Cine

Las vidas cinematográficas de Antón García Abril

  • El compositor, trabajador infatigable, se dividió entre la música de concierto, las películas de autor, el cine comercial e incluso la serie B

El compositor Antón García Abril, en una visita a Málaga en 2004.

El compositor Antón García Abril, en una visita a Málaga en 2004.

El cine popular español moderno tuvo tres compositores de formación, obra y estilos muy distintos, pero igualmente importantes en inspiración, oficio y capacidad de trabajo: Gregorio García Segura (1929-2003), Augusto Algueró (1934-2011) y Antón García Abril (1933-2021), fallecido este lunes víctima de la puñetera pandemia. García Segura iba para concertista de piano y acabó dedicándose al cine, la canción y la revista, vocación ligera tan precoz que cuando debutó dirigiendo la orquesta para los espectáculos de la vedette alemana Trudi Bora no le dejaban entrar en los teatros creyéndole menor de edad. Entre su primera película (Carmen la de Ronda, 1959) y la última (Sombras y luces, 1996) compuso más de 200 bandas sonoras. Algueró, que iba también para concertista de piano, fue el sonido de la euforia cinematográfica desarrollista desde que alcanzó la fama entre 1958 y 1962 con Las chicas de la Cruz Roja, El día de los enamorados, Ha llegado un ángel, Siempre es domingo, Tres de la Cruz Roja o Tómbola. Importador del easy listening de las orquestas ligeras de los 50 y 60 fue el modernizador de la música de cine española y la canción: imposible olvidar sus canciones para Conchita Bautista (Estando contigo), Concha Velasco (Chica yeyé), Nino Bravo (Noelia, Te quiero, te quiero) o Serrat (Penélope).

Antón García Abril, en cambio, se mantuvo fiel a su vocación clásica como parte de la generación del 51 y del movimiento Nueva Música, componiendo conciertos, óperas, ballets y ciclos de canciones, además de dedicarse a la enseñanza como catedrático del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid, y también a su amor por el cine reflejado -era un estajanovista de la composición- en casi 200 bandas sonoras. Se podría definir su vida con el título que Miklós Rózsa eligió para su autobiografía -Double Life- aludiendo a su dedicación a la música concertística y la cinematográfica. E incluso podría hablarse de una triple o cuádruple vida en su caso, porque se dedicó tanto al cine de autor como al popular comercial en todos sus niveles, sin hacer ascos a la serie B. Tengo por sus obras maestras en el cine de autor sus trabajos para Miró (El crimen de Cuenca, Gary Cooper que estás en los cielos) o Mario Camus (Los días de pasado, Los pájaros de Baden-Baden, La colmena y sobre todo Los santos inocentes, para mí su obra maestra cinematográfica). Pero no aprecio menos, en el registro de la música ligera, sus muchas composiciones para las comedias populares de Forqué (Las que tienen que servir, Un millón en la basura) y sobre todo de Lazaga, con quien trabajó desde 1957 a 1978 componiendo, entre otras, Muchachas de azul, Los tramposos, Los económicamente débiles, Operación Plus Ultra, La ciudad no es para mí, Sor Citroën -con su popularísimo dabadabadá-, Los chicos del Preu, El turismo es un gran invento, Las secretarias, Abuelo made in Spain, El abominable hombre de la Costa del Sol, Verano 70, Vente a Alemania, Pepe o El abuelo tiene un plan. ¿La comedia optimista desarrollista? Allí estaba Antón. ¿La popularidad de Gracita Morales? Allí estaba Antón. ¿Los taquillazos de Paco Martínez Soria? Allí estaba Antón. ¿Los musicales de Raphael? Allí estaba Antón. ¿El landismo? Allí estaba Antón. Sin hacer ascos al espagueti western (Adiós, Texas) o al terror serie B de Amando de Ossorio (La noche de Walpurgis, La noche del terror ciego, Las garras de Lorelei y El ataque de los muertos sin ojos).

'Las que tienen que servir', uno de sus trabajos para la comedia popular. 'Las que tienen que servir', uno de sus trabajos para la comedia popular.

'Las que tienen que servir', uno de sus trabajos para la comedia popular.

Así era Antón, músico excepcional que vivió en varios mundos sin dejar de ser él: la música de concierto, el cine de autor, el cine popular, los subgéneros serie B y, cómo no, la televisión, porque no es cosa de olvidar El hombre y la tierra, Anillos de oro, Fortunata y Jacinta, Ramón y Cajal o Brigada central. Como tampoco deben olvidarse sus excepcionales orquestaciones de marchas de Semana Santa para la película de Juan Lebrón, que dirigió al frente de la London Philharmonic. Elegante en sus maneras y en su música, culto sin pedantería, tolerante sin renunciar a sus convicciones, trabajador disciplinado e infatigable, he querido recordar aquí al Antón García Abril creador y artesano que puso música a algunas de las películas más respetadas del cine español y a muchas de las más populares y queridas

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