Crítica de Cine

Peones de telenovela

Con ambiciones de holgada producción de época y ese inconfundible aroma rancio a telenovela de lujo, El jugador de ajedrez adapta la novela homónima de Julio Castedo para pasar de puntillas por la gran y cruenta Historia del siglo XX, de la Guerra Civil española al régimen de Vichy en la Francia ocupada por los nazis, a través del periplo de Diego Padilla (Marc Clotet, tan blandito como de costumbre), brillante jugador de ajedrez de tono bajo y escaso compromiso político empujado por las circunstancias a un calvario de adversidades y penurias propio del Conde de Montecristo.

Luis Oliveros resuelve con economía de medios (a saber, con banderitas de cruz gamada, carteles y guardarropía de Cornejo) la ambientación de época y se pliega al academicismo más ramplón que lo fía todo a la elipsis aproblemática, los diálogos explicativos y radiofónicos, la matraca sinfónica y un aire simplificador apenas trascendido por el formato panorámico y la simulación de cierto grano fotográfico.

Lo que queda es el sonido cristalino y escasamente verosímil de un drama personal, romántico y familiar plagado de clichés (del héroe unidimensional y bondadoso a los pérfidos nazis de manual) y más bien poco respetuoso con el espectador del siglo XXI.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios