Bienvenidos a España | Crítica

Realidades formateadas

Mady, uno de los protagonistas del documental 'Bienvenidos a España'.

Mady, uno de los protagonistas del documental 'Bienvenidos a España'.

La idea inicial de este documental era buena: lo que hasta hace poco fuera un puticlub en Torreblanca es hoy un centro de acogida para refugiados gestionado por el CEAR (Comisión Española de Ayuda al Refugiado), foco de tránsito y convivencia multicultural donde espigar historias y retratos (una niña de Yemen, una familia libia, un joven gay marroquí, otro de Mali que ha llegado en patera o dos ciudadanos venezolanos) sobre la condición del inmigrante en la España de hoy.

Sin embargo, pronto se desbarata con un formato documental de voluntad demasiado didáctica y maneras televisivas al que se le ve demasiado el buenismo simplificador y un desarrollo narrativo que, en el seguimiento de esos refugiados a lo largo de los meses, desde 2019 hasta la entrada en el Estado de Alarma como consecuencia de la pandemia, se queda siempre en la superficie costumbrista, amable, algo preparada y casi anecdótica de su relación con el entorno, aquí una Sevilla que no ahuyenta sus tópicos y sigue siendo retratada como la ciudad de la Semana Santa, los parques del 29, el Betis o la Feria de Abril.

Si a todo ello le sumamos una anacrónica voz en off y una estética bastante edulcorada donde los tonos digitales y la música suavizan o acolchan lo real, Bienvenidos a España se queda en una suerte de bienintencionado publirreportaje sobre la labor de estos centros y la condición del refugiado sin adentrarse realmente en sus personajes, sus historias íntimas y la verdadera cara del país de acogida, apenas esbozada en un encuentro con un militante de Vox.