Crítica de Cine

El amor y la carne

Fotograma de la cinta húngara.

Fotograma de la cinta húngara.

No pasará a los anales el Oso de Oro del pasado Festival de Berlín, otorgado a esta cinta húngara escrita y dirigida por Ildikó Enyedi que se mueve en el impreciso terreno de la fábula y las metáforas sobre la soledad, el solipsismo y otras disfunciones contemporáneas. En cuerpo y alma nos lleva a un matadero de Budapest como espacio de relaciones y conflictos entre algunos de sus empleados: un jefe maduro, con una discapacidad en el brazo, mirón algo descarado de las mujeres de su entorno; y María, la nueva y fría supervisora de calidad que llega con todas sus neurosis, manías y fobias a cuestas a un ámbito donde no es bien recibida.

Entre ellos se establecerá pronto una atracción condenada al zigzagueo y a la deriva surreal. De hecho, en el que tal vez sea el hallazgo más original y también el más cursi de la película, ambos comparten sueños (de ciervos en celo en bosques nevados) para extrañeza propia y de los terapeutas que los atienden de sus respectivos temores y bloqueos emocionales. Así, entre sueños comunes, encuentros esquivos y el retrato de las respectivas soledades, con algunos apuntes de trazo grueso sobre un universo patriarcal, machista y carnívoro (sic), En cuerpo y alma se ve condenada a dar vueltas sobre su propio juego de aproximación y distancia entre dos personajes con taras nacidos para atraerse.

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