart Blumberg se ha curtido como guionista de comedias (Más que amigos, Los chicos están bien, La vecina de al lado), esta película, sin ser para tirar cohetes, presenta casos humanos sin deshumanizarlos con exageraciones trágicas o cómicas, combina la crudeza (incluso incurriendo en alguna facilonería) y la ternura, es ligera sin por ello ser superficial. O, por lo menos, no demasiado superficial.

Además de un guión ajustado y una dirección correcta, su gran baza son sus intérpretes: Mark Ruffalo, Tim Robbins y Josh Gad (el más débil por más exagerado) como el trío de adictos en terapia; y Gwyneth Patrol, Patrick Fugit y la cantante Pink como su entorno afectivo. Versión amable -aunque sin renunciar del todo a ciertos toques naturalistas- de la turbia Shame de McQueen, se le puede reprochar que, sin abandonar el tono de tragicomedia más bien ligera, no ahonde en el solo esbozado tema de la hipersexualización de la sociedad promovida por las mecánicas del consumo. Es el precio a pagar por navegar en una canoa indie por las turbulentas aguas del conflicto sexual entre las orillas del realismo sucio y de la comedia sentimental. Intentar gustar a todos es siempre un arriesgado ejercicio.

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