Cine

'Nollywood': Cine popular y cintas de video

Manuel J. Lombardo

Acuñado por Matt Steinglass en The New York Times, el término Nollywood describe la industria del cine nigeriano popular realizado en vídeo, último gran fenómeno de los cines del mundo de los países emergentes y en principal catalizador del proceso de transformación del panorama audiovisual africano. 

Nollywood apabulla con sus cifras: una producción creciente de largometrajes realizados en vídeo (comercializados primero en VHS, luego en VCD y ahora en DVD y Blu-ray) que ha alcanzado cotas de más de 2.500 largometrajes anuales, lo que coloca a la industria nigeriana en el segundo puesto mundial (tras Bollywood) a nivel de producción; un (bajísimo) coste medio de 20.000 $ por título; la creación de cerca de 300.000 empleos (incluido un star system propio) derivados de su industria, convertida ya en la segunda más importante del país después de la petrolífera; una enorme capacidad de expansión y penetración en los mercados africanos e internacionales, gracias a la diáspora de los más de siete millones de nigerianos que viven fuera del país. 

 

Cuando hablamos de Nollywood hablamos de un cine eminentemente popular que se nutre de los géneros del cine americano (del melodrama al cine de terror), de la estructura y las formas de la telenovela y de las tradiciones locales procedentes de la literatura igbo, el teatro yoruba, los mitos y leyendas del folclore popular o la crónica de sucesos. Con la hibridación de estos elementos, el cine de Nollywood ha cautivado, puerta a puerta, a una población sin apenas contacto con el cine en su forma tradicional de exhibición, casi desaparecida e inaccesible para sus bolsillos. 

 

De las primeras producciones caseras (Living in bondage, de 1992, pasa por ser el título fundacional) al panorama actual, la industria ha ido organizándose poco a poco. De la iniciativa privada de productores independientes procedentes del sector de la venta de electrodomésticos, se ha pasado a la entrada de los bancos en la financiación de películas; la distribución y la venta ambulante o su exhibición en el hogar o en salas colectivas han ido dando paso a nuevos canales de difusión como Internet o la televisión de pago; el éxito del modelo ha provocado que en otros países africanos emergentes empiece a hablarse ya de fenómenos similares como Jollywood (Johanesburgo, Sudáfrica), Gollywood (Ghana) o Kollywood (Kenia). 

 

Aún así, y a pesar de haber despertado incluso el interés académico internacional, Nollywood no ha podido desembarazarse de la controversia y las críticas que lo consideran un fenómeno populista y cutre cimentado sobre la mala calidad técnica y artística de sus productos, construidos a partir de unos esquemas y unas temáticas que reproducen los peores clichés y estereotipos del "neotarzanismo" o que explotan la violencia, la brujería y otros temas de impacto, o sobre la falacia que se esconde tras ese discurso optimista que ve en el fenómeno una liberación popular, una democratización del acceso a la producción o una "globalización desde abajo" a partir de la estética low cost. 

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