Cultura

Pisaré las calles nuevamente

  • El magnífico fresco 'Tahrir 2011' abre un certamen en el que podrá verse su precedente en el cine político, 'La batalla de Chile'.

Las primeras y aisladas voces que se escucharon en los primeros días de la primavera de 2011 en El Cairo gritaban 'Pan, libertad, dignidad'. En Chile, en 1971, dos años antes del golpe teledirigido de Pinochet, se podía leer en las Juntas de Abastecimiento Popular, lugares en los que se repartía comida para reventar la estrategia de acaparamiento de los especuladores, carteles en los que estaba escrito "Si te ajustas a tu ración, habrá para todos".

Por distintos motivos, la revuelta de Egipto de 2011, en la que sacaron tajada los Hermanos Musulamanes, atavistas moderados, y la revuelta de Chile que acabó con el asalto al Palacio de la Moneda, orquestada desde Washington y ejecutada por la burguesía de Santiago y la aristocracia obrera, los mineros muy bien pagados del centro de extracción de cobre El Teniente, tuvieron como detonante la indignación por la escasez provocada por los especuladores.

Las naciones oscuras, un libro imprescindible de Vijay Prashad que cuenta la historia de la derrota del tercer mundo y, al tiempo, es una atroz explicación de lo que le está sucediendo al sur de Europa, ofrece este dato: en 1970, los países de renta baja debían al Banco Mundial y a los operadores comerciales 25.000 millones de dólares; tres décadas después la deuda de esos mismos países era de 523.000 millones. En esas tres décadas estos países, entre los que se encontraban Egipto y Chile, habían pagado a sus prestamistas tanto en interés como en el general 550.000 millones. Pese a ello, su deuda actual sigue siendo esa, 523.000 millones. Dice Prashad: "La alquimia de la usura internacional tiene a las naciones oscuras atadas de pies y manos". Por eso, la revolución de Allende acabó en involución; por eso, el sueño del nasserismo de los años 50 acabó medio siglo después en manos de un pelele de pelo teñido, Hosni Mubarak... y el pueblo (y su propio ejército) acabó con él. Otra involución. Desde la pasada semana, en el canal público de la televisión egipcia las presentadoras de los informativos aparecen con hiyab.

Alcances propone en su programación un interesante ejercicio: comparar dos modelos de documental político separados por 40 años. Hoy, en la inauguración, proyectará Tahrir 2011, un magnífico filme cuyo título hace referencia a la plaza de El Cairo que simboliza la primavera árabe y que fue el precedente del 15-M. Más allá de la complaciente fórmula de dar la voz a los participantes en la revuelta encantados de conocerse por haber hecho la revolución o de mostrar cómo en esos días se produjo una pacífica organización popular en una miniciudad hacinada en una plaza de un millón de habitantes, lo que se expone en la primera parte, los autores del documental se adentran en otros mecanismos. Si la primera parte se llama Los buenos y no aporta mucho más de lo que ya sabíamos y de lo que ya hemos visto, aunque con menos violencia, en algunos tediosos documentales sobre la spanish revolution; la segunda, mucho más interesante, se llama Los malos y se introduce en el papel de las fuerzas de represión ante esa avalancha humana incontrolable por las buenas y por las malas. Cuando Mubarak, que había minusvalorado el hartazgo de una población que necesitaba de tres trabajos para poder pagar el alto precio de los alimentos,quiso rectificar e intentó conservar el poder con pequeñas aperturas dentro de su ridículo régimen de culto al anciano teñido, es decir, EL, en la plaza Tahrir se gritaba el lema: "Vete significa: LARGO!".

Entre el dictador teñido y la población había un cordón de cerca de cien mil policías. Tahrir 2011 les da voz y es un apasionante documento sobre funcionarios desconcertados y un tratado de ejercicios de choque de un tirano contra su pueblo, pero al mismo tiempo describe las luchas intestinas que acabaron con la salida del que ya es un hombre ridículo al que conoceremos en la tercera parte, un manual llamado Diez puntos para ser un dictador. Para quien piense que no hay sentido del humor en el mundo árabe, aquí econtrará todo un recital de caricaturización que, a su vez, es sumamente esclarecedor sobre el desarrollo de los acontecimientos. Por cierto, ayer, la prensa informó de que Washington prepara una nuevalínea de ayudas para El Cairo. El gobierno de los Hermanos Musulmanes ya se prepara para recibir 800 millones de dólares del amigo americano.

La estrategia del amigo americano para acabar con el gobierno de Allende a principios de los 70 y que finalizó un 11 de septiembre con una carnicería es bien conocida. El documentalista Patricio Guzmán lo recogió en tiempo real y el resultado es una película de casi cinco horas, que Alcances proyectará en tres pases. La batalla de Chile es un clásico y un referente del documentalismo político. Con Tahrir 2011 en el retrovisor podremos descubrir en La batalla de Chile la evolución del lenguaje del cine verité, lo que no quita un ápice de frescura a la Historia vivida en directo, dentro de las algaradas, dentro mismo de la estrategia de los privilegiados para hacer caer a un presidente que cometió el pecado del tercer mundo: intentar que la riqueza del país se quedará en el país y no se evaporara en las compañías transnacionales que empleaban la deuda con los países pobres para ser el granero de una materia prima que se transformaba en el primer mundo multiplicando unos beneficios cuyas migajas iban a las clases altas locales, los capataces de esa perversión. Asistir, sin subrayados, sin retórica, con el simple poder de las imágenes, a un mundo al revés de huelgas patronales, de calles tomadas por los niños bien de la Universidad Católica, de obreros intentando manterner la producción, pone aún hoy un nudo en la garganta.

La batalla de Chile y Tahrir 2011, con 40 años de diferencia, son relatos de fracaso, de desheredados que nada heredaron en las calles.

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