Bajocero | Estreno en Netflix

Padres coraje y un furgón blindado

Javier Gutiérrez, policía en apuros en 'Bajocero'.

Javier Gutiérrez, policía en apuros en 'Bajocero'.

El segundo largo de Luis Quílez (Out of the dark) responde ejemplarmente a ese audiovisual de fórmula y nuevo cuño para la digestión rápida y ligera, actualización de sobremesa inspirada en el cine de género (los más optimistas podrán citar a Fincher, Carpenter o incluso a Peckinpah) para tiempos de plataformas donde demostrar oficio y credenciales a cambio de poco.

Atravesada por varios tópicos y lugares comunes en su punto de partida, que reúne en un furgón blindado a varios delincuentes y una pareja de policías en un rutinario traslado carcelario que se sabe pronto amenazado, Bajocero transcurre por carreteras secundarias bien asfaltadas sostenida por el pulso de una dirección solvente y las prestaciones siempre en el límite de un puñado de actores a los que siempre gusta ver en pantalla, desde el policía contrariado que interpreta Gutiérrez al ladrón con vocación de cantante que compone Callejo, sin olvidar a Elejalde en modo padre coraje.

Servidos el encierro, la tensión interna y el acoso exterior sobre unos elementos estereotipados (rumano y yonqui incluidos), la película se lanza a su propia pendiente confiando en que el frenesí, los golpes de efecto y la acción borren las huellas de un guion bastante endeble que deja ver siempre sus costuras prefabricadas cuando, abandonados el grupo, la carretera, la noche y el hielo, queda tan sólo resolver a las bravas lo que ha activado este juego del gato y el ratón.

A la postre, la venganza y la poca fe en la justicia vuelven a ser una vez más el motor de una escalada de violencia que termina legitimando el ojo por ojo en aras de la paternidad como valor universal, como en cualquier blockbuster de Liam Neeson pero con los nuestros.